¿Para qué sirve saber Historia?

¿Para qué sirve saber Historia? Esta es una pregunta que podría hacer cualquier joven, especialmente si sus preferencias lo llevan o la llevan a seguir estudios científicos o tecnológicos. La pregunta tiene pertinencia y la respuesta no debería ser esquemática. Responderla supone una labor pedagógica que logre convencer a los jóvenes que a través de la enseñanza de la Historia, la Universidad cumple dos de sus grandes cometidos: el de formar ciudadanos cabales y el de preservar el legado de las generaciones precedentes.
Los jóvenes saben que la Historia no sirve para resucitar a los muertos, pero deberían saber que es necesaria para hacer reflexionar a los vivos. La Universidad es el ámbito más apropiado para fortalecer la memoria colectiva a través del examen, de la discusión, de la investigación histórica. Estas son tareas delicadas que necesitan de un rigor, de un método, de una disciplina.
La Historia panameña, como todas las historias nacionales, es un proceso de singularización cultural. Si los jóvenes descuidan el conocimiento de nuestra Historia están empobreciendo su patrimonio intelectual y están descuidando su propia identidad. Panamá no es una "vieja nación" pero tampoco es de origen reciente. Tenemos una Historia Nacional que se ha ido desarrollando a medida que los habitantes del territorio panameño han marchado y marchan hacia la libertad, hacia el progreso, hacia las conquistas espirituales y materiales.
La Historia panameña está llena de hechos memorables, de lugares memorables, de símbolos y de mitos memorables. El orgullo de ser panameño se funda en nuestra identidad nacional, y se afirma en la gloria, el honor y el ejemplo de los grandes hombres y de los grandes hechos de nuestra historia. La Escuela y la Universidad son los mejores espacios para cultivar el recuerdo, para hacerlo vivir en la mente de las nuevas generaciones. La Escuela y la Universidad son los ámbitos más apropiados para mantener funcionando los símbolos de la memoria colectiva que ayudan a evitar la desorientación y el naufragio colectivos.
Bajo esta perspectiva, en el Artículo 89 de la Constitución Política de Panamá "se reconoce que es finalidad de la educación panameña fomentar en el estudiante una conciencia nacional basada en el conocimiento de la historia y los problemas de la patria". Están fuera de la realidad quienes pretenden dejar de cumplir con esta norma Institucional, cuyos objetivos superiores son impulsados por los numerales 2 y 9 del Artículo 9 de la Ley 39 de 6 de julio de 1995, complementaria de la Ley 47 de 1946 Orgánica de Educación, así como por el Artículo 51 del Estatuto de la Universidad de Panamá.
Cuando un joven pregunta qué hacer para ser un buen ciudadano, una de las tantas respuestas acertadas se vincula a la necesidad de saber Historia. Es obvio que ese saber, ese conocimiento de la Historia no se limita a la Historia nacional. Un joven maduro debe tener una conciencia universal.
Actualmente, en virtud de la televisión, del Internet y de otros medios de información y de diversión, los protagonistas de la Historia antigua y hasta de la moderna podrían hallarse confundidos en la mente de los niños y de los jóvenes, como siendo parte de un universo en el que cohabitan Atahualpa con Roberto Durán, o Alejandro Magno con Batman, o Juana de Arco con Betty La Fea.
Los desarrollos de la ciencia y de la técnica hacen recaer en la Escuela y en la Universidad una función complementaria: la de ayudar al niño y al joven a rescatar, del sustrato de información disponible, los contenidos valiosos y permanentes, a discernir entre lo que tiene valor histórico y lo que pertenece a la efímera realidad -o virtualidad- del espectáculo.
Invita a la reflexión el hecho de que los consagrados educadores que integran la Comisión de Enseñanza de la Historia de Panamá, hubiesen llegado en un reciente pronunciamiento a las siguientes conclusiones: i) En la actualidad, la educación de la enseñanza de la Historia de Panamá es similar a la que existía hace 50 años; ii) Los Programas de Educación Básica General para las escuelas, del primero al noveno grado, indican que la enseñanza de la Historia de Panamá ocupa una posición complementaria dentro de las denominadas Ciencias Sociales, con evidentes fallas; iii) La fase experimental en que están estos programas ofrece la oportunidad de corregir estas fallas; iv) La revisión de la enseñanza de la Historia de Panamá en los Programas de la Educación Media es inaplazable; v) La revisión integral de los programas y de los textos escolares en estos niveles educativos es prioritaria; vi) En la Universidad de Panamá, de un total de 17 Facultades sólo 3 imparten el curso de Historia de Panamá; vii) En más de cien carreras que tiene la Universidad, sólo en siete se enseña la asignatura aludida.
La conclusión que aflora como resultado de lo expuesto por la Comisión de la Enseñanza de la Historia de Panamá es que "el mejor homenaje que se le puede hacer a la Patria es que la enseñanza de la Historia de Panamá sea impartida en todas las carreras de la Universidad de Panamá y en el resto de los centros de estudios superiores, a la vez que reciba un trato preferencial en los programas de la Educación Básica General y Media".
Sólo aprendiendo Historia -y Geografía- los jóvenes pueden ubicarse correctamente en el tiempo y en el espacio. Los niveles local y planetario en virtud de la globalización tienen cada vez una interrelación más compleja que está determinando las modalidades futuras de los intercambios culturales. Estos intercambios culturales están a su vez determinando la forma de ser de las generaciones presentes y venideras. Responder acertadamente al interrogante ¿Quo Vadis? supone saber de dónde se viene. De lo contrario, la humanidad se convertiría en una especie compuesta por millones y millones de autómatas, de marionetas o de Sísifos.
Estas reflexiones sobre la importancia del conocimiento de la Historia han sido suscitadas por las justas reacciones de distinguidos educadores sobre la reducción que ha sufrido en la Universidad de Panamá el número de cursos de Historia. A nadie escapa que el problema de los programas de la enseñanza de la Historia está subsumido en la problemática mayor de los contenidos y de las finalidades de la educación superior. Tampoco se nos escapa que si la Universidad de Panamá evolucionara en el sentido de ir disminuyendo la enseñanza de la Historia por desinterés de los estudiantes, esta tendencia estaría indicando la conformación de una futura sociedad panameña con una nueva desigualdad: los que saben Historia y que por tanto están mejor capacitados para vivir mejor el presente y construir mejor el futuro, y los que no saben Historia.
Si estos últimos constituyeran una mayoría, habría razones para inquietarse sobre el lugar que ocuparán los panameños en el mundo. Los jóvenes que no saben Historia son aquellos que difícilmente pueden hilvanar mensajes dignos de transmitirse. Son jóvenes, y lo digo con tristeza, que al tener empobrecida la propia identidad, difícilmente podrán ofrecer a sus contemporáneos y a su descendencia una imagen de seres humanos acabados, plenos, maduros. Son jóvenes que insensible e inconscientemente, han ido perdiendo una noción fundamental en la capacidad de trascendencia del ser humano, la noción de Eternidad.
Como expresé hace un par de décadas en la Colina Universitaria, en un foro sobre el tema "Ser y Conciencia Nacional Panameña" somos un pueblo cuya cultura ha sido enriquecida por aportes que la Historia ha traído de los cuatro puntos cardinales. Ser y conciencia no son instancias separadas en la vida individual y colectiva, son momentos concurrentes de la unidad que es toda vida. Por eso resulta imprescindible, en esta etapa histórica, que sepamos lo que somos, es decir, que poseamos una percepción clara de nuestra identidad, sin lo cual difícilmente sabremos cómo forjar nuestro destino.