Panamá
Olvidados II
Las cámaras profesionales enmarcan los pensamientos, los testigos, y a los habitantes de la zona. Los temas se vuelven cada vez más oscuros, cuanto más tensa es la situación más se crispan las voces.
- Alonso Correa
- /
- [email protected]
- /
- - Actualizado: 05/10/2022 - 12:00 am
Los perros, famélicos y sarnosos, pasan desapercibidos entre la multitud y las mujeres, vestidas con sus naguas como piedras preciosas, tratan de no llamar la atención sin lograrlo. En un pequeño instante de silencio se escucha a todas las aves cantar al unísono. Trinos, silbidos y crotoreos se unen en una sintonía cacofónica con el voceo de los monos aulladores a lo lejos y los chillidos de los cariblancos que saltan de rama en rama justo en la linde de la selva.
Las cámaras profesionales enmarcan los pensamientos, los testigos, y a los habitantes de la zona. Los temas se vuelven cada vez más oscuros, cuanto más tensa es la situación más se crispan las voces. El recuento de sucesos terribles empieza a amargar una visita ya bastante amarga. Violaciones, represiones y negligencias.
Crónicas horribles de seres humanos abandonados a su suerte. Charco La Pava no tiene luz. La compañía afirma lo contrario pero el débil flujo eléctrico hace que las medicinas y las viandas duren poco. Igual que el buen clima. Unas gotas amenazadoras nos meten prisa. El celeste del lago se transforma en un tono plúmbeo, reflejando las nubes que nos sobrevuelan. Charco La Pava no tiene casi nada, solo desidia y rechazo. Los que viven allí desean irse, los que llegan quieren lo mismo.
Una vez terminadas las revisiones médicas, el tiempo muerto ayuda a algunos a finalizar el trabajo a medias, a otros a conversar con los locales. Los minutos parecen eternos, el día se hace más viejo.
Termina la reunión porque el vendaval comienza a arreciar y la comitiva emprende la retirada hacia los vehículos aparcados en la falda de la colina. Es la 1:54 de la tarde. Empieza el veloz viaje de vuelta. Recorremos, por segunda vez, la anaconda de asfalto parcheado que va desvelando, poco a poco, la bruma marina. El deterioro de la vía se va haciendo cada vez menos visible, con cada palmo recorrido, la pintura y el pavimento tienen mejor aspecto.
Cruzamos el puente sobre el río Changuinola a las 2:33, en él varios grupos de personas disfrutan de la tarde dándose un baño. Nos desviamos de la ruta original para terminar en un restaurante sin nombre que pueda ser visto desde afuera. 'Chiquita Banana' me contestan al preguntar. La comida recién hecha es bien recibida. Salimos de Chiquita Banana a las 4:35 de la tarde. El sonido de los motores anuncia el regreso a la capital. El zumbido monótono y molesto es hipnótico y en los rostros se refleja el olvido que trae a las mentes de los que se dejan llevar por el sopor. La ablepsia cae sobre aquellos que desean llegar cuanto antes a sus casas, a su ducha caliente, a su aire acondicionado, a su comida preferida. De aquellos que quieren olvidar el olor a pobreza, los rostros de la miseria.
Los que se quedaron atrás, entre tallos de guineo y palmerales ya no importan, se desdibujan poco a poco en los recuerdos, apenas quedará una foto con su respectivo pie. Una publicación acerca de las bellezas de ‘mi’ Panamá. Nada más. Los olvidados se van a dormir sabiendo que de nada ha servido el haberse quejado, el haber solicitado que miren hacia ellos. El pensamiento insidioso de que estas giras pueden no servir para nada también se olvidará empujado por la urgencia de conseguir sobrevivir un día más. Nada va a pasar y pasarán más meses, y volverán otros a verlos y volverán a olvidarlos. Los olvidados cada vez más difusos, los que olvidan cada vez más indiferentes.
La solución está ahí, oculta entre las declaraciones, las protestas y las pruebas, solo hay que buscarla.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.