Pobreza
Evidentes necesidades sociales
- Fermín Agudo Atencio (Escritor)
El trabajo enriquece al hombre elevándolo a la cúspide, convirtiéndolo en poderoso y dignificativo integrante; la pobreza lo simplifica reduciéndolo a la mínima expresión. Siento un agravio que circula como relevante torrente incesante al contemplar la azarosa vida de aquellos que lían sus anulados recursos sin más esperanzas que la silenciosa nada que afecta a los modestos habitantes de la incapacidad.
LAS NECESIDADES NACEN DE LAS INSUFICIENCIAS, DONDE SE CLAMA CON FRECUENCIA POR LA UNIDAD EN CUANTO A LA SOLUCIÓN DE LAS DIFICULTADES QUE MERECEN UN SELECTO TRATO ESPECIAL, SURGIENDO LA INTERROGANTE ¿PARA QUÉ TRABAJAR SI NO TENGO NADA?
No comulgo al cumplir con la estricta diagnosis del trabajo honesto y honrado, sin antes realizar una semblanza de lo que indica la simbiosis trabajo versus pobreza. Es cierto que el trabajo bien remunerado nos evita en gran medida caer en los predios desagradables y degenerativos gobernados por la miseria y afirmo esto porque muchos trabajan, pero no todos tienen la fortuna de saborear el gozo debido del pleno bienestar restaurador.
Tengo que decir que los encargados de desempeñar estas faenas productivas potenciales que convierten la tierra en poderoso caudal de desarrollo, fuente opípara de la rica productividad, serán hombres felices, porque han descubierto que el trato perenne de la natura les brinda los resultados espléndidos que han alentado intensamente la vida desde la antigüedad. Es real que el trabajo nos puede prodigar la felicidad terrenal, cumpliendo fielmente con el hogar y la sociedad.
Las labores requieren del halagador esfuerzo general, colocándonos en la amplia vía de la prosperidad, funcionándose con la actitud receptiva donde, sin lugar a dudas, prosperará el esfuerzo físico y mental, inherentes de los músculos y del alma, de donde vendrán más tarde las copiosas cosechas, ganancias que nos provocan las funcionalidades placenteras de la vida. Los arraigados buenos modales nos entregarán la oportunidad de lucrar las mejores prodigalidades que provienen de la férrea perseverancia, cubriéndonos con el manto de la inefable lógica basada en los deseos de ser cada día mejores ciudadanos, empecinados en contribuir positivamente con el bienestar de la patria.
Podemos aprovechar los dividendos por autosuficiencias, inspirados de los halagos que hacen duraderos homenajes a la productividad. Las faenas son recursos, pero no siempre cumplen los objetivos esperados, pues ellas adolecen de tener un vigilante inquisitivo, la pobreza, que avasalla ensillando el fragoroso corcel apocalíptico de la desigualdad. Hablando en tono bajo y con llaneza, si nos acostumbramos a trabajar rutinariamente, es casi seguro que habitualmente contaremos con algún contribuyente alimentario sobre la mesa.
Con generalidad, la apatía y la fatiga son malas consejeras hermanas de la fatalidad, ofreciéndonos los tergiversados coloquios, poniéndonos la indiferencia por delante, y todo esto contribuirá necesariamente con la mezquindad reinante y sus efectos multiplicadores. El desganado jamás contará con nada valioso, pues el arrojo es el máximo exponente indicador de los grandes éxitos de la vida cotidiana.
Pero tenemos un ingrediente de cuidado que debemos tomar forzosamente en cuenta, el pago debido en la labor desempeñada, porque no todos los que trabajan se sienten felices. Algunas veces inciden con poder las malas direcciones; otras, la cantidad devengada es tan exigua que no logra redimir las erogaciones concurrentes. Y es aquí donde se asoma la depravada pobreza esparciendo los aniquiladores estragos, enarbolando el estandarte de la indigencia oprobiosa e incesante. Las necesidades nacen de las insuficiencias, donde se clama con frecuencia por la unidad en cuanto a la solución de las dificultades que merecen un selecto trato especial, surgiendo la interrogante ¿para qué trabajar si no tengo nada? Esto es triste y de mal gusto, amanecer desorientado ayuno de rumbo fijo. Este es el panorama que embaluma la pobreza en nuestro medio.
Panamá es un país pequeño y con elegante PIB, pero con una renta per cápita en reptación, donde los problemas abundan: casas con materiales perecederos, calles deficientes, no hay agua potable, escasez de transporte urbano, cabe la interrogante ¿qué hacer? Esta es una pregunta con una respuesta impresionante, y es aquí donde puedo arrojar luz, enalteciendo los deberes y derechos del hombre responsable.
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