En Panamá
Qué es la Constitución
- Alexis J. Sinclair Padilla/opinion@epasa.com/
Nos tocaría decidir si somos una nación organizada en Estado soberano e independiente con gobierno unitario, republicano, democrático y representativo. Ahora es cuando se nos complican las acepciones, en vista de que la nacionalidad panameña, si bien tiene su caracterización propia, también se encuentra menguada por las prácticas mojigatas y seculares de unos y la proclividad a la santurronería de otros. ...
"Non est ad astra mollis e terris via". (No hay ningún camino fácil desde la tierra a las estrellas).
Hay en el panorama de las definiciones miles que intentan desde la ortodoxia explicar esta palabra y, sin embargo, pretendo utilizar una simple y común: ley fundamental de la organización de un Estado. Siendo ley, se logra comprender que hace referencia a que es de obligatorio cumplimiento; al ser fundamental, implica que es la madre de todas las leyes y, en tal sentido, regula las instituciones, derechos, obligaciones, requisitos, organización, etc. que se dan a través de las relaciones del gobernado para con sus gobernantes y viceversa.
En Panamá, desde hace dos años, la nuestra es inoperante, ineficiente y condenada a muerte. Los actores de la instrucción pública y la impartición de justicia la han arrojado del sitial en que debe reposar al más completo y absoluto de los olvidos. Se acuerdan de ella, siempre y cuando les convenga, de lo contrario, la veremos inerte y confundida en el fango de la inmunda corrupción que campea como moderno Cid en los valles judiciales.
Nos tocaría decidir si somos una nación organizada en Estado soberano e independiente con gobierno unitario, republicano, democrático y representativo. Ahora es cuando se nos complican las acepciones, en vista de que la nacionalidad panameña, si bien tiene su caracterización propia, también se encuentra menguada por las prácticas mojigatas y seculares de unos y la proclividad a la santurronería de otros. Añadido a esto, que es grave, se debe compendiar que nuestra soberanía e independencia han estado supeditadas a los norteamericanos, a la oligarquía, a los militares, etc. Por ende, el pueblo que dicen es el verdadero regente no ha dispuesto jamás de su destino. Las consultas electorales en discordia a la legalidad y los clásicos arreglos como el del 1 de julio pasado muestran que carecemos en lo fundamental de la categoría de Estado constitucional. Nuestra semblanza semeja la de un territorio dominado externa e internamente por antivalores democráticos y de participación limitada a una emisión emocional y poco razonada del voto. Dado lo expuesto, ese cuaderno con 327 artículos que denominamos Constitución Política de la República de Panamá se muestra como un pasquín, una caricatura de la cual todos se mofan.
Los lineamientos contenidos en la Carta Magna, al no ser respetados por quienes tienen su guarda y custodia, nos revela que vivimos en una pesadilla institucional, una especie de falacia permanente que desenmascara nuestra hipocresía como ciudadanos. Somos hijos ilegítimos de la responsabilidad. Por ello, los que gobiernan no nos respetan, nos explotan como peones.
Abogado
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