"In memoriam"
Publicado 2004/11/04 00:00:00
- Dr. Miguel Antonio Bernal
El 1 de noviembre de 2004, víspera del día de los difuntos, uno de los despachos de la Corte Suprema de Justicia dejó de brillar, ya que fallecía quien fuera nuestro jefe, y no sólo jefe, sino amigo por sus atinados consejos para la vida profesional y personal, el Magistrado Rogelio A. Fábrega Zarak, quien con su carácter callado, pausivo, sin hacer "alharaca" de su alto bagaje intelectual, muy estudioso del derecho, podríamos considerarlo un profesional que le dio renombre a la Corte Suprema de Justicia.
Ello, por sus fallos siempre apegados más que a la ley, a la justicia, tal como dice uno de los mandamientos del abogado que creara el jurista Eduardo J, Couture: "Tu deber es luchar por el derecho, pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia".
Sin embargo, el Magistrado Fábrega no solamente se distinguió por ocupar altos cargos en el gobierno como Asesor Presidencial, Ministro de la Presidencia, Ministro de Hacienda y Tesoro, llegando a la alta investidura de la máxima corporación de justicia del país, y de ser catedrático en la Universidad de Panamá, donde tuvimos el honor de ser estudiantes de su curso de Hacienda Pública o Derecho Fiscal, sino por su don de gente, honradez y sencillez.
El Magistrado, muy respetuoso y todo un caballero, de manera callada, casi anónima, ayudó a resolver infinidades de problemas a su alrededor gracias a su temperamento equilibrado y siempre justo, sin estar aferrado al poder, así como de departir en su despacho momentos felices, especialmente para su cumpleaños, día del padre, fiestas de Navidad y Año Nuevo. Fue el vivo ejemplo de un servidor judicial comprometido por una eficaz y eficiente administración de justicia.
Unicamente nos queda resignarnos, y, en especial, a su esposa Lille Medina de Fábrega y a sus hijas, pues así es la ley de la vida.
Ojalá que los algunos juzgadores sepan imitar al Magistrado Fábrega, a fin de que tengamos una mejor excelencia en la cuestionada administración de justicia.
¡Hasta luego Magistrado y deseos de paz a su alma!
Ante la imposibilidad de lograrse lo planteado por Esopo y de que no se darían las condiciones para que Xanto iniciara la toma, a los jueces no les quedó más remedio que declarar que la apuesta era improcedente y el señor aquél, en vez de entrar con sus muebles a la casa de Xanto, tuvo que resignarse y regresarse a la suya con todo el mobiliario.
Ello, por sus fallos siempre apegados más que a la ley, a la justicia, tal como dice uno de los mandamientos del abogado que creara el jurista Eduardo J, Couture: "Tu deber es luchar por el derecho, pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia".
Sin embargo, el Magistrado Fábrega no solamente se distinguió por ocupar altos cargos en el gobierno como Asesor Presidencial, Ministro de la Presidencia, Ministro de Hacienda y Tesoro, llegando a la alta investidura de la máxima corporación de justicia del país, y de ser catedrático en la Universidad de Panamá, donde tuvimos el honor de ser estudiantes de su curso de Hacienda Pública o Derecho Fiscal, sino por su don de gente, honradez y sencillez.
El Magistrado, muy respetuoso y todo un caballero, de manera callada, casi anónima, ayudó a resolver infinidades de problemas a su alrededor gracias a su temperamento equilibrado y siempre justo, sin estar aferrado al poder, así como de departir en su despacho momentos felices, especialmente para su cumpleaños, día del padre, fiestas de Navidad y Año Nuevo. Fue el vivo ejemplo de un servidor judicial comprometido por una eficaz y eficiente administración de justicia.
Unicamente nos queda resignarnos, y, en especial, a su esposa Lille Medina de Fábrega y a sus hijas, pues así es la ley de la vida.
Ojalá que los algunos juzgadores sepan imitar al Magistrado Fábrega, a fin de que tengamos una mejor excelencia en la cuestionada administración de justicia.
¡Hasta luego Magistrado y deseos de paz a su alma!
Ante la imposibilidad de lograrse lo planteado por Esopo y de que no se darían las condiciones para que Xanto iniciara la toma, a los jueces no les quedó más remedio que declarar que la apuesta era improcedente y el señor aquél, en vez de entrar con sus muebles a la casa de Xanto, tuvo que resignarse y regresarse a la suya con todo el mobiliario.
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