Jugadores en casinos
- Nathali Reyes
Aplaudimos la decisión de nuestro Gobierno Nacional de limitar las áreas para juegos de suerte y azar a fin de que en las regiones con personas de bajos ingresos no se establezcan salas de juego que exploten a sus habitantes.
No obstante, eso no basta. Lo preciso a limitar es el acceso a todos los casinos a personas con bajos ingresos.
Jamás olvidaremos una escena que provocó en nosotros una mezcla de lástima, indignación y vergüenza.
Hace ya bastantes años en que tuvimos que asistir al Hotel Monteserín a una reunión, advertimos que en la planta baja operaba un casino.
Allí había mujeres en chancletas y hombres que por su vestimenta, mostraban ser, al igual que aquellas, hijos de la extrema pobreza.
Consideramos entonces que era un crimen mantener abierta esa sala de juego.
En el Casino de Monte Carlo, en Francia, la entrada a los nativos es limitada conforme a sus recursos.
En Malmo, principal puerto de Suecia, los locales no pueden entrar a una sala de juego si no llevan una contraseña que acredita que su situación financiera es holgada. Y a nadie se le permite hacer una apuesta que sobrepase siete Coronas, moneda del país.
Y en muchos lugares hay políticas semejantes. Irremisiblemente quienes sin recursos se zambullen en el juego, son candidatos, si no a la mendicidad, a la mendacidad, al desprestigio, al peculado, a la desesperación, y hasta al suicidio.
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