Panamá
La Hecatombe del Turismo Istmeño
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Actualizado: 18/12/2023 - 12:00 am
El barrio de Bella Vista en la segunda mitad del siglo XX despuntaba como gallardo bastión de clase media. Todos asistíamos a las misas de la iglesia de Cristo Rey o al servicio de Shabat en la sinagoga de Avenida Cuba durante los fines de semana.
El sector se distinguía por la presencia de sanatorios. El Hospital Panamá, fundado en 1917 fue el primer nosocomio privado istmeño y ocupaba los predios del Hatillo, actual sede de la Alcaldía de Panamá; el Hospital Santo Tomás, el elefante blanco, inaugurado en su sede actual de Avenida Balboa en 1924, cuenta con larga historia que data de 1702 en el Casco Antiguo de nuestra capital, complementado por el Hospital del Niño, constituido en 1958.
El Colegio Internacional de María Inmaculada, abre sus puertas en 1937 en Avenida Justo Arosemena, hoy sede de la Universidad del Istmo, mientras el Colegio Javier, establecido en 1594, apertura su sede de Perejil en 1948, dotando al corregimiento de 2 importantes bastiones de educación católica.
Los sitios de esparcimiento estaban aquilatados por el parque Urraca con su aledaño Café Squirt y la muy popular Refresquería La Inmaculada de Avenida Justo Arosemena al igual que el telón más amplio de Panamá, Bella Vista, en Avenida Perú y calle 42.
De niño asistía a los trillados matinées del Teatro Bella Vista los domingos a las 10 de la mañana posterior al culto en la iglesia de Cristo Rey. Como vivíamos cerca, acostumbrábamos a trasladarnos a pie. Recuerdo que mi padre me instruía que al cruzar con otras personas en el camino debiese hacer contacto visual, sonreír y desearle los buenos días. Se destacaba el sector por su limpieza.
Nos daban de palmaditas al arrojar cualquier desperdicio en sus calles o veredas. Así fuimos criados. De aquel encanto tropical solo existe el recuerdo. A los doce años mis padres me despachan a una escuela preparatoria en Boston, internado donde aprendí a dominar la lengua de Shakespeare y a refinar mis conocimientos y buenas costumbres. Con tristeza, al retornar a lo largo de décadas fui testigo del desmoronamiento de la hidalguía de aquel Panamá tan amado, aquella tacita de oro con imponente potencial turístico por sus atributos naturales e históricos y por el imán del canal, creando un congénito centro de negocios por su privilegiada posición geográfica.
Quisieron los atisbos del destino que continuase mi desarrollo pedagógico y profesional allende. A veces reflexiono sobre ese golpe de suerte que me permitió el desenvolvimiento en un ambiente sano cuyos éxitos estuvieron plasmados por el desempeño y no por golpes de suerte en el camino. Ello me permitió visitar un racimo de países, cerca del centenar, que me permitieron valorar sus laureles y retos, como elementos de comparación con nuestro istmo.
Muchos me preguntan cuál de esos países es el mejor. Les respondo que cada uno cuenta con su encanto por lo que les valoro símiles. ¿Y Panamá? Un valioso especialista en comportamiento social me intima que lo mejor que puede suceder aquí es que descienda una peste, algo así como COVID, que fulmine a todos para repoblar el istmo con personas que íntimamente aprecien sus enormes virtudes y atributos para explotarles de la mejor forma. Algo extrema su apreciación, no obstante, alimento al pensamiento.
El displicente trato del homo sapiens panamensis repica en Tocumen, mayor centro de entrada de turistas al istmo.
En el gringo pricing que nuestros taxistas practican con ellos. En nuestra pobrísima selección de lideres políticos y comunitarios que nos ha espigado la actual vigencia de un desgobierno que zozobra en una mar de estiércol capitaneada por tuertos piratas.
El desmoronamiento social se hace evidente a diario. Si la sequía de valores y la ausencia de lluvias permea, es muy posible que la valoración del perito antes mencionado se convierta en desolada realidad.
Con tantísimo potencial, necesita el istmo un drástico viraje, un contundente cambio que permita el desarrollo de una sociedad como aquella del otrora Bella Vista, con oportunidades para todos y el retorno a la civilidad como norte para espléndidamente ordeñar sus briosas ubres. ¡Aún estamos a tiempo!
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