México a la hora de Fox

Por invitación del presidente Fox y del Partido Acción Nacional (PAN), que ingresó a la Internacional de Partidos Demócratas Cristianos y Populares bajo mi presidencia de dicha organización, Teresita y yo asistimos a la toma de posesión del primer presidente realmente democrático de México en los últimos setenta años.
El día de su toma de posesión, su estilo constituyó un verdadero vendaval democrático. Al día siguiente, el diario Reforma, uno de los mejores de México, inició un artículo intitulado "Yo soy quien soy" (no "Yo soy el Estado") Con estas palabras "Acabó con todo. Con el mito del PRI, con la imagen sacramental del Presidente, con el rito y las solemnidades."
En su primera página, Reforma registró, por lo menos, ocho instancias de cómo Fox rompió los usos y abusos que había institucionalizado la revolución mexicana, paralizándose en el PRI, un partido corporativo, no democrático, manipulador, no respetuoso de la ley, corrupto, no honesto, asfixiante, no vivificante, y polarizador, no unificador.
Fox comenzó el día comulgando en la Basílica de Guadalupe, donde oyó al sacerdote llamarlo "el primer presidente guadalupano", es decir católico de fe arraigadamente popular, y en el Palacio Legislativo invocó a Dios a propósito del servicio a la Patria. Desayunó tamales y atole con chiquillos de la calle y en su discurso exclamó: "Hoy les digo a todas las chiquillas y chiquillos mexicanos que nos les fallaré" Se presentó a la ceremonia de vestido gris, con sus consabidas botas; en su discurso recordó que "crecí en el campo, en un ejido", de donde sacó su convicción de que así como la mayor cosecha es la que crece del híbrido, así en la sociedad la mayor fuerza viene de la diversidad; luego terminó afirmando: "tengo las botas bien puestas en la tierra: a la realidad la veo de frente y nunca le doy la espalda"
Al "protestar" la clásica fórmula del juramento constitucional, añadió un compromiso solemne de "mirar por los pobres y marginados del país"; los legisladores del PRI lo denunciaron, pero a costa de enajenarse a los 40 millones de pobres que deja el PRI sobre una población de 97 millones. Inició su discurso, no con el protocolar "Honorable Congreso de la Unión", sino con un "hola Ana Cristina, Paulina, Vicente y Rodrigo", demostrando su pasión por sus cuatro hijos adoptados, de quienes se ha ocupado desde que su esposa se divorció de él y cuyos rasgos típicamente mexicanos contrastan con su propia fisionomía hispánica. Para destacar la obra de la democratización de México, enumeró diez héroes muy diversos de la misma (incluyendo a figuras nacionales como Madero y Vasconcelos, a panistas como Gómez Morin, Clouthier y Castillo Peraza, pero también a figuras de la izquierda marxista como Lombardo Toledano y Revueltas y a un priísta, el asesinado Luis Donaldo Colosio, cuyo secretario privado, Adolfo Durazo, lo es ahora de Fox). Cuando reafirmó el carácter laico del Estado, legisladores del PRI intentaron sacarlo de sus casillas lanzándole el nombre de Juárez a gritos. Pero se callaron cuando él los sorprendió coreándolo y llamándolos de buen humor "muchachos". Cada vez que intentaron interrumpirlo, supo imponerse con autoridad y sonriente ironía.
Con razón, Reforma concluía, después de su reseña de un discurso de una hora y una ceremonia de dos horas: " Hay nuevo Presidente. A todo galope, el estilo Fox". Las encuestas de los diarios comprobaron que entre el 87% y 92% de los encuestados aprobaban la primera jornada de su Presidente. El cambio democratizador se hizo palpable en el estilo del Presidente. El pueblo mexicano se sintió esperanzado.
Pero, además de un nuevo estilo, ¿qué propuso el presidente Fox al pueblo mexicano? Su discurso de toma de posesión merece atención. Lo primero que destacó fue su compromiso con "el cambio democrático que entró en su fase decisiva el 2 de julio", día de su elección presidencial.
Por ello, su gobierno se caracterizará de tres maneras. Primero, "en esta nueva época de ejercicio democrático, el Presidente propone y el Congreso dispone", y al tradicional monólogo presidencial de antaño debe suceder el diálogo y la convergencia, que requieren "una relación cimentada en negociaciones permanentes con los grupos parlamentarios", tanto más necesarias que su partido no tiene mayoría legislativa. Segundo, ratificó su compromiso de que su gobierno ha de "rendir cuentas ante esta representación nacional, tan amplia y frecuentemente como sea necesario... semana a semana". Estos dos rasgos explican, sin duda, el carácter marcadamente pluralista de su Gabinete y de su equipo de gobierno. Tercero, se declaró el mejor aliado de la consolidación de la autonomía del Poder Judicial y de la independencia de sus integrantes, de manera que puedan determinar la constitucionalidad de las leyes y la legalidad de sus acciones.
En esta perspectiva planteó "el gran reto de la reforma del Estado," para dar paso "a una era de democratización profunda de la vida nacional". Ello implicará, según Fox, "impulsar proyectos sustantivos de reforma constitucional" y un inventario de siete reformas sectoriales en diversas materias: libertad de expresión, igualdad social, realización de proyectos educativos, crecimiento económico con estabilidad que proporcione posibilidades de empleo, descentralización que haga realidad la Federación, transparencia y rendimiento de cuentas que anulen la corrupción y el engaño y seguridad ciudadana sobre la base de cancelar la impunidad.
Fox insistió en lo positivo de "la fuerza de la diversidad", de un pluralismo civilizado, de la tolerancia y de la convergencia democrática. Por ello en contra del "centralismo absorbente", él convocó "a una gran alianza federal" que abarque formas de la democracia directa como el plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular.
Descalificó tajantemente el espionaje, la vigilancia y la intimidación políticas, afrimando "que un gobierno que espía para saber lo que la gente está pensando es porque no está escuchando". Y se comprometió a respetar más que nunca los derechos humanos, de manera que México no sea "ya más referencia de descrédito" en esta materia. Repudió la corrupción y advirtió sin ambages: "los grandes corruptos del pasado, del presente y del futuro rendirán cuentas; no habrá para ellos borrón y cuenta nueva". Anunció que sin sustituirse a las instancias judiciales, se propone abrir "lo que ha permanecido cerrado en episodios sensibles de nuestra historia reciente".
Fox reconoció plenamente, junto con la magnitud de la obra democratizadora, la de la tarea económica. Reconoció que recibe un gobierno con una economía en marcha, pero destacó que cuenta con un "presupuesto con muy escaso margen de maniobra para responder a los enormes rezagos sociales": Por no cerrar los ojos a la miseria y marginación que afecta a millones de mexicanos, el Presidente argumentó que la "justicia social es parte de una economía eficiente, no su adversaria", que "la economía debe recuperar su dimensión moral y humanista" y que la calidad de vida de una sociedad se mide sobre todo por la equidad en la distribución de la riqueza que produce. Ello, sin embargo, ha de darse dentro del respeto a las variables macroeconómicas, porque jugar con ellas no hace más que incrementar la pobreza.
En este ámbito, las comunidades indígenas constituyen una primera prioridad. Las invitó a la plena participación y exclamó con convicción: "¡Nunca más un México sin ustedes!". Anunció que el primer acto de su gobierno será presentar al Congreso el documento que sintetiza el acuerdo al que se había llegado con los indígenas de Chiapas y cuya aprobación legislativa el presidente Zedillo no había tramitado. Además, en su primer día como Comandante Supremo de las fuerzas armadas ordenó el repliegue militar de los territorios donde los indígenas de Chiapas viven, teniendo sin duda en cuenta que de hecho su acción violenta fue de muy corta duración.
La clave del desarrollo para Fox reside en la educación. Anunció que buscará por todos los medios elevar el presupuesto correspondiente, y que la educación impartida por el Estado mantendrá su carácter laico, público y gratuito. Por otra parte, se propuso democratizar los servicios de salud pública hasta que cada familia pueda elegir su propio médico y que todas las familias cuenten con un seguro básico de salud.
En consecuencia planteó desde el inicio una reforma fiscal, cuyos criterios serán "equidad en las cargas, simplificación del pago y eficacia en la administración" y cuyos resultados se invertirán en salud, seguridad y educación.
No privatizará la Comisión Federal de Electricidad, aunque promoverá su apertura a la inversión privada. Tampoco privatizará Petróleos Mexicanos (PEMEX), que se han de manejar con criterio de eficiencia empresarial.
Su gobierno defenderá a los mexicanos migrantes de abusos de las autoridades extranjeras.
Ante estos dos grandes compromisos, el cambio profundo del Estado y la búsqueda de un desarrollo efectivo con equidad real, Fox reiteró su filosofía de gobierno auténticamente democrático: "difiero radicalmente -explicó- de la antigua expresión de que el poder no se comparte...Compartiré el poder, pero también las responsabilidades...No seré un presidente que lo pueda todo... Ya no es más una persona, o un gobierno, el responsable de los destinos de la nación. Todos tenemos, en nuestras trincheras, un papel que jugar en esta gran lucha de México. A todos invito, a todos convoco a una gran alianza para transitar de la discrecionalidad al Estado de derecho..., para avanzar de la marginación del desarrollo..., para transformar el pesimismo en esperanza..."
¿Habrá prometido demasiado Vicente Fox al asumir la Presidencia de México? Estimo que evaluó acertadamente las expectativas del pueblo méxicano y la magnitud de lo que tiene que acometer. Como lo afirmó el destacado intelectual mexicano Enrique Krause: "La presidencia de Vicente Fox representa, desde su arranque, un cambio radical de paradigma en la biografía del poder en México" (Reforma, 3 de diciembre, 30ª). Pero el mismo Krause advierte que "en esta aurora de la esperanza... hay una nube: la política...Es la hora de la verdad, no para la democracia, sino para la República. Si el Congreso acentúa su espíritu de partido o sus intereses personales o sectoriales, el presidente Fox apelará sin duda, legítimamente, a la comunicación directa con el elector".
Creo que en su discurso inaugural, esbozó ambas alternativas: propuso un entendimiento legislativo a la oposición y al mismo tiempo hizo un primer llamado a la opinión pública para que comience a influir sobre el Congreso a favor del cambio democratizador. Por el bien de México y de la democracia continental, espero y confío que logre este cambio. ¡El pueblo mexicano se lo merece!