Panamá
¿Pero es que no oyes?
- Monseñor Rómulo Emiliani
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No oyes el gemido de una humanidad doliente porque les matan a sus hijos en las guerras, los destrozan en los bombardeos.
No oyes el gemido de una humanidad doliente porque les matan a sus hijos en las guerras, los destrozan en los bombardeos, los degüellan en ataques bárbaras hordas, los matan de hambre sistemas excluyentes, los asfixian mentalmente doctrinas "antinatura'', los maltratan y abusan sádicos adultos, los envenenan traficantes de drogas y los intoxican con hábitos consumistas desde temprana edad.
No oyes el alarido de las tropas de los Herodes de todas las épocas con la espada desenvainada y caballos veloces llegando al Belén desprotegido de siempre, y arrebatando de los brazos de las madres a los pequeñuelos los despedazan tiñendo de sangre las paredes y los suelos de nuestras ciudades.
¿No oyes el gemido agudo y ronco, doloroso y angustioso, de las madres y padres de todas las épocas, que no ven a sus hijos crecer sanos, porque la desnutrición llama a todas las enfermedades por las defensas bajas y los mata o los deja con condiciones cerebrales y corporales lamentables? Eres sordo porque no te importa lo que le sucede a la humanidad sufriente, a los hijos de Dios contemporáneos a ti, que están colgados en innumerables cruces en calvarios inhumanos a lo largo y ancho de la tierra.
Estás sordo porque vives en tu pequeño mundo, en tu cápsula de cristal que impide escuchar el lamento, los gritos, el llorar de las madres de siempre, que ven impotentes como a sus niños se los arrancan de los brazos al hacerse adolescentes los vendedores de drogas, licor, pornografía, y los van convirtiendo en piltrafas humanas, caricaturas grotescas que deforman el sueño de Dios para sus hijos. No escuchas que Dios también llora, porque satanás y todos sus secuaces malignos, seres humanos despiadados, se dan a la tarea de seguir asesinando a los niños, robando su inocencia, los nutrientes que necesitan sus cuerpos, la educación que piden sus mentes, la presencia de Dios que claman sus almas, el futuro pleno del cual tienen derecho.
No seamos sordos, abramos el oído, escuchemos el dolor del mundo que se simboliza dramáticamente en María, la madre dolorosa al pie de la cruz, viendo cómo moría su hijo asfixiado, desangrado, invadido por el tétano, abandonado, asesinado en manos de soldados de un imperio, de un sistema religioso y político sin Dios, y de un pueblo manipulado por las tinieblas, que le dio la espalda al redentor. Abramos el oído ahora que estamos a tiempo para entonces dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, apoyar al enfermo y al preso, acompañar al triste y consolar al que sufre. No seamos sordos al gemino del mundo.
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