La cortesía y los buenos modales
Publicado 2000/08/18 23:00:00
- MEREDITH SERRACIN
La cortesía honra a quien la practica. Ser gentil, atento y amable es un signo de altitud espiritual. El valor de una fineza, de un buen trato, de una atención para con el prójimo. El respeto hacia los mayores. Ceder el asiento a las damas y a los ancianos; ayudar a cruzar la calle a los no videntes y otros deficientes fisicos: dar la pared a las mujeres y a las personas de más edad cuando se transita por las aceras, son prácticas y normas que prueban una buena educación.
El viejo decir: "Lo cortés no quita lo valiente", no ha perdido vigencia. Y es posible que valgan muchas veces recordar que a mayor cortesía mayor valentía. En los tiempos que corren, de olvido de normas que parecían inexpugnables, quizás signifique valentía en determinada situación exponer la cortesía.
Pero sin profundizar tanto en algo que necesitaría una explicación sociológica, si la hay, vale recordar la familia del término cortesía. Porque cortés proviene de corte, y corte es el lugar en que sólo pueden alternar los nobles, los bien nacidos, los que ostentan prosapia, los que pueden acercar al rey.
Demostrar cortesía hoy, cuando las cortes que no han desaparecido se han democratizado tanto que difícilmente las reconocería quien las hubiese habitado ayer, no es pretender una vuelta al pasado. Es algo muy diferente: buscar el mantenimiento de lo que está bien, de lo que es ordenado, de lo que corresponde.
La cortesía, el trato deferente, respetuoso frente al superior y amigable sin exceso ni ostentación frente al subordinado, es una de las normas antonomásticas del comportamiento humano. Quien se comporta debidamente con sus semejantes con toda seguridad que los estará tratando con cortesía. Es la cortesía algo así como el ingrediente principal de los buenos modales, y casi se confunde con ellos. Sin embargo, considerando su importancia y paralelamente su escasa aplicación, llegaríamos a la conclusión de que la cortesía ha desaparecido y los buenos modales están en vía de extinguirse.
Los buenos modales. El abusivo empleo de brazos y manos al hablar. La gesticulación exagerada. El tono desmesurado de la voz. La vulgaridad y ordinariez del lenguaje con sus expresiones incultas, obscenas y disonantes; las discusiones violentas y agresivas; las posturas físicas burdas e inelegantes; son muestras de una falta absoluta de cultura y motivo de desprestigio individual.
En realidad, el comportamiento humano se trasluce en los modales de la persona, o más bien simplemente, hay una relación directa entre modales y educación; a mejor modales, mayor educación. Eso sí, debemos adelantarlo desde ahora, los buenos modales no deben confundirse con la afectación, que en más de una ocasión son justamente signo de todo lo contrario de la buena educación.
Para demostrar buenos modales, como en general para todos los componentes del buen comportamiento, el hombre y la mujer no deben exagerar en uno u otro sentido, sino mantenerse en el justo término medio que tanto agradaba a los griegos, maestros en esto como en tantas otras disciplinas.
Sin duda alguna, el grado de cultura de cada uno es parte esencial en su comportamiento, aunque lamentablemente esto no sea una regla sin excepciones. Pero aceptemos que la gran mayoría de la gente culta trasluce su educación a través de su comportamiento. ¿Y cómo lo hace? Pues justamente por sus modales, y en modo muy especial, por los que adopta al hablar.
Aparte de todo lo relacionado, que ya hemos referido, está el contenido, lo intrínseco, que es el lenguaje a emplear. Desde luego que los buenos modales prohíben el empleo de términos fuera de lugar, procaces, insultantes, vulgares; pero hay algo más, y es el giro coloquial, la riqueza del idioma demostrada en la aplicación justa de los términos. Pero eso sí, aquí también sin exagerar, so pena de caer en pecado de pedantería.
El viejo decir: "Lo cortés no quita lo valiente", no ha perdido vigencia. Y es posible que valgan muchas veces recordar que a mayor cortesía mayor valentía. En los tiempos que corren, de olvido de normas que parecían inexpugnables, quizás signifique valentía en determinada situación exponer la cortesía.
Pero sin profundizar tanto en algo que necesitaría una explicación sociológica, si la hay, vale recordar la familia del término cortesía. Porque cortés proviene de corte, y corte es el lugar en que sólo pueden alternar los nobles, los bien nacidos, los que ostentan prosapia, los que pueden acercar al rey.
Demostrar cortesía hoy, cuando las cortes que no han desaparecido se han democratizado tanto que difícilmente las reconocería quien las hubiese habitado ayer, no es pretender una vuelta al pasado. Es algo muy diferente: buscar el mantenimiento de lo que está bien, de lo que es ordenado, de lo que corresponde.
La cortesía, el trato deferente, respetuoso frente al superior y amigable sin exceso ni ostentación frente al subordinado, es una de las normas antonomásticas del comportamiento humano. Quien se comporta debidamente con sus semejantes con toda seguridad que los estará tratando con cortesía. Es la cortesía algo así como el ingrediente principal de los buenos modales, y casi se confunde con ellos. Sin embargo, considerando su importancia y paralelamente su escasa aplicación, llegaríamos a la conclusión de que la cortesía ha desaparecido y los buenos modales están en vía de extinguirse.
Los buenos modales. El abusivo empleo de brazos y manos al hablar. La gesticulación exagerada. El tono desmesurado de la voz. La vulgaridad y ordinariez del lenguaje con sus expresiones incultas, obscenas y disonantes; las discusiones violentas y agresivas; las posturas físicas burdas e inelegantes; son muestras de una falta absoluta de cultura y motivo de desprestigio individual.
En realidad, el comportamiento humano se trasluce en los modales de la persona, o más bien simplemente, hay una relación directa entre modales y educación; a mejor modales, mayor educación. Eso sí, debemos adelantarlo desde ahora, los buenos modales no deben confundirse con la afectación, que en más de una ocasión son justamente signo de todo lo contrario de la buena educación.
Para demostrar buenos modales, como en general para todos los componentes del buen comportamiento, el hombre y la mujer no deben exagerar en uno u otro sentido, sino mantenerse en el justo término medio que tanto agradaba a los griegos, maestros en esto como en tantas otras disciplinas.
Sin duda alguna, el grado de cultura de cada uno es parte esencial en su comportamiento, aunque lamentablemente esto no sea una regla sin excepciones. Pero aceptemos que la gran mayoría de la gente culta trasluce su educación a través de su comportamiento. ¿Y cómo lo hace? Pues justamente por sus modales, y en modo muy especial, por los que adopta al hablar.
Aparte de todo lo relacionado, que ya hemos referido, está el contenido, lo intrínseco, que es el lenguaje a emplear. Desde luego que los buenos modales prohíben el empleo de términos fuera de lugar, procaces, insultantes, vulgares; pero hay algo más, y es el giro coloquial, la riqueza del idioma demostrada en la aplicación justa de los términos. Pero eso sí, aquí también sin exagerar, so pena de caer en pecado de pedantería.
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