Idolatrando en Portobelo
¡Me rasgo las vestiduras! Hoy se celebra una de las fiestas más paganas y deplorables para el Amo del Universo: cientos de idólatras concurren a Colón para adorar a un muñeco negro desharrapado llamado “Cristo Negro de Portobelo”, el cual es objeto de repugnantes actos idolátricos de los más graves. Repletas están las sagradas escrituras de advertencias por parte del Eterno, bendito Sea, encaminadas a la evitación de alabanzas y oraciones a ídolos. Los preceptos que contienen esta prohibición están dirigidos tanto a judíos como a gentiles. Dijo HaShem (El Nombre) a través del profeta Isaías: “Vengan ídolos a presentar su defensa… Hagan lo que puedan, bueno o malo, algo que nos llene de miedo… ¡Pero ustedes no son nada ni pueden hacer nada! ... Despreciable es aquel que los escoge a ustedes” (Isaías 41:21-24) Las efigies, como bien señaló el Omnipotente, no son nada. Empero, la contumacia de los ignorantes inclina a éstos a la adoración de falsas deidades, como lo es el bruno maniquí colonense. Jesús no es ni fue el Mesías prometido a Israel (otro tópico que no trataré aquí). Declaró Dios: “Solo yo soy el Señor; fuera de mí nadie puede salvar” (Isaías 43:11). Leía hace poco a un Rabino ortodoxo enseñar que “no hay que depender de milagros, pues solamente los carentes de alimento espiritual, los necios, dejan su vida en manos de la -fe en milagros-”. Al respecto, hay que tener claro que: 1. Los milagros los hace el Todopoderoso, ni vírgenes ni estatuas ni hombres ni ángeles ni nada. 2. El Eterno no hace milagros por medio de cosas que Él detesta en gran medida. Entonces, si alguien se cura de algún padecimiento, estaríamos en presencia de dos posibles alternativas: a) Se sanó por el poder de la sugestión. El asombroso poder de la mente humana no solamente se pone en juego con elementos o personajes de la idolatría cristiana, sino con muchas otras religiones (umbandismo, macumba, vudú, budismo, Islam, ashrams de gurúes orientales) y en los que ponen su fe en médicos y científicos, incluso en los maestros sanadores judíos. b) Que quizás, el Eterno haya provocado, extraordinariamente, un hecho milagroso para probar la fidelidad hacia Él de la persona, a través de un objeto/persona que el Eterno ha dicho abominar (tema muy complejo, véase Deuteronomio 13:2-4). Así las cosas, pues, queda reiterar que el Juez Supremo odia en grado sumo toda manifestación de idolatría, y más si ésta pretende inmiscuirse en sus santos caminos. El Eterno es Uno y Único, y no precisa de cultos paganos de imágenes ni estatuas.
kevin@moncadamoncada.com
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