Los nuevos santos mexicanos
Publicado 2000/05/28 23:00:00
- Roberto Blum
Ciudad de México (AIPE)- Desde el domingo 21 de mayo México cuenta con 27 nuevos santos. El Papa declaró solemnemente en la basílica de San Pedro en Roma que estos compatriotas vivieron y murieron ejemplarmente. Sus vidas y sus muertes son dignas de ser imitadas por los cristianos, 25 de ellos fueron mártires -testigos de su fe- durante la guerra cristera que ensangrentó a este país en los años 20. Otros dos fueron fundadores de congregaciones religiosas. Así, San Felipe de Jesús -el primer santo mexicano, sacrificado en Japón hace 420 años- estará acompañado en los altares por 27 mexicanos más.
México ha sido un verdadero semillero de mártires. Los "niños de Tlaxcala", muertos en el siglo XVI, y Miguel Agustín Pro, sacerdote jesuita ejecutado durante el conflicto religioso de la época callista también ofrendaron su vida por defender su fe y sus convicciones religiosas. Otros muchos hombres y mujeres también sacrificaron sus vidas durante las numerosas confrontaciones que han ensangrentado esta tierra desde el período colonial. Sin embargo, los otros dos beatos mexicanos, el indio Juan Diego y Sebastián de Aparicio, no murieron como mártires.
Si los números no mienten, tenemos que de 28 santos, 26 fueron mártires. De los ocho beatos, seis son mártires. Si observamos en nuestra historia patria, los números tampoco serían muy diferentes. Casi todos los héroes del panteón civil mexicano son individuos que murieron trágicamente, por sus ideales o por traición. Comenzando en la época de la Independencia, los ilustres fusilados incluyen a Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Vicente Guerrero y don Agustín de Iturbide. Mucho antes, el emperador Cuauhtémoc también había sufrido un triste final a manos de don Hernán Cortés. En la Revolución de 1910, todos los grandes cayeron bajo las balas. Madero y Pino Suárez traicionados por Huerta. Zapata y Villa, Carranza y Obregón tuvieron la misma suerte. Otros países veneran santos y héroes cuyas vidas son ejemplares. Franklin y Washington, Jefferson, Madison y Hamilton fueron triunfadores en los inicios de Estados Unidos. Abraham Lincoln, si bien fue asesinado, cayó cuando su obra libertaria había sido casi terminada. En España, en Francia, en Alemania y en Inglaterra sucede lo mismo. La mayoría de sus héroes y santos son hombres y mujeres que triunfaron en su vida. Hombres y mujeres que construyeron con esfuerzo sus ideales y sus naciones. En España, por ejemplo, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Francisco de Borja, Santo Domingo de Guzmán y Tomás de Villanueva, son individuos de vidas ejemplares por su éxito. Colón, Balboa y Magallanes, Hernán Cortes y Francisco Pizarro construyeron con su esfuerzo mundos nuevos. Sus vidas -no sus muertes- fueron heroicas.
Hay algo en nuestras instituciones que hace que los grandes mexicanos, nuestros héroes, sean sólo los muertos, los perdedores? ¿Por qué no celebramos aquí a los forjadores triunfantes de la nación? ¿Dónde está el día que celebramos a Hernán Cortés? ¿Por qué tenemos en el olvido al gran capitán mestizo Miguel Caldera? ¿A Francisco de Ibarra? ¿Quién se acuerda de la consumación de la Independencia de México, un 27 de septiembre? Es curioso observar que los mexicanos que viven en Estados Unidos han escogido -a falta de otras fechas- el día 5 de mayo como la fiesta de su nacionalidad. Allá, nuestros compatriotas celebran una de las pocas, poquísimas victorias que ha tenido México en su historia. Allá, los mexicanos se vuelven rápidamente triunfadores. Sus esfuerzos reciben su recompensa. La Guadalupana y la Raza Unida no se contradicen. Más bien se reconcilian.
México desde la Independencia ha vivido una guerra civil casi constante. A veces sangrienta, a veces encubierta. Millones de mexicanos han muerto. Los degüellos masivos en las guerras de principios del siglo XIX. Los fusilamientos hasta mediados de los años 30 del siglo XX. Cientos de miles murieron por hambre y desnutrición, violencia civil y desgobierno generalizado. ¿Qué son las crisis económicas sino guerras intestinas provocadas por los malos gobiernos? Así, en 190 años de vida independiente sólo hemos vivido en paz unos 70 años. Los mexicanos parece que somos los peores enemigos de los mexicanos.
Quizás el verdadero mensaje de la reciente canonización sea el de la reconciliación efectiva. México está sin duda a punto de entrar a una nueva etapa
de su historia. Este 2 de julio podremos lograr el cambio seguro.
Un cambio que permita a todos los mexicanos reconciliarnos y trabajar
unidos para hacer de nuestra patria una nación triunfadora.
(c) http://www.aipenet.com
Investigador del Centro de Investigación para el Desarrollo AC.
México ha sido un verdadero semillero de mártires. Los "niños de Tlaxcala", muertos en el siglo XVI, y Miguel Agustín Pro, sacerdote jesuita ejecutado durante el conflicto religioso de la época callista también ofrendaron su vida por defender su fe y sus convicciones religiosas. Otros muchos hombres y mujeres también sacrificaron sus vidas durante las numerosas confrontaciones que han ensangrentado esta tierra desde el período colonial. Sin embargo, los otros dos beatos mexicanos, el indio Juan Diego y Sebastián de Aparicio, no murieron como mártires.
Si los números no mienten, tenemos que de 28 santos, 26 fueron mártires. De los ocho beatos, seis son mártires. Si observamos en nuestra historia patria, los números tampoco serían muy diferentes. Casi todos los héroes del panteón civil mexicano son individuos que murieron trágicamente, por sus ideales o por traición. Comenzando en la época de la Independencia, los ilustres fusilados incluyen a Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Vicente Guerrero y don Agustín de Iturbide. Mucho antes, el emperador Cuauhtémoc también había sufrido un triste final a manos de don Hernán Cortés. En la Revolución de 1910, todos los grandes cayeron bajo las balas. Madero y Pino Suárez traicionados por Huerta. Zapata y Villa, Carranza y Obregón tuvieron la misma suerte. Otros países veneran santos y héroes cuyas vidas son ejemplares. Franklin y Washington, Jefferson, Madison y Hamilton fueron triunfadores en los inicios de Estados Unidos. Abraham Lincoln, si bien fue asesinado, cayó cuando su obra libertaria había sido casi terminada. En España, en Francia, en Alemania y en Inglaterra sucede lo mismo. La mayoría de sus héroes y santos son hombres y mujeres que triunfaron en su vida. Hombres y mujeres que construyeron con esfuerzo sus ideales y sus naciones. En España, por ejemplo, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Francisco de Borja, Santo Domingo de Guzmán y Tomás de Villanueva, son individuos de vidas ejemplares por su éxito. Colón, Balboa y Magallanes, Hernán Cortes y Francisco Pizarro construyeron con su esfuerzo mundos nuevos. Sus vidas -no sus muertes- fueron heroicas.
Hay algo en nuestras instituciones que hace que los grandes mexicanos, nuestros héroes, sean sólo los muertos, los perdedores? ¿Por qué no celebramos aquí a los forjadores triunfantes de la nación? ¿Dónde está el día que celebramos a Hernán Cortés? ¿Por qué tenemos en el olvido al gran capitán mestizo Miguel Caldera? ¿A Francisco de Ibarra? ¿Quién se acuerda de la consumación de la Independencia de México, un 27 de septiembre? Es curioso observar que los mexicanos que viven en Estados Unidos han escogido -a falta de otras fechas- el día 5 de mayo como la fiesta de su nacionalidad. Allá, nuestros compatriotas celebran una de las pocas, poquísimas victorias que ha tenido México en su historia. Allá, los mexicanos se vuelven rápidamente triunfadores. Sus esfuerzos reciben su recompensa. La Guadalupana y la Raza Unida no se contradicen. Más bien se reconcilian.
México desde la Independencia ha vivido una guerra civil casi constante. A veces sangrienta, a veces encubierta. Millones de mexicanos han muerto. Los degüellos masivos en las guerras de principios del siglo XIX. Los fusilamientos hasta mediados de los años 30 del siglo XX. Cientos de miles murieron por hambre y desnutrición, violencia civil y desgobierno generalizado. ¿Qué son las crisis económicas sino guerras intestinas provocadas por los malos gobiernos? Así, en 190 años de vida independiente sólo hemos vivido en paz unos 70 años. Los mexicanos parece que somos los peores enemigos de los mexicanos.
Quizás el verdadero mensaje de la reciente canonización sea el de la reconciliación efectiva. México está sin duda a punto de entrar a una nueva etapa
de su historia. Este 2 de julio podremos lograr el cambio seguro.
Un cambio que permita a todos los mexicanos reconciliarnos y trabajar
unidos para hacer de nuestra patria una nación triunfadora.
(c) http://www.aipenet.com
Investigador del Centro de Investigación para el Desarrollo AC.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.