Panamá
Guardate de difamar
Muchas veces el calumnioso no resiste los embates de la envidia y cuando ve a alguien brillar en cualquier campo de la vida, vierte su veneno en todo el ser y conducta de la otra persona. Y como siempre hay personas morbosas, con curiosidad insana, que como buitres buscan carne podrida, al escuchar esas historias, se lanzan a destripar la persona atacada, saciando así su enfermiza y dañina voracidad.
- Monseñor Emiliani
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- - Actualizado: 14/11/2022 - 12:00 am
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La honra y el buen nombre es muchas veces el único patrimonio que tiene mucha gente. Pero cuánto ha costado, resistiendo tentaciones, luchando por mantenerse en el camino recto, siendo fieles a principios y valores, para que venga un individuo, que no controla su lengua, que es envidioso, que tiene intereses ocultos y eche lodo y ensucie la dignidad del afectado.
Muchas veces el calumnioso no resiste los embates de la envidia y cuando ve a alguien brillar en cualquier campo de la vida, vierte su veneno en todo el ser y conducta de la otra persona. Y como siempre hay personas morbosas, con curiosidad insana, que como buitres buscan carne podrida, al escuchar esas historias, se lanzan a destripar la persona atacada, saciando así su enfermiza y dañina voracidad. Tanto el que difama como los que oyen, creen y extienden la calumnia son culpables del bulo. "Es que me dijeron, oí esto, es que se dice, y yo solo repito". Muchas veces sin ninguna prueba de lo dicho, y con total irresponsabilidad, repiten y hasta añaden más cosas, provocando daños irreversibles a la víctima.
Cuentan la historia en el siglo XIX, en Francia, de un cura de pueblo, víctima de una calumnia terrible. La señora causante de la infamia, que por divertirse y hacerse el centro de las reuniones, comenzó a relatar cuentos, historias inventadas, afectando la fama del clérigo. Ella cayó gravemente enferma y pidió al sacerdote fuera a confesarla. Allí ella, como narró después la señora en su testimonio, pidió perdón de su pecado y recibió del padre la absolución. Por supuesto que este jamás contó a nadie nada.
Al quedar ella restablecida, fue a la casa cural a conversar con el padre y darle las gracias. El simplemente le pidió que subiera con él al campanario en la torre y llevó consigo una almohada, de aquellas que hacían con plumas de ave. Rasgó la almohada y esparció por el aire las plumas, que se extendieron por todo pueblo y más allá. Y le dijo que no habrá manera de recoger todas las plumas, y así pasa con las calumnias. Esas quedan para siempre.
Así nos pasa a nosotros cuando inventamos, o repetimos historias falsas. No sabemos el daño que podemos hacer. Afectar la fama y el buen nombre de alguien, además de ser pecado grave, es delito. Debemos cuidar nuestra lengua, pensar mucho antes de hablar, ver las consecuencias que puedan causar nuestras palabras. Ser prudentes, respetuosos con las personas y lo que digamos. No es justo, es un acto que inclusive es criminal, el dañar la fama, la trayectoria de alguna persona. Pasa tanto en la política, en cualquier gremio, aún en familias, en la vida social. Dios nos guarde de caer en eso.
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