Partidos políticos y grupos de presión

Antes de que surgiera el concepto de la "sociedad civil", las organizaciones políticas, económicas y sociales se dividían, básicamente, en dos grandes sectores: de un lado, los partidos políticos y, del otro, los "grupos de presión", que comprendían a los gremios empresariales, los sindicatos, las asociaciones profesionales, etc.
La diferencia entre los partidos políticos y los grupos de presión es que los primeros se organizan para luchar por el control del gobierno, mientras que los segundos lo hacen, principalmente, para fines reivindicativos, es decir, para procurar el mejoramiento y la defensa de los intereses de sus asociados.
En principio, los partidos tienen, o deben tener, una plataforma ideológica o un programa político que abarque todos los problemas de la sociedad en que desarrollan su actividad; los grupos de presión, en cambio, se concentran en el interés que une a sus miembros, sin atención a sus diferencias ideológicas o preferencias políticas.
A los partidos políticos vencedores en las elecciones les corresponde asumir la función de gobernar; los perdedores pasan a formar la oposición política. Los grupos de presión que, como tales, no pasan a ser gobierno ni oposición deben continuar representando los intereses de sus miembros y luchando por sus metas específicas.
En los países pequeños, con partidos esencialmente electoralistas, como es el caso nuestro, y en los que las acciones del gobierno afectan a todos los sectores de la sociedad, los grupos de presión pueden llegar a tener tener tanta o mayor fuerza que los partidos políticos. Ello ocurre porque los partidos políticos, después que terminan los procesos electorales, reducen significativamente su actividad, mientras que los grupos de presión mantienen su nivel de presencia y tienden a llenar el vacío que dejan los partidos.
La influencia política de los grupos de presión, o sea, su capacidad para "hacerse sentir o ser tomados en cuenta", depende de los intereses que representan, especialmente si éstos son económicos, y también de las condiciones coyunturales existentes en el momento en que tratan de hacer valer sus demandas.
En términos generales, la capacidad para presionar de los gremios económicamente fuertes suele ser mayor que la de los sindicatos obreros, pues aquellos cuentan con mayor acceso a los círculos de poder político y a los medios de comunicación. Sin embargo, en momentos de tensión social las organizaciones obreras y gremiales pueden convertirse, por su capacidad de movilización de masas y de confrontación, en poder político determinante.
En el panorama presente de la sociedad panameña, luego de que ha quedado atrás la etapa electoral y el protagonismo de los partidos ha disminuido considerablemente, los grupos de presión comienzan a cumplir su rol sustitutivo, erigiéndose en fuerzas políticas, aunque no sean partidos propiamente dichos.
Eso nada tiene de pecaminoso y es natural que ocurra. Lo que cuenta, es cómo los grupos de presión ejercen su capacidad para presionar, valga la redundancia, a favor de sus metas específicas o exigir las decisiones políticas que más convienen a sus intereses.
Como la capacidad de presión de los diferentes grupos difiere notablemente, también debe ser diferente el grado de responsabilidad que deben asumir cuando reclaman "ser tomados en cuenta" o cuando exigen que el gobierno asuma un determinado camino.
Así como los partidos políticos, en función de gobierno o de oposición, tienen la responsabilidad de contribuir a la solución de los problemas nacionales, igualmente los grupos de presión, especialmente cuando llenan el vacío de los partidos, están obligados a hacer aportaciones antes de pasar a las reclamaciones.
A los gobiernos les corresponde tomar las medidas que como gobernantes les competen, pero no tienen, en ninguna sociedad, salvo las totalitarias, la capacidad de dar todas las soluciones.
Con frecuencia observamos que en las manifestaciones de las principales dirigentes de "nuestros grupos de presión", que reproducen los medios de comunicación, se refleja una marcada tendencia a reclamar mayor protagonismo en las decisiones políticas del Estado. Eso me parece bien, especialmente cuando nuestros partidos políticos "duermen" a la espera del próximo proceso electoral y poco aportan, en sentido constructivo.
Pero, en mi opinión, los grupos de presión, sobre todo los de mayor capacidad y recursos, no sólo deben reaccionar contra las medidas que estimen perjudiciales a sus intereses, sino que también deben contribuir con alternativas o propuestas, para orientar, en buen sentido, las decisiones de gobierno.