Es bueno recordar
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Es bueno recordar lo bueno que pasó. Los sucesos agradables del pasado desde que tienes memoria. Los juegos de la infancia, los abrazos de tu madre, los consejos de tu padre, la visita de las tías, las comidas familiares, las tertulias por la noche a la luz de la luna en el patio de tu casa o en la sala de tu casa. Cuando ibas de niño o de adolescente al templo con tus padres y hermanitos. Recordar los compañeritos de la escuela, la maestra cariñosa o el profesor que tenía paciencia. Los triunfos en el deporte, cuando sacabas buenas notas. Recordar los grandes amigos de la infancia y juventud; aquellos que dejaron grabados en el alma sucesos fraternos, aventuras jocosas, momentos quizá tristes donde demostraron solidaridad y fidelidad. Es bueno recordar las situaciones donde se ha experimentado la ayuda de alguien, sea emocional, monetaria, espiritual, y en donde gracias a eso pudiste salir de una situación complicada. Todos esos sucesos donde apareció la persona compasiva, atenta, que te dio la mano en cualquier circunstancia adversa. Y cuando tú ayudaste a alguien, fuiste solidario, misericordioso, y sacaste a una persona del hoyo en que se encontraba. La satisfacción que experimentaste.
Sería bueno recordar que fuiste creado por Dios a su imagen y semejanza. Y que él te ha sacado muchas veces de situaciones peligrosas y dañinas, te ha bendecido continuamente, te ha llevado en la palma de su mano, te ha perdonado una y otra vez, te ha dado dones y carismas, ha estado continuamente inspirándote para que hicieras el bien. Sería bueno recordar que te ha mandado personas buenas en muchas circunstancias de tu vida y que han sido mensajeras de su bondad y amor. Sería bueno recordar las experiencias hermosas de tus encuentros con Dios, desde que has tenido uso de razón. Cuando hiciste la primera comunión, cuando rezabas en la catequesis con otros niños, cuando tuviste con el Señor encuentros profundos en la oración personal.
Y recordar lo negativo que has vivido en tu vida, pero para aprender, para perdonar, para saber cómo es la vida, para ser más sabio, para enseñar a otros, para saber por dónde no hay que ir. Pero no recordar lo malo para amargarte, sentir rencor y odio, para vengarte, para volver a hacer lo negativo. Eso no. Todo lo que te haga daño recordándolo hay que enterrarlo, olvidarlo, dejarlo a un lado. Y continuar tu camino de la mano de Dios. Y así hace Dios con nosotros. Cuando nos perdona olvida para siempre las ofensas que cometimos. Y solo recuerda nuestros actos buenos. Podríamos decir que la mala memoria de Dios es infinita cuando él perdona. Nunca más se acuerda del mal que hicimos.
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