A la caza del alma
Publicado 2006/01/02 00:00:00
- Juan Carlos Ansin
Mientras creemos con el alma conocemos por el espíritu, ambos son propiedades de un mismo todo integrador: la Psique.
EL GANADOR DEL premio Nobel de medicina (1962), Dr. Francis Crick, descubridor junto al Dr. Watson y al Dr. Wilkins del ADN, ha publicado junto a otro colaborador, esta vez el Dr. Christofer Koch, un artículo que ha atiborrado periódicos e informativos de todo el mundo. Se titula "A Framework for Consciousness", ("La Base de la Conciencia") aparecido en la revista Nature Neuroscience. Trata de la localización cerebral y el funcionamiento de lo que se entiende por conciencia y que algunos críticos extrapolaron a otras entelequias. Tema que en su recorrido público y como de costumbre, lejos de un diálogo calmo, abierto y profundo, se ha convertido, con la ayuda de la lógica reduccionista que domina a los medios de comunicación, en la caza del alma.
Narra el famoso psiquiatra escocés Ronald Laing* que durante una conferencia en Glasgow, del profesor norteamericano Tillich -un teísta cuya profundidad lo separaba del agnosticismo pero no del ateísmo- leyó en público el pasaje del evangelio donde Jesús les pregunta a sus discípulos si ellos sabían quién era Él. "Tú eres Elías" dijo uno, los otros respondieron que era este o aquel. El comentario de Tillich al respecto fue que Jesús tampoco sabía bien quién era él mismo, esto es, no tenía conciencia cabal de ser una divinidad. Al final de la charla, una señora muy compungida, entre lágrimas, le dijo a Laing: "No es justo que un hombre como él venga a destruir la fe de una vieja como yo" ("Los locos y los cuerdos", R.D. Laing, Ed. Grijalbo-Crítica.)
El diccionario de la RAE (Real Academia Española) define a la psique como sinónimo de alma. Sin embargo, la connotación de la primera se acerca más a la interpretación material-cientificista que a la espiritual-religiosa de la segunda. Es indudable que para la mayoría de la gente -aún para los espiritualistas puros, como los budistas, que niegan la materia y van en busca del estado de abstracción absoluta, del nirvana- el cerebro no sólo es el órgano de la percepción sensorial y de la actividad motriz del cuerpo, sino el lugar donde se efectúan las funciones abstractas incluidas dentro del amplio nombre de mente, psique o alma. El término Espíritu se refiere en cambio a la parte racional del alma, la del proceso cognoscitivo, la parte de la mente por donde aprendemos a conocer. Es decir, mientras creemos con el alma conocemos por el espíritu, ambos son propiedades de un mismo todo integrador: la Psique.
El tema de la dualidad entre cuerpo y alma como esencia del ser humano tiene que ver con las antiguas teorías platónicas que aún hoy permanecen vigentes debido, principalmente, a la expansión de las religiones occidentales monoteístas. Para algunas religiones la consubstanciación de cuerpo y alma es tal, que una es parte existencial de la otra. Como la energía eléctrica y la computadora o mejor aún, como la energía y la masa, según la Ley de la Relatividad especial de Einstein. Sabemos las casi infinitas posibilidades que nos brinda este instrumento, la computadora, pero sin la energía que lo haga funcionar, la una y la otra no tendrían significado en cuanto al desarrollo de la ciencia cibernética se refiere. Curiosamente, y quizá no por casualidad, la cibernética comprende también el estudio del funcionamiento de las conexiones nerviosas en el ser humano. De modo tal que no es de extrañar que el procedimiento que hace funcionar al pensamiento tenga una base bio-físico-química parecida, aunque muchísimo más compleja que la mera interacción entre chips y bites.
En realidad no creo que localizar la topografía cerebral de la conciencia tenga importancia metafísica alguna. Sí la tiene desde el punto de vista médico. Podrá mejorar y confirmarnos lo que los neurólogos saben desde hace tiempo, que en el lóbulo frontal reside gran parte de la actividad intelectual y que daños o manipulaciones en esos centros hacen que de sapiens retornemos a macacus. Lo que creo fundamental no es dónde reside el alma, sino en su existencia y funcionamiento. ¿Qué seríamos sin ella? Probablemente lo que Tillich quiso decir científicamente y la señora creyente no supo comprender. O a la inversa, lo que Tillich no supo comprender y la señora no necesitó saber, pues su fe le bastaba para funcionar de la misma forma que la psique, el alma o el espíritu del profesor norteamericano.
Creo que si bien podemos relegar la dualidad excluyente de cuerpo y alma, tal cual los platónicos o neoplatónicos adscriben, nadie negará sin recelo la existencia de dos mundos, el racional y el irracional, que conviven y se relacionan entre sí como en la forja lo hacen el yunque y el martillo. Sin ellos el concepto o idea de Dios es innecesario y debiéramos también negar la existencia del arte, la sensación que nos provoca la belleza, la exaltación del sentimiento amoroso o la abolición de las objeciones racionales ante el impulso del suicido sublimado o de la eutanasia solicitada por el enfermo a quien el sufrimiento -de cuerpo y mente- ha terminado por destruir, no sólo en su calidad de vida, sino la percepción de su propia dignidad, es decir: el valor más noble y enaltecedor que un ser humano tiene de sí mismo. No es, pues, dónde vive o dónde se esconde el alma lo que importa, sino su existencia y su función, llámesele como se quiera, mente, psique o ubris. Sin ella el emperador Adriano no hubiera podido dedicarle el poema que el alma mía considera el más bello jamás escrito: "Animula, vagula, blandula / Hospes conesque corporis / Quae nunc abibis in loca/ Pallidula, frigida, nudula, / Nec, ut soles, dabis joca".
(* ) Los locos y los cuerdos, R.D.Laing, ED. Grijalbo-Crítica.
"Amable, pequeña y huidiza alma mía / Huésped y compañera de mi cuerpo / ¿Adónde irás ahora / Pálida, fría y desnuda / Sin inspirar, como antes, alegría?").
Al contribuir a las metas reformistas de Torrijos, la Procuraduría de la Administración, como parte medular de la organización política del Estado, posee una indudable competencia jurídica en todo el proceso de cambios estructurales a los que está abocado el sistema de justicia panameño.
Narra el famoso psiquiatra escocés Ronald Laing* que durante una conferencia en Glasgow, del profesor norteamericano Tillich -un teísta cuya profundidad lo separaba del agnosticismo pero no del ateísmo- leyó en público el pasaje del evangelio donde Jesús les pregunta a sus discípulos si ellos sabían quién era Él. "Tú eres Elías" dijo uno, los otros respondieron que era este o aquel. El comentario de Tillich al respecto fue que Jesús tampoco sabía bien quién era él mismo, esto es, no tenía conciencia cabal de ser una divinidad. Al final de la charla, una señora muy compungida, entre lágrimas, le dijo a Laing: "No es justo que un hombre como él venga a destruir la fe de una vieja como yo" ("Los locos y los cuerdos", R.D. Laing, Ed. Grijalbo-Crítica.)
El diccionario de la RAE (Real Academia Española) define a la psique como sinónimo de alma. Sin embargo, la connotación de la primera se acerca más a la interpretación material-cientificista que a la espiritual-religiosa de la segunda. Es indudable que para la mayoría de la gente -aún para los espiritualistas puros, como los budistas, que niegan la materia y van en busca del estado de abstracción absoluta, del nirvana- el cerebro no sólo es el órgano de la percepción sensorial y de la actividad motriz del cuerpo, sino el lugar donde se efectúan las funciones abstractas incluidas dentro del amplio nombre de mente, psique o alma. El término Espíritu se refiere en cambio a la parte racional del alma, la del proceso cognoscitivo, la parte de la mente por donde aprendemos a conocer. Es decir, mientras creemos con el alma conocemos por el espíritu, ambos son propiedades de un mismo todo integrador: la Psique.
El tema de la dualidad entre cuerpo y alma como esencia del ser humano tiene que ver con las antiguas teorías platónicas que aún hoy permanecen vigentes debido, principalmente, a la expansión de las religiones occidentales monoteístas. Para algunas religiones la consubstanciación de cuerpo y alma es tal, que una es parte existencial de la otra. Como la energía eléctrica y la computadora o mejor aún, como la energía y la masa, según la Ley de la Relatividad especial de Einstein. Sabemos las casi infinitas posibilidades que nos brinda este instrumento, la computadora, pero sin la energía que lo haga funcionar, la una y la otra no tendrían significado en cuanto al desarrollo de la ciencia cibernética se refiere. Curiosamente, y quizá no por casualidad, la cibernética comprende también el estudio del funcionamiento de las conexiones nerviosas en el ser humano. De modo tal que no es de extrañar que el procedimiento que hace funcionar al pensamiento tenga una base bio-físico-química parecida, aunque muchísimo más compleja que la mera interacción entre chips y bites.
En realidad no creo que localizar la topografía cerebral de la conciencia tenga importancia metafísica alguna. Sí la tiene desde el punto de vista médico. Podrá mejorar y confirmarnos lo que los neurólogos saben desde hace tiempo, que en el lóbulo frontal reside gran parte de la actividad intelectual y que daños o manipulaciones en esos centros hacen que de sapiens retornemos a macacus. Lo que creo fundamental no es dónde reside el alma, sino en su existencia y funcionamiento. ¿Qué seríamos sin ella? Probablemente lo que Tillich quiso decir científicamente y la señora creyente no supo comprender. O a la inversa, lo que Tillich no supo comprender y la señora no necesitó saber, pues su fe le bastaba para funcionar de la misma forma que la psique, el alma o el espíritu del profesor norteamericano.
Creo que si bien podemos relegar la dualidad excluyente de cuerpo y alma, tal cual los platónicos o neoplatónicos adscriben, nadie negará sin recelo la existencia de dos mundos, el racional y el irracional, que conviven y se relacionan entre sí como en la forja lo hacen el yunque y el martillo. Sin ellos el concepto o idea de Dios es innecesario y debiéramos también negar la existencia del arte, la sensación que nos provoca la belleza, la exaltación del sentimiento amoroso o la abolición de las objeciones racionales ante el impulso del suicido sublimado o de la eutanasia solicitada por el enfermo a quien el sufrimiento -de cuerpo y mente- ha terminado por destruir, no sólo en su calidad de vida, sino la percepción de su propia dignidad, es decir: el valor más noble y enaltecedor que un ser humano tiene de sí mismo. No es, pues, dónde vive o dónde se esconde el alma lo que importa, sino su existencia y su función, llámesele como se quiera, mente, psique o ubris. Sin ella el emperador Adriano no hubiera podido dedicarle el poema que el alma mía considera el más bello jamás escrito: "Animula, vagula, blandula / Hospes conesque corporis / Quae nunc abibis in loca/ Pallidula, frigida, nudula, / Nec, ut soles, dabis joca".
(* ) Los locos y los cuerdos, R.D.Laing, ED. Grijalbo-Crítica.
"Amable, pequeña y huidiza alma mía / Huésped y compañera de mi cuerpo / ¿Adónde irás ahora / Pálida, fría y desnuda / Sin inspirar, como antes, alegría?").
Al contribuir a las metas reformistas de Torrijos, la Procuraduría de la Administración, como parte medular de la organización política del Estado, posee una indudable competencia jurídica en todo el proceso de cambios estructurales a los que está abocado el sistema de justicia panameño.
Los alimentos son imprescindibles para la vida. La necesidad de alimentarse ha movido a los hombres a explotar la naturaleza y a buscar las mejores maneras de usar de los otros seres vivos, fuente de su alimento.
Muchos problemas de salud se pueden evitar con una dieta adecuada.
Una dieta equilibrada debe contener el tipo y la cantidad de alimentos que el organismo requiere, dependiendo de su edad, sexo, actividad, etc.
Un hombre adulto necesita unas 3000 kilocalorías por día, mientras una mujer adulta necesita unas 2200.
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