Los objetivos integrales de una sociedad
- Arnulfo Arias Olivares
- /
- /
Siempre se habla de la importancia de la educación; pero se presume que para alcanzar los objetivos de un sistema educativo, debe primero haber salud. Esa presunción, sin embargo, carece muchas veces de la necesaria objetividad que exige en nuestro entorno. La salud es tan abarcadora que va desde el agua y alimento que se consumen, hasta los mecanismos de la prevención y el tratamiento de los males que se sufren. Una población mal alimentada, es como un riachuelo que desemboca inevitablemente en los océanos de las enfermedades crónicas. Además de los que se alimentan mal, consumiendo por necesidad las grasas saturadas, están también los que se encuentran todavía en ese umbral de la carencia y que a duras penas se alimentan. El famoso adagio de "pienso, luego existo", debería simplificarse aquí en nuestra América Latina por "como -de ingerir alimentos- luego existo y luego pienso".
La salud, entonces, atada como está con los aspectos básicos del ser humano, debe preceder las otras ambiciones anhelas de la sociedad porque, sin dejar de ser importantes, se encuentran bajo la escala de lo indispensable. Se deben destinar los fondos necesarios para que, a través de programas de alimentación y, en consecuencia, de salud, puedan todos nuestros niños vivir sanamente, sea cual sea la circunstancia de ese entorno en el que viven. Después que eso se logre, entonces nos encaminamos bien hacia la educación. Pensar que todo debe hacerse de una sola vez en términos de bienestar social, es caminar en un estado fantasioso que en nada compagina con las realidades de nuestra sociedad y de nuestro mundo. Sin alimento no hay salud y sin salud no puede haber educación; y sin todas esas cosas, tampoco habrá progreso. Cuando los niveles de pobreza alcanzan esos márgenes extremos en los que la carencia de nutrientes básicos se hace parte de la vida, no hay espacio en la mentalidad del hombre para ninguna otra cosa. Lo anterior se tiene comprobado ya al leer los testimonios de los campos de concentración, como el que nos ha legado Victor Frankl, en los que manifiestan que soñaban sólo con comida y que durante todo el día los movía el estómago y las ansias de comer únicamente, como motivaciones básicas de una existencia limitada; después de todo eso, venía Dios y la familia y la moral.
Como sabemos ya que una persona que carece de alimentos básicos, solo pensará en ellos, y que, muy probablemente, engrosará las filas de personas que, a futuro, serán las víctimas de enfermedades crónicas, debemos comenzar desde ese punto de partida para que se logre el objetivo de salud integral y, finalmente, de la educación. Un estudiante bien alimentado, y sano en consecuencia, será como una esponja que lo absorbe todo en el sistema educativo; pero uno que sufra del flagelo de hambre, tendrá pobre rendimiento y estará pendiente de condena de una vida atada a la pobreza y la necesidad.
Debemos superar complejos del "Singapur de las Américas" o del "Dubái de América Latina", y comenzar por mitigar esos estados de carencia básica, de falta de alimentación o de alimentaciones deficientes, de carencia de agua potable y medicina, de techo y de zapatos, para entonces enfilar los pasos hacia estados superiores de progreso. Mientras eso no pase, seremos como la marea social que sube y baja, sin lograr esos estados de bienestar humano permanente, en los que la educación sí cala y enriquece a toda una nación.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.