Nadie golpea a un perro muerto
- Judy Meana
Esta frase la escuché por primera vez en 1992 durante un curso de superación personal basado en las enseñanzas de Dale Carnegie, famoso motivador estadounidense y escritor de varios libros de auto ayuda, quien decía que “la crítica injusta es frecuentemente un cumplido disfrazado. Significa muchas veces que hemos provocado celos y envidias. Recordemos que nadie golpea a un perro muerto”.
Carnegie aconsejaba que para sobrevivir a las críticas, hay que hacer las cosas lo mejor que se pueda. “Después abra el viejo paraguas y procure que la lluvia de críticas no le moje”. Consideraba valioso hacer “un registro de las tonterías que se hayan cometido” y pedir una crítica “imparcial, útil y constructiva” de alguien que nos tenga aprecio.
El problema es cuando el perro muerde. Es probable que nadie se atreva a criticarlo, y yo mucho menos voy a entrarle a periodicazos. Hablo en sentido figurado.
En vez de criticar inútilmente y censurar a la gente, como decía Carnegie, “es mejor tratar de entender por qué hacen las cosas que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad.”
Empecemos por admitir los errores propios. Intentemos mejorar nosotros primero, en lugar de querer cambiar a los demás.
Vale la pena ver el lado positivo de las cosas, sacar lo bueno de lo malo. Las personas en el fondo tenemos el anhelo de sentirnos apreciados. Por eso luchamos y nos esforzamos por ser mejores.
Nos gusta ganar pero también hay que aprender a perder con dignidad. Que la derrota o fracasos no sean causa de sufrimiento. Transformemos estas experiencias, propias de nuestra condición humana, en lecciones de vida que nos fortalezcan. Son oportunidades para mejorar y crecer.
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