La frustración y sus efectos
Publicado 2005/11/26 00:00:00
- MEREDITH SERRACIN
Los hombres y mujeres frustrados vuelcan su impotencia sobre las personas a quienes consideran más débiles.
Generalmente se entiende por frustración la conducta que adopta un individuo en aquellas circunstancias en que tropieza con un obstáculo que le produce un estado de tensión que le impide alcanzar el fin que persigue. Empero, una frustración no es sólo la mera privación de un deseo o de una necesidad. Con frecuencia produce efectos desastrosos, tanto para el individuo mismo como para su contorno social, puesto que hay frustraciones que producen malestar colectivo.
Estudios analíticos de la conducta establecen cuatro características fundamentales, que pueden ser observadas en todos los ambientes de trabajo o en cualquier grupo de convivencia humana. Estas características esenciales consisten en la agresión, la regresión, la fijación y la resignación.
Con frecuencia también se considera la agresión como un impulso para destruir y causar daño en forma cruel. Varios autores, entre ellos Segismundo Freud, sostienen que el hombre, como los animales, es cruel por naturaleza y que sólo por la acción represiva de la civilización ha podido dominar y sublimar sus impulsos primitivos. Los hombres y mujeres frustrados, que forman la masa de los resentidos, vuelcan su impotencia sobre aquellas personas a quienes consideran más débiles. Las calumnias, el sabotaje, y en algunas ocasiones las huelgas y ciertos movimientos de rebeldía tienen el mismo origen.
La agresión, desde el punto de vista psicológico, viene a ser, así, una actitud defensiva que está relacionada con la tendencia a la dominación. La xenofobia, el odio racial, religioso o ideológico, son asimismo defensivas ante un peligro real o imaginario. La cólera, el odio y el enojo que acompañan a la agresión son, por consiguiente, el resultado de la frustración y de la necesidad de vencer el obstáculo que se opone a sus propósitos.
El segundo carácter de la conducta frustrada es la regresión. Ante las dificultades que se le presentan, la persona frustrada abandona el trabajo que había comenzado, o cambia continuamente de profesión. Otro signo de regresión, es la acreditada condición sugestionable de las personas frustradas. Les falta el sentido crítico, se dejan llevar por los rumores y siguen ciegamente a sus líderes o caudillos. También es signo de regresión el afán de destruir, de incendiar inúltilmente edificios, fábricas, vehículos y otras muchas cosas de valor, como ocurre con harta frecuencia en los movimientos de huelga y de manifestaciones de protesta populares.
Pero es, igualmente, signo de regresión la actitud de los jefes políticos y de algunos funcionarios del Estado, que sienten menoscabada su autoridad si algún subalterno le formula la más leve observación. Funcionarios hay también que atienden al público de mala gana, como si les hicieran un favor, olvidando que están precisamente en sus puestos para servir, y que para esto se les paga.
La fijación es la tercera característica de la conducta frustrada. Esta señal consiste en que la tendencia de algunas gentes a realizar siempre una acción en idéntica forma, como un hábito esteriotipado, aunque no tenga valor efectivo alguno. Y, por último, la resignación, que es una característica comparable con la apatía, fruto de una frustración prolongada. El sujeto parece impacible. Se dijera que nada le interesa. Este comportamiento puede observarse en los ancianos, en personas que han quedado cesantes, que ambulan inútilmente buscando una ocupación y que, al fin, se resignan a llevar una vida vegetativa.
Esta resignación puede observarse también entre los jubilados que reciben una magra pensión, que muchas veces tarda en llegar y que enferman de aburrimiento porque no encuentran una ocupación para llenar sus horas vacías. Y es que el hombre es como máquina que se oxida si no está en actividad. La mejor prevención contra los achaques de la vejez, con su ineludible declinación física y mental, es seguir en actividad el mayor tiempo posible, pero graduando bien las fuerzas aún disponibles.
Estudios analíticos de la conducta establecen cuatro características fundamentales, que pueden ser observadas en todos los ambientes de trabajo o en cualquier grupo de convivencia humana. Estas características esenciales consisten en la agresión, la regresión, la fijación y la resignación.
Con frecuencia también se considera la agresión como un impulso para destruir y causar daño en forma cruel. Varios autores, entre ellos Segismundo Freud, sostienen que el hombre, como los animales, es cruel por naturaleza y que sólo por la acción represiva de la civilización ha podido dominar y sublimar sus impulsos primitivos. Los hombres y mujeres frustrados, que forman la masa de los resentidos, vuelcan su impotencia sobre aquellas personas a quienes consideran más débiles. Las calumnias, el sabotaje, y en algunas ocasiones las huelgas y ciertos movimientos de rebeldía tienen el mismo origen.
La agresión, desde el punto de vista psicológico, viene a ser, así, una actitud defensiva que está relacionada con la tendencia a la dominación. La xenofobia, el odio racial, religioso o ideológico, son asimismo defensivas ante un peligro real o imaginario. La cólera, el odio y el enojo que acompañan a la agresión son, por consiguiente, el resultado de la frustración y de la necesidad de vencer el obstáculo que se opone a sus propósitos.
El segundo carácter de la conducta frustrada es la regresión. Ante las dificultades que se le presentan, la persona frustrada abandona el trabajo que había comenzado, o cambia continuamente de profesión. Otro signo de regresión, es la acreditada condición sugestionable de las personas frustradas. Les falta el sentido crítico, se dejan llevar por los rumores y siguen ciegamente a sus líderes o caudillos. También es signo de regresión el afán de destruir, de incendiar inúltilmente edificios, fábricas, vehículos y otras muchas cosas de valor, como ocurre con harta frecuencia en los movimientos de huelga y de manifestaciones de protesta populares.
Pero es, igualmente, signo de regresión la actitud de los jefes políticos y de algunos funcionarios del Estado, que sienten menoscabada su autoridad si algún subalterno le formula la más leve observación. Funcionarios hay también que atienden al público de mala gana, como si les hicieran un favor, olvidando que están precisamente en sus puestos para servir, y que para esto se les paga.
La fijación es la tercera característica de la conducta frustrada. Esta señal consiste en que la tendencia de algunas gentes a realizar siempre una acción en idéntica forma, como un hábito esteriotipado, aunque no tenga valor efectivo alguno. Y, por último, la resignación, que es una característica comparable con la apatía, fruto de una frustración prolongada. El sujeto parece impacible. Se dijera que nada le interesa. Este comportamiento puede observarse en los ancianos, en personas que han quedado cesantes, que ambulan inútilmente buscando una ocupación y que, al fin, se resignan a llevar una vida vegetativa.
Esta resignación puede observarse también entre los jubilados que reciben una magra pensión, que muchas veces tarda en llegar y que enferman de aburrimiento porque no encuentran una ocupación para llenar sus horas vacías. Y es que el hombre es como máquina que se oxida si no está en actividad. La mejor prevención contra los achaques de la vejez, con su ineludible declinación física y mental, es seguir en actividad el mayor tiempo posible, pero graduando bien las fuerzas aún disponibles.
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