¿Para qué un gorila?
- REDACCION
Mucho se habla de que se debe nombrar como director de la Policía Nacional a un militar de carrera. La verdad que poco o casi nada tiene que ver el hecho de que dirija la institución sea o no militar. Ese puesto es meramente administrativo. En el directorio, o por llamarlo así su Junta Directiva, es donde se ponen en práctica la ofensivas contra la delincuencia y otras funciones.
El director es un busca fondos, da seguimiento, evalúa personal, coordina con el gobierno central la políticas y estrategias; claro, todo esto se da dentro del marco democrático, pero si lo que se quiere es un dictador que pisotee los derechos humanos, llene la ciudad de retenes, establezca toques de queda; en fin, que volvamos a los años ‘70 y ‘80, bajo la bota militar, eso es otra cosa.
El policía sigue las instrucciones de las autoridades civiles. Debe en todo momento mantener presencia, vigilancia, protección de la honra y bienes de los asociados. Está para "proteger y servir". Ese cuento de que un militar lo hará mejor que un civil, no tiene nada de real, pues el uniformado, por su formación vertical, sólo es un simple "Sí, señor", y cuando un ministro o el presidente de la República le dé una orden, únicamente dirá "sí, señor" o "correcto, señor". Nada más. Pero cuando el tongo se ponga a pensar que él puede tomar sus propias decisiones, entonces dirá que ya no necesita a "esos civiles inmundos", y demás dichos que les enseñan en las academias militares, y tomará el control de todo. Por esa razón dejemos de hacer las cosas demagógicamente. El problema de la seguridad ya fue rebajado a un pilar de campaña política (con aquello de más seguridad) y todos hemos visto el lamentable fracaso de esta administración en este tema. ¿Qué puede querer el pueblo? Mayor presencia de la policía en las áreas rojas, una verdadera lucha contra los delincuentes.
La mayoría de los ciudadanos nos preguntamos, ¿por qué los retenes policiales son ubicados en barriadas y vías céntricas de la ciudad? ¿Por qué no son ubicados en El Chorrillo, Curundú, el Puente Rojo, Cerro Cocobolo, etc.? ¿Será que en esos sectores no pasan maleantes con armas de fuego, que todos los que tienen armas en esas zonas tienen permiso para portarlas? Claro que sabemos la respuesta. La policía no tiene un plan para controlar las zonas rojas. Los maleantes son los amos y señores de esos lugares y hasta la fecha seguimos con menos seguridad que antes. Este simple ejemplo se puede aplicar a cualquier barrio de área roja y verán que es lo mismo. La mayoría de la fuerza policial trabaja de 8 a 5 de la tarde, la policía de tránsito no se sabe cuántas horas trabaja, pues uno ve a los agentes una cuantas horas en la mañana y el resto del día ya no están. Sin embargo, y a fuerza de ser honesto, tenemos que decir que los policías sí aparecen cuando se dan manifestaciones por reivindicaciones o las lamentables protestas estudiantiles. Allí hacen un impresionante despliegue de fuerza, bravura y demás; pero contra los maleantes... bueno, ahí no son tan efectivos.
La desesperación por buscar una solución rápida y milagrosa a un problema que dio al traste con las promesas del presidente de la República y la percepción ciudadana de que el crimen y la delincuencia nos están ganando la batalla, no son buenos ingredientes para que busquemos a un director de la policía. Otro error no soluciona los errores previos. La Constitución no es la mejor, pero es nuestra Constitución. El militar es para acatar las órdenes del poder civil. No estemos dando motivos para revivir apetitos y egos que, afortunadamente, ya hace unos 19 años dejamos en el pasado. Militar es militar y su única forma de afrontar las cosas es con el uso de la fuerza. Recuerden la paliza que sufrieron los pacientes del envenenamiento masivo de la Caja de Seguro Social a manos del SPI.
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