Análisis
Israel, 69 años después de su independencia (1948 – 2017)
- Paulino Romero C.
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- opinion@epasa.com
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El Gobierno y pueblo panameños saludaron con entusiasmo al nuevo Estado, brindándole, desde aquel momento, una amistad y solidaridad, que ambas partes han mantenido lealmente hasta el día de hoy.
Una breve ojeada histórica revela que la autonomía y la independencia han sido para el pueblo judío una tradición, una tendencia, una aspiración permanente y que, por lo tanto, su destino manifiesto era el de conquistar algún día la personería internacional. Cuando, a fines de noviembre de 1947, se debatía en el seno de las Naciones Unidas la partición de Palestina para permitir la restauración del Estado Judío, Panamá desempeñó un papel excepcional a favor de la creación del Estado de Israel. Recuerdo especial merecen los gobernantes panameños que, con pensamiento visionario y espíritu de paz y de justicia, tomaron la decisión de respaldar la Resolución Histórica: don Enrique A. Jiménez, presidente de la República; don Manuel de Jesús Quijano, presidente de la Delegación Permanente de Panamá ante la ONU; y el Dr. Eduardo Morgan Álvarez, embajador en Misión Especial ante la ONU.
En todo este proceso final, que coronaba 2,000 años de anhelos y sufrimientos del pueblo judío, además del apoyo irrestricto de los países latinoamericanos acreditados en la ONU, surgió el respaldo inconmovible y leal a ese pueblo de parte del presidente de los Estados Unidos de América, Harry S. Truman, quien se enfrentó a las potencias colonialistas, a las presiones del mundo árabe y hasta a las miopías de funcionarios de su Departamento de Estado.
El 14 de mayo de 1948 o, según el calendario judío, la Víspera de Shabath, el quinto día del mes de Iyar del año 5700, David Ben Gurión, ese insigne profeta del siglo XX, en nombre del Consejo Nacional Judío, pronunció la Declaración de Independencia del Estado de Israel en el Museo de Tel Aviv, frente a las azules aguas del Mediterráneo. En el preciso momento en que se pronunciaban las palabras tan solemnes de la Declaración de Independencia, siete ejércitos árabes marcharon a ahogar el naciente Estado de Israel.
El Gobierno y pueblo panameños saludaron con entusiasmo al nuevo Estado, brindándole, desde aquel momento, una amistad y solidaridad, que ambas partes han mantenido lealmente hasta el día de hoy.
Sin perder un minuto de tiempo, el Gobierno del recién creado Estado de Israel, con David Ben Gurión a la cabeza, inicia la gran gesta de construcción de un Estado moderno que, con los recursos más avanzados de la ciencia y la tecnología, con las mejores lecciones de organización humana que daba la ingeniería social, y con mística idealista acumulada a través de los siglos, sería en adelante el "hábitat" de una sociedad próspera, justa, libre y culta para un pueblo que, luego de haber pasado por su noche oscura de dolorosa historia, podía, por fin, caminar tranquilo y soberano sobre aquella tierra que había soñado por siglos.
No hay área de la cultura donde Israel no haya producido valores superiores y técnicas insuperables. Tampoco hay pueblos con mayor disposición de ayudar y servir a los demás, para hacer a todos partícipes de sus logros en las áreas de las ciencias, las humanidades y la economía. Si pudiera describir a Israel en una sola frase, "diría que es una casa enorme, en donde se multiplica el pan para distribuirlo con desinterés de hermano y donde el vino que se estancia siempre produce plácida embriaguez de amor".
*El autor fue embajador de Panamá ante el Estado de Israel (1995-1999).
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