Justicia
La certeza del castigo
- Eduardo Arquel Martínez Diez (Periodista)
La paga del castigo terrenal no libra al hombre del castigo divino. Gálatas 2:21, “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la
La paga del castigo terrenal no libra al hombre del castigo divino. Gálatas 2:21, “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”.
Cuando nuestro querido monseñor José Domingo Ulloa pidió castigo para los corruptos, un halo de satisfacción revistió al oficialismo junto con sus socios políticos, los perredistas, que se diría que hasta hubo una transfiguración y, aunque esta fuera mental, sus ropas se volvieron blancas como nieve y sus rostros tan angelicales que en verdad se creyeron el cuento de que ellos son los buenos y los otros son los malos y que todos los corruptos quedaban sujetos al brazo de su justicia… y lo que es más interesante, piensan que fue por mandato divino.
EN TODAS PARTES SE DA CORRUPCIÓN COMO SI TODOS ESTUVIÉRAMOS BAJO SU SOMBRA INDIFERENTES A LA CERTEZA DEL CASTIGO, PERO LO QUE RAYA EN ESA JUSTICIA ES QUE NO SE SIENTE EL ESPÍRITU DE SU INSTITUCIONALIDAD TRABAJANDO, SINO LA POLÍTICA -LA PASIÓN-, LA VENGANZA.
No es que se deseche la ley, la justicia ni al hombre, sino que el hombre no es paradigma para cambiar al hombre, porque si de hombres se trata, dice Juan Jacobo Rousseau en su obra capital “El Contrato Social”, “que el hombre es el lobo del hombre”. Pero, nos hemos organizado de tal manera que nos ha sido posible construir una democracia institucionalizada, en las que las leyes y los códigos son sus herramientas, no la pasión ni la venganza ni la maldad de fabricar un falso expediente cuando queremos quitarnos a alguien del camino. Y hoy, cuando la Iglesia pide castigo para los corruptos, no escapa a mi reflexión también que la corrupción se siembra en las urnas con los votos del pueblo, convirtiendo esa virtud soberana en el talón de Aquiles de la democracia, que dice que el bien general debe prevalecer sobre el bien particular. Yo no sé en qué momento se enredaron las premisas, y la conclusión es totalmente errónea hoy en democracia, ya que son las grandes mayorías en sus bolsones de pobreza los que catapultan a viejos y nuevos políticos a un mundo de lujo y de riquezas.
No me pregunten por una exprocuradora a quien bien le cabe la sentencia “no hay mal que por bien no venga”, lo cual no juzgo ni critico, lo que estoy diciendo es que algo está pasando con la democracia, porque de igual manera los pobres siguen siendo pobres al punto que han hecho de la pobreza un dios a través del cual se les regala de todo, o una mercancía que venden en todos los torneos electorales al mejor postor político.
La noche del pasado 3 de noviembre escuché por la radio una prédica grabada de monseñor Rómulo Emilliani en la que hacía precisamente alusión a los pobres: “Son los que más hablan y los que menos hacen, los ricos hablan poco y hacen mucho”, palabras más palabras menos, pero es cierto, agrego yo, que desde tempranas horas de la mañana atiborran a los medios con sus quejas, con sus gritos de linchamiento, con su confusionismo y anarquismo, poniéndole ultimátum al gobierno y descalificando a nuestra fuerza de seguridad..., y es ahí: en los hogares, en las escuelas, en las ventas de chances y billetes de la Lotería Nacional de Beneficencia, en los corrillos y callejones, en las discotecas, en los hotelitos de ocasión, en fin, en todas partes, se da corrupción, como si todos estuviéramos bajo su sombra indiferentes a la certeza del castigo, pero lo que raya en esa justicia es que no se siente el espíritu de su institucionalidad trabajando, sino la política -la pasión-, la venganza.
ALGO ESTÁ PASANDO CON LA DEMOCRACIA, PORQUE DE IGUAL MANERA LOS POBRES SIGUEN SIENDO POBRES AL PUNTO QUE HAN HECHO DE LA POBREZA UN DIOS A TRAVÉS DEL CUAL SE LES REGALA DE TODO, O UNA MERCANCÍA QUE VENDEN EN TODOS LOS TORNEOS ELECTORALES AL MEJOR POSTOR POLÍTICO.
Sobre la justicia se dicen muchas cosas: que la justicia tarda pero llega; para unos, la justicia tardía no es justicia y, para otros, la justicia nunca llega; somos de la convicción de que el verdadero castigo llegará cuando una auténtica moral cristiana sustituya a esta moral social cuestionada de corrupta, principalmente porque hay que diferenciar entre los pobres de espíritu que heredarán el reino de los cielos y los pobres sinvergüenzas que “hasta lo que no tienen les será quitado”. Lucas 19:21.
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