Evaluación, tarea fundamental del sistema educativo
Publicado 2000/09/24 23:00:00
- Gap
Los educadores, como los verdaderos orientadores que son de la educación en sus distintos niveles de la enseñanza, debemos comprender con especial claridad, la muy estrecha vinculación existente entre el complicado proceso de la evaluación, con los otros factores que intervienen en el proceso de la enseñanza aprendizaje para fines de conducta deseables como lo son, los planes de estudios y los programas con sus objetivos, contenidos, métodos y recursos, elementos estos integrantes del currículum.
Desde que se inició con una estructura formal, la educación en un centro escolar especializado, la evaluación como proceso ha tenido distintos conceptos de acuerdo con la época y los fines y objetivos que se han perseguido dependiendo del tipo de hombre que se ha querido formar.
La evaluación que en verdad es una acción educativa compleja y por supuesto de lo más interesante, dentro del cúmulo de las tareas escolares que realiza el educador en el aula, sus características, naturaleza y orientaciones, ha sufrido cambios sustanciales a través del tiempo lo que ha provocado en consecuencia, transformaciones en la programación curricular.
El concepto tradicional de la evaluación, que en nuestro sistema educativo perduró por décadas y aún persiste en el medio escolar, lamentablemente en todos los niveles, consiste en la acumulación y suma de conocimientos con fines repetitivos, memorísticos y mecanicista, resultando de este proceso evaluativo, un alumno conformista, pasivo, acrítico y poco reflexivo.
Esta tendencia de la evaluación tradicional que estuvo dirigida a la transmisión de los contenidos de materia y a la adquisición de conocimientos, ha dado paso con el nuevo sistema de evaluación, a la formación y el desarrollo integral de la personalidad del alumno y a la apreciación y valoración de sus actitudes, capacidades, ideales en el búsqueda de su realización personal.
Son muy diversas las conductas y los comportamientos que se operan en el alumno producto de las tareas escolares las que requieren una permanente valoración; pero este registro conductual en que interviene directamente el educador en el aula, siendo esta delicada labor una de las más importantes del educador, debe estar relacionado fundamentalmente con el desarrollo y la formación individual y social del alumno como objeto y sujeto que es de la educación.
Hoy a la altura de los cambios que se operan en el ramo educativo, como respuesta a las transformaciones aceleradas de la sociedad, bien valdría la pena preguntar si en efecto con la modernización de la educación que supuestamente viene desarrollándose en nuestro sistema, con preferencia en el nivel de la Básica General (incluye pre-escolar, primaria y primer ciclo), ciertamente estamos ayudando a la formación de individuos que reflejan actitudes y comportamientos individual y socialmente saludables como resultado de la acción pedagógica en el aula.
Sería importante en este sentido verificar mediante un diagnóstico y con fines específicos de mejorar nuestra educación si la medición como parte importante en el proceso de la evaluación todavía se realiza en nuestras escuelas con propósitos cuantitativos o de calificación de los conocimientos impartidos por el educador. De resultar esta acción diagnóstica afirmativa en un porcentaje considerable en las escuelas, habría la necesidad de incrementar con urgencia, talleres y seminarios pedagógicos dinámicos entre los educadores para actualizarlos en el aprendizaje de las nuevas corrientes y valiosas experiencias pedagógicas referentes a la evaluación.
El contexto social, es decir la realidad que siempre condiciona el sistema y por ende al alumno, sería el punto de partida para esta acción educativa tendiente al desarrollo, crecimiento y maduración de la personalidad integral del educando.
Mientras la capacidad de auto crítica, análisis, raciocinio y los juicios críticos de valor no sean promovidos de manera organizada en nuestras escuelas en los distintos niveles de la enseñanza, desde el pre-escolar hasta el nivel superior, de seguro se agudizarán en cada año académico la retención de los alumnos retrasando sin duda el desarrollo cultural, social, político y económico que exige nuestro país.
La actitud conformista de callarse ante los problemas, no impulsarse a decir su palabra ni lo que se piensa, es sinónimo de opresión y no de reflexión en la educación.
Desde que se inició con una estructura formal, la educación en un centro escolar especializado, la evaluación como proceso ha tenido distintos conceptos de acuerdo con la época y los fines y objetivos que se han perseguido dependiendo del tipo de hombre que se ha querido formar.
La evaluación que en verdad es una acción educativa compleja y por supuesto de lo más interesante, dentro del cúmulo de las tareas escolares que realiza el educador en el aula, sus características, naturaleza y orientaciones, ha sufrido cambios sustanciales a través del tiempo lo que ha provocado en consecuencia, transformaciones en la programación curricular.
El concepto tradicional de la evaluación, que en nuestro sistema educativo perduró por décadas y aún persiste en el medio escolar, lamentablemente en todos los niveles, consiste en la acumulación y suma de conocimientos con fines repetitivos, memorísticos y mecanicista, resultando de este proceso evaluativo, un alumno conformista, pasivo, acrítico y poco reflexivo.
Esta tendencia de la evaluación tradicional que estuvo dirigida a la transmisión de los contenidos de materia y a la adquisición de conocimientos, ha dado paso con el nuevo sistema de evaluación, a la formación y el desarrollo integral de la personalidad del alumno y a la apreciación y valoración de sus actitudes, capacidades, ideales en el búsqueda de su realización personal.
Son muy diversas las conductas y los comportamientos que se operan en el alumno producto de las tareas escolares las que requieren una permanente valoración; pero este registro conductual en que interviene directamente el educador en el aula, siendo esta delicada labor una de las más importantes del educador, debe estar relacionado fundamentalmente con el desarrollo y la formación individual y social del alumno como objeto y sujeto que es de la educación.
Hoy a la altura de los cambios que se operan en el ramo educativo, como respuesta a las transformaciones aceleradas de la sociedad, bien valdría la pena preguntar si en efecto con la modernización de la educación que supuestamente viene desarrollándose en nuestro sistema, con preferencia en el nivel de la Básica General (incluye pre-escolar, primaria y primer ciclo), ciertamente estamos ayudando a la formación de individuos que reflejan actitudes y comportamientos individual y socialmente saludables como resultado de la acción pedagógica en el aula.
Sería importante en este sentido verificar mediante un diagnóstico y con fines específicos de mejorar nuestra educación si la medición como parte importante en el proceso de la evaluación todavía se realiza en nuestras escuelas con propósitos cuantitativos o de calificación de los conocimientos impartidos por el educador. De resultar esta acción diagnóstica afirmativa en un porcentaje considerable en las escuelas, habría la necesidad de incrementar con urgencia, talleres y seminarios pedagógicos dinámicos entre los educadores para actualizarlos en el aprendizaje de las nuevas corrientes y valiosas experiencias pedagógicas referentes a la evaluación.
El contexto social, es decir la realidad que siempre condiciona el sistema y por ende al alumno, sería el punto de partida para esta acción educativa tendiente al desarrollo, crecimiento y maduración de la personalidad integral del educando.
Mientras la capacidad de auto crítica, análisis, raciocinio y los juicios críticos de valor no sean promovidos de manera organizada en nuestras escuelas en los distintos niveles de la enseñanza, desde el pre-escolar hasta el nivel superior, de seguro se agudizarán en cada año académico la retención de los alumnos retrasando sin duda el desarrollo cultural, social, político y económico que exige nuestro país.
La actitud conformista de callarse ante los problemas, no impulsarse a decir su palabra ni lo que se piensa, es sinónimo de opresión y no de reflexión en la educación.
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