Opinión
La mentalidad de cardumen
Podemos obedecer ciegamente; comprar lo que no nos es de utilidad; consumir lo que no nos gusta; asumir conductas de manada porque todos los demás lo hacen.
- Arnulfo Arias Olivares
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- - Publicado: 24/9/2024 - 12:00 am
En la naturaleza, la congregación y agrupamiento significan seguridad, calor, supervivencia. El cardumen de sardinas parece sombra que aletea unida con vida propia para escaparse de los depredadores; las bandadas de estorninos hacen en los cielos un enjambre que disputa los tamaños de una nube; la manada de lobos se mueve segura bajo un ordenado liderazgo y jerarquía. Esa predisposición a obedecer ciegamente, sin cuestionamiento alguno, es parte de la evolución y, sabiamente, cae dentro de los libretos esperados de la conservación de las especies.
En el hombre, sin embargo, no hay seguridad en el número. Su supervivencia se debe más a los factores de su individualidad, a su propia creatividad; de su ingenio para adaptar el medio ambiente a sus necesidades. Su mente no está hecha para obedecer a otros, porque sigue los criterios de su propia voluntad. Pero los resabios del enjambre humano, que se inclinan más a los instintos primitivos de nuestros ancestros, prevalecen todavía en nosotros. A menudo son aprovechados por los medios de comunicación masiva, por el mercadeo globalizado, para que nos congreguemos en consumo y gustos, sin que medien los criterios de diferenciación que marcan el progreso real del hombre.
Podemos obedecer ciegamente; comprar lo que no nos es de utilidad; consumir lo que no nos gusta; asumir conductas de manada porque todos los demás lo hacen. En muchos casos de nuestra América Latina, se fomenta en pensamiento de manada dentro del sistema educativo. No se fomenta en nuestros niños la importancia de pensar en forma individual, de cultivar inclinaciones propias, aunque sean contrarias a las de los demás. Los grandes crímenes de guerra se han dado siempre bajo la complicidad de una manada humana que no piensa, que se deja arrastrar corriente abajo, como la cabeza de agua que lo arrastra todo. En cambio, los grandes inventos, que marcan el progreso de la humanidad, surgen siempre del esfuerzo aislado de los individuos para ser luego cosecha de una masa entera. Así ha sido, por ejemplo, el bombillo eléctrico de Edison, el motor simplificado de Ford, la navegación aérea de los Wright y el patrimonio filosófico de la pequeña Grecia.
Cierto. Se sigue en todo los principios de germinación de la semilla. El esfuerzo individual termina haciéndose masivo en su consumo, por su gran utilidad al mundo. Los grandes inventos se convierten luego en el emporio de las masas, y se olvida al individuo que los ha creado. Pero eso no quita la verdad ineludible de las cosas, que se resume en el hecho de que el gran motor del mundo es producto de la mente individual y no de la manada que no piensa. La mente diluida es propia de la edad moderna. La globalización, el internet y la comunicación masiva, propician el enjambre humano y son los enemigos principales de la individualización. Pensar como individuo es una rebeldía hoy día. Sin embargo, a pesar del rechazo industrial hacia las iniciativas propias, sigue siendo la mente individual la única herramienta hacia el progreso real del hombre.
Silenciosamente, casi presionando el dedo contra el labio, admiramos en el fondo al libre pensador, al hombre rebelde que no se adhiere al conformismo, al que deja un lado el miedo y desata su expresión. El pilar más valioso del sistema educativo podría ser precisamente ese: enseñar al estudiante a pensar, sin que la idea individual quede diluida entre las sumisiones y obediencia de la masa silenciosa.
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