Qatar, pequeño principado del Golfo Pérsico
- Adrián Mac Liman (opinion@epasa.com)
Hace un par de décadas, cuando el Presidente Bush le exigió al emir de Qatar que tratase de moderar el discurso antioccidental de la cadena de televisión Al Jazeera, el príncipe le recordó al inquilino de la Casa Blanca que la Declaración de Independencia de Estados Unidos consagraba la libertad de expresión. Y que él, monarca de un pequeño principado del Golfo Pérsico y… dueño de la popular emisora, no haría nada para acallar a los redactores de la cadena.
Al Jazeera acompañó, pues, a la opinión pública árabe durante la toma de Kabul por las tropas de la coalición liderada por Estados Unidos, durante la guerra de Irak y la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza, durante las “primaveras árabes” y la mal llamada intervención “humanitaria” de la OTAN en Libia. Hoy en día, Al Jazeera informa sobre los trágicos acontecimientos de Siria.
Mas junto a este arma, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani, monarca de Qatar, emplea otros métodos de persuasión. El hábil juego político del qatarí le permite contar con aliados tanto en las filas de los radicales islámicos de Hamas y Hezbollah como en el seno del Gobierno israelí. ¿La clave? Qatar es uno de los países más ricos del planeta.
Pero el jeque al Thani no es solo un buen gestor de la bonanza del emirato. El pasado año, el qatarí invirtió más de 30,000 millones de dólares en las economías occidentales. En Europa, la familia principesca controla un 20% de las acciones de la Volkswagen, un “modesto” 7% del banco británico Barclays, los supermercados Sanisbury y los grandes almacenes londinenses Harrods.
Tampoco faltan en este cuadro de caza del jeque los torneos de tenis o de golf, la financiación directa de grandes clubes deportivos, el deseo de organizar el campeonato mundial de fútbol y, ¿por qué no? los Juegos Olímpicos de 2022.
¿La oposición? Aparentemente, inexistente. El principado está gobernado por una familia – los Al Thani - a los que se suman los parientes de la esposa del emir, la princesa Mozah. Aún así, hay quien acusa a los Al Thani de apoyar o de aprovecharse del descontento que reina en el mundo árabe para afianzarse como una de las dinastías más pudientes y más estable del Islam.
Una imagen que agrada al inquilino de la Casa Blanca, gusta en el número 10 de la Downing Street, parece más que apetecible para los políticos europeos que buscan “mecenas” dispuestos a hacerse cargo de la financiación de la deuda de sus países. Pero subsiste el interrogante: ¿es el jeque Al Thani un verdadero, un desinteresado filántropo? ccs@solidarios.org.es.
Analista internacional
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.