¡Alerta América Latina!:
Fuga de cerebros... o búsqueda de justicia profesional
- Juan Carlos Rivera/opinion@epasa.com/
...(INDICASAT) ha visto su presupuesto reducido a las ridículas cantidades de 2 millones de balboas anuales, lo que representa la mitad de lo que el Estado le otorga al Hipódromo Presidente Remón para que se reparta como premio para las carreras de caballo"
Fue allá en el año 1963 cuando la Real Sociedad de Gran Bretaña acuñó el término fuga de cerebros para referirse al éxodo de científicos ingleses hacia los Estados Unidos. La fuga de cerebros, fuga de talentos o migración altamente calificada (MAC) es la emigración de profesionales y científicos formados universitariamente en su país de origen a otras naciones, impulsados principalmente por la falta de oportunidades de desarrollo de sus áreas de investigación, por motivos económicos o por conflictos políticos en su país natal, generalmente sin regreso.
La modalidad de esta emigración tiene 2 variantes. Por un lado, están aquellos profesionales que se trasladan al exterior después de haberse formado en sus países de origen y por el otro aquéllos que se forman en el exterior y deciden no regresar. Ambos tipos de éxodo impactan a los países emisores de estos cerebros de forma similar, siendo mayor el perjuicio en el primero de los casos, pues la inversión que el país emisor hace en la educación de los profesionales no revierte.
Según la Unesco, la emigración calificada impacta el desarrollo económico y social, y las posibilidades de generar innovación. Nuestra gente de ciencia y de tantas otras disciplinas valiosas abandonan sus países de origen en busca de mejores oportunidades en los países desarrollados. Con ellos, se llevan los aportes que podrían haber brindado a sus respectivos países y a la región. Por ejemplo, México, país con la mayor fuga de cerebros a nivel de América Latina y el Caribe, ha dejado de percibir casi 54 mil millones de dólares según el subsecretario de Educación Superior.
América Latina y el Caribe ocupa actualmente el más alto sitial en cuanto a número de cerebros fugados hasta ahora. 4.9 millones de universitarios han abandonado nuestros países y el incremento anual es de un 40% según el informe La población mundial en cifras presentado por la OCDE. Inclusive, existen casos de países como Jamaica donde el 80% de sus profesionales se encuentran en el exterior.
Panamá no escapa a esta realidad. Cada vez es más común escuchar historias de profesionales que optan por probar suerte en otros lugares en vista de las limitaciones que aquí existen. Esto es muy común en las áreas de las ciencias. El apoyo a este importante pilar de desarrollo nacional es incipiente. Para ilustrar, un extracto del artículo “12 Mandamientos para Mantener un País en el Subdesarrollo” dice lo siguiente:
“Panamá asigna 0.16% del PIB a la investigación científica. Costa Rica le apuesta con 0.48%, mientras que Estados Unidos utiliza el 2.79% de su PIB en estas tareas. Uno de los poquísimos organismos de investigación científica panameña, el Instituto de Investigaciones Científicas Avanzadas y Servicios de Alta Tecnología (INDICASAT) ha visto su presupuesto reducido a las ridículas cantidades de 2 millones de balboas anuales, lo que representa la mitad de lo que el Estado le otorga al Hipódromo Presidente Remón para que se reparta como premio para las carreras de caballo" (Noriega, 2016).
Si les sirve de consuelo (aunque no debería), no estamos solos; el resto de los países latinoamericanos corren una suerte bastante similar al invertir en promedio solamente el 0.55 % de su producto interno bruto (PIB) en innovación y desarrollo (I+D) en comparación con el 2.5 % que invierten los países desarrollados y en verdaderas vías de desarrollo. Datos como estos hacen pensar que las políticas de Estado en materia de educación e investigación en nuestro país, en vez de tratar de retener a nuestros cerebros locales, se empecinan con expulsarlos a través de la mutilación de sus estímulos.
Las consecuencias de este boicot intelectual son obvias. Nuestra productividad se ve seriamente mermada en todos los aspectos. Citemos un par de ejemplos. Corea del Sur posee 10 veces menos población pero genera 10 veces más inventos que América Latina. La población de Estados Unidos es apenas un poco más de la mitad de la América Latina, pero el producto interno bruto de este país es más del doble del de esta región.
Sin embargo, para los cerebros en fuga o mejor dicho en busca de justicia profesional, las condiciones en el extranjero no son necesariamente perfectas, especialmente para aquellos que se forman localmente. Según un estudio realizado por el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, (SELAC) más del 60% de los profesionales mexicanos y centroamericanos con título universitario que emigran a Estados Unidos (país que acoge al 80% de este recurso humano) termina trabajando en empleos que no se corresponden con su formación a causa de factores que van desde la falta de dominio del inglés hasta una formación profesional discorde con la la oferta laboral existente. Luego, nos encontramos con doctores, ingenieros, y abogados haciendo labores de jardineros, taxistas y hasta empleados domésticos. En su artículo A. Latina: más "cerebros fugados", Y. Valery describe esta situación de la siguiente manera:
“Así, se convierten en protagonistas de una paradoja: sus habilidades y conocimientos se desperdician en el país de destino y se pierden (en muchos casos para siempre) para el país de origen, que en ocasiones se ve afectado por una escasez de técnicos y especialistas en áreas clave para su desarrollo”.
A pesar de la inconsistencia del escenario anterior y de la limitada empleomanía en los países receptores causada por reciente recesión, estos sub-utilizados profesionales prefieren renunciar a sus carreras que regresar a sus países a ejercerlas. Según la CEPAL, apenas un 20% de estos profesionales que emigran a Estados Unidos retornan a sus países de origen . Aún cuando para muchos podría parecer denigrante el resignarse a realizar un trabajo para el cual se está sobre-calificado, los cerebros emigrantes latinoamericanos encuentran mejores condiciones y expectativas de vida en sus nuevos empleos. Una minoría bastante más afortunada, por su parte, encuentra además un lugar para desarrollar estudios, germinar ideas, proponer soluciones, y realizar aportes a la ciencia, algo que en sus países de origen se les ha negado.
Los cerebros en fuga formados en el extranjero corren una suerte bastante diferente. Se les recluta con mucha más frecuencia y bajo mejores condiciones. Esto se debe a que su formación es más cónsona con la demanda laboral del país anfitrión; por ende, son mucho más cotizados. En uno de sus discursos de campaña política, el presidente Barack Obama hizo referencia a esta realidad. Mientras que los asiáticos destinan el 25% de sus ingresos familiares de por vida a ahorros educativos para que sus hijos puedan formarse en Estados Unidos, este país beca a muchos de los estudiantes latinoamericanos que a él acuden con el mismo propósito. Sin embargo, los resultados son completamente diferentes para estas dos regiones. En el caso de Asia, los egresados regresan a sus países y se incorporan exitosamente al aparto productivo. Mientras tanto, en América Latina, los egresados muchas veces no encuentran más que frustración al no poder implementar sus conocimientos y destrezas en una realidad adversa.
Si bien es cierto que la fuga de cerebros es un mal de vieja data en nuestra región, dicha tendencia amenaza con incrementarse exponencialmente producto de la mengua en la llamada “primavera económica” latinoamericana, la cual se debió casi en su totalidad al alza en los precios de las materias primas más que a las “políticas de desarrollo económico-social” de las que tanto alardean nuestros gobernantes.
Es bien sabido que el activo más preciado de un país es el recurso humano. Podemos cruzarnos de brazos y ver cómo nuestro talento se drena hacia las periferias, o podemos buscar mecanismos para incorporar este recurso a la vida productiva de nuestros países, dándoles verdaderos incentivos más allá del desgastado, inverosímil y estéril discurso patriotero. Esto solo se logrará cuando exista un clima de meritocracia en nuestros países, algo de lo que hasta ahora hemos adolecido en aras del tráfico de influencias en sus diversas formas, tales como el nepotismo, el amiguismo, el clasismo, el padrinazgo, la politiquería y otros males tan arraigados en nuestro secular y muy particular “orden” económico-social.
Coordinador Centro Especializado en Lenguas/Universidad Tecnológica de Panamá. Centro Regional de Azuero.

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