Los procónsules gringos en Panamá
Publicado 1999/11/26 00:00:00
- Diógenes A. Arosemena G.
De la lectura de algunos libros de autores norteamericanos, hemos logrado derivar suficientes conocimientos sobre la conducta de los Cónsules, primero y, después, de la conducta de los Embajadores norteamericanos en el suelo patrio. Los unos y los otros abusaron, en su momento, de las funciones que les correspondía desempeñar, o sea la de representar a su país y defender sus intereses cuando las circunstancias lo ameritasen. Por eso es que, a los representantes norteamericanos del primer tramo histórico de nuestras relaciones con los Estados Unidos, se les ha calificado, peyorativamente, de Procónsules. Ello no quiere decir, de ninguna manera, que los Embajadores subsecuentes no hayan tratado de imitar el evidente abuso en el ejercicio de las funciones de los propios Procónsules. A este respecto recomendamos la lectura de un libro, viejamente traducido en la Universidad, que escribiera William D. McCain.
Para hablar de historia reciente, si por algo se ha caracterizado la representación diplomática norteamericana en el país ha sido porque, sistemáticamente, incursiona en las cuestiones del Gobierno panameño que, ciertamente, no le competen. Por ello, hace algún tiempo, invitamos a las autoridades del país a que declararan non grato a un irrespetuoso Embajador. Por supuesto, que ello no sucedió toda vez que, para asumir una actitud como la que asumió el Presidente Chiari, vigorosa y muy panameña, hay que estar vertebrado moralmente. Y eso es lo que, por lo general, ha faltado a nuestros ejecutivos.
Ahora la historia se repite. El actual Embajador no sólo ha dicho que en el país hay corrupción rampante, hay drogas y lavado de dinero como si esos males no fueran también males de los Estados Unidos. Ahora se presiona para que el Ejecutivo, antes del 31 de diciembre, firme un Acuerdo sobre Espionaje desde la República que, en nuestro concepto, lesiona la soberanía nacional. Se trata de una enmascarada ocupación del territorio del Estado panameño con un desparpajo que no tiene parangón en la América Latina. Según esa tesis habrá norteamericanos en diferentes puntos de la República, lo que significa una grotesca imitación de la ocupación del país, que se originó con la Convención del Canal Istmico de 1903. Esos cuatro norteamericanos aquí y cuatro más allá son suficiente asidero para que el Estado norteamericano, que habla de democracia y de respeto a la soberanía de todos los Estados, de la noche a la mañana promueva una ocupación mayor. Ellos son expertos en esos abusos. O es que lo que sucedió por dos años en Chiriquí no fue una ocupación territorial. ¿Y qué fue lo de 1989?.
En la Convención de 1903 no se autorizó a los Estados Unidos para recibir los Puertos de Balboa y Cristóbal. Pero por la presión de John Hay, entonces Secretario de Estado Norteamericano, Varilla firmó una nota haciendo la respectiva concesión, sin parar en mientes en que una nota no podía modificar una convención o Tratado ni siquiera el aludido anteriormente con todos sus abusos y todas las entregas del territorio nacional. Esa nota no ha sido aún traducida. Otro ejemplo interesantísimo, para quienes miran inadvertidamente nuestra historia, lo constituye el hecho de que la Convención de 1903 tampoco autorizó la militarización de la Zona del Canal. Las bases militares que hemos heredado, muy poco sabemos qué es lo que vamos a hacer con ellas, a menos que sea un secreto del Dr. Barletta y que por ello no quiera renunciar a su cargo.
Nada nos puede asegurar que los norteamericanos, que nos han ocupado por casi un siglo, que nos han ametrallado, que nos han invadido y que han explotado nuestro mejor y mayor riqueza natural que es nuestra configuración y posición geográficas, se vayan a parar con ... y no se antojen, los conservadores del Senado y quienes se dejen arrastrar por ellos, de ocupar nuevamente a la República. En 1926 querían, como medio de presión para que siguieran nuestras relaciones regidas por la Convención de 1903, que se incluyera en el Tratado que se firmó y sólo se firmó, que fuéramos obligatoriamente, sus aliados en caso de conflagración en que se vieran comprometidos. Allí no termina la presión. Para ratificar el Tratado Arias-Roosevelt de 1936, la mejor pieza contractual lograda por Panamá, los Estados Unidos exigieron la nota que, en 1939, les remitió nuestro Embajador en Washington. Esta nota restaba un tanto del verdadero valor de algunos artículos de ese Tratado de 1936, sin que ello fuera correcto. Y las presiones siguen. En el Tratado Robles-John se exigió la concesión para que pudiera construirse un canal a nivel bajo control norteamericano, y , aunque no sean todas las presiones, en 1977 se logra el Tratado sobre Neutralización del Canal, que es un texto o perpetuidad e intervencionista.
Los Estados sólo son soberanos cuando tienen un territorio ininterrumpido, cuando tienen una población históricamente consolidada que determine el destino de ese Estado con su respectivo Gobierno y cuando se goza de total y absoluta de soberanía. Una nueva ocupación es tanto como desmembrar de nuevo el territorio nacional y es tanto como violar la soberanía del Estado panameño. Cualesquiera de estos cuatro elementos que sufra seria afectación desdibuja y borra la condición de Estado soberano que nos corresponde en el concierto de las naciones. Se persigue eso esta vez.
Después hablaremos de los peligros que todo ello comporta.
Para hablar de historia reciente, si por algo se ha caracterizado la representación diplomática norteamericana en el país ha sido porque, sistemáticamente, incursiona en las cuestiones del Gobierno panameño que, ciertamente, no le competen. Por ello, hace algún tiempo, invitamos a las autoridades del país a que declararan non grato a un irrespetuoso Embajador. Por supuesto, que ello no sucedió toda vez que, para asumir una actitud como la que asumió el Presidente Chiari, vigorosa y muy panameña, hay que estar vertebrado moralmente. Y eso es lo que, por lo general, ha faltado a nuestros ejecutivos.
Ahora la historia se repite. El actual Embajador no sólo ha dicho que en el país hay corrupción rampante, hay drogas y lavado de dinero como si esos males no fueran también males de los Estados Unidos. Ahora se presiona para que el Ejecutivo, antes del 31 de diciembre, firme un Acuerdo sobre Espionaje desde la República que, en nuestro concepto, lesiona la soberanía nacional. Se trata de una enmascarada ocupación del territorio del Estado panameño con un desparpajo que no tiene parangón en la América Latina. Según esa tesis habrá norteamericanos en diferentes puntos de la República, lo que significa una grotesca imitación de la ocupación del país, que se originó con la Convención del Canal Istmico de 1903. Esos cuatro norteamericanos aquí y cuatro más allá son suficiente asidero para que el Estado norteamericano, que habla de democracia y de respeto a la soberanía de todos los Estados, de la noche a la mañana promueva una ocupación mayor. Ellos son expertos en esos abusos. O es que lo que sucedió por dos años en Chiriquí no fue una ocupación territorial. ¿Y qué fue lo de 1989?.
En la Convención de 1903 no se autorizó a los Estados Unidos para recibir los Puertos de Balboa y Cristóbal. Pero por la presión de John Hay, entonces Secretario de Estado Norteamericano, Varilla firmó una nota haciendo la respectiva concesión, sin parar en mientes en que una nota no podía modificar una convención o Tratado ni siquiera el aludido anteriormente con todos sus abusos y todas las entregas del territorio nacional. Esa nota no ha sido aún traducida. Otro ejemplo interesantísimo, para quienes miran inadvertidamente nuestra historia, lo constituye el hecho de que la Convención de 1903 tampoco autorizó la militarización de la Zona del Canal. Las bases militares que hemos heredado, muy poco sabemos qué es lo que vamos a hacer con ellas, a menos que sea un secreto del Dr. Barletta y que por ello no quiera renunciar a su cargo.
Nada nos puede asegurar que los norteamericanos, que nos han ocupado por casi un siglo, que nos han ametrallado, que nos han invadido y que han explotado nuestro mejor y mayor riqueza natural que es nuestra configuración y posición geográficas, se vayan a parar con ... y no se antojen, los conservadores del Senado y quienes se dejen arrastrar por ellos, de ocupar nuevamente a la República. En 1926 querían, como medio de presión para que siguieran nuestras relaciones regidas por la Convención de 1903, que se incluyera en el Tratado que se firmó y sólo se firmó, que fuéramos obligatoriamente, sus aliados en caso de conflagración en que se vieran comprometidos. Allí no termina la presión. Para ratificar el Tratado Arias-Roosevelt de 1936, la mejor pieza contractual lograda por Panamá, los Estados Unidos exigieron la nota que, en 1939, les remitió nuestro Embajador en Washington. Esta nota restaba un tanto del verdadero valor de algunos artículos de ese Tratado de 1936, sin que ello fuera correcto. Y las presiones siguen. En el Tratado Robles-John se exigió la concesión para que pudiera construirse un canal a nivel bajo control norteamericano, y , aunque no sean todas las presiones, en 1977 se logra el Tratado sobre Neutralización del Canal, que es un texto o perpetuidad e intervencionista.
Los Estados sólo son soberanos cuando tienen un territorio ininterrumpido, cuando tienen una población históricamente consolidada que determine el destino de ese Estado con su respectivo Gobierno y cuando se goza de total y absoluta de soberanía. Una nueva ocupación es tanto como desmembrar de nuevo el territorio nacional y es tanto como violar la soberanía del Estado panameño. Cualesquiera de estos cuatro elementos que sufra seria afectación desdibuja y borra la condición de Estado soberano que nos corresponde en el concierto de las naciones. Se persigue eso esta vez.
Después hablaremos de los peligros que todo ello comporta.
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