¿Qué nos dejó Katrina?
Publicado 2005/09/15 23:00:00
A pesar de las abundantes informaciones que por estos días han circulado en nuestro país sobre las causas y secuelas que ha dejado el huracán Katrina en Nueva Orléans, poco o nada ha significado a las autoridades nacionales para crear un Plan Nacional de Información a la población panameña, sobre qué hacer en caso de evacuación por inundaciones, organización interbarrial de primeros auxilios en caso de catástrofes naturales, donde la ayuda oficial puede tardar en llegar, y, mucho menos, se ha informado sobre los puntos críticos que toda ciudad en Panamá tiene, y sobre lo que debe hacerse en materia de salubridad, movilización y comunicación en dichas situaciones.
En Estados Unidos, lo más grave de Katrina no ha sido el problema en sí, sino la falta de organización social evidente de parte de las autoridades y de la población afectada. El hacinamiento en el Gran Domo fue un ejemplo de esta elefantiásica estupidez, donde alojaron a decenas de familias y enfermos sin agua potable, sin sanitarios, sin carpas para resguardarse, sin atención médica y sin comunicación. El sitio se convirtió rápidamente en un símbolo de ineficiencia gubernamental y social de la supuesta primera potencia mundial del planeta. Aún hoy día lo lamentan.
Para nuestros pueblos, tan dados a desobedecer y donde el individualismo y el paternalismo de tantos años ha incidido severamente en la falta de iniciativas cuando se trata de problemas similares, no es legítimo pensar que si realmente llegara a pasar algo igual, producto de una inundación, un terremoto o un ciclón, el problema que se desencadenaría sería igual o peor. En Japón, un país que tiene en la naturaleza a su peor enemigo, la información y la educación de su pueblo han sido las herramientas de las que se ha valido el sistema japonés para mitigar los daños que sufre este hermoso país.
Lo correcto es que, después del Katrina, las autoridades panameñas puedan poner en marcha un Plan de Información a la ciudadanía para advertir a sus ciudadanos sobre lo que se debe hacer, hacia dónde dirigirse y cómo ayudarse en caso de catástrofes naturales.
En Estados Unidos, lo más grave de Katrina no ha sido el problema en sí, sino la falta de organización social evidente de parte de las autoridades y de la población afectada. El hacinamiento en el Gran Domo fue un ejemplo de esta elefantiásica estupidez, donde alojaron a decenas de familias y enfermos sin agua potable, sin sanitarios, sin carpas para resguardarse, sin atención médica y sin comunicación. El sitio se convirtió rápidamente en un símbolo de ineficiencia gubernamental y social de la supuesta primera potencia mundial del planeta. Aún hoy día lo lamentan.
Para nuestros pueblos, tan dados a desobedecer y donde el individualismo y el paternalismo de tantos años ha incidido severamente en la falta de iniciativas cuando se trata de problemas similares, no es legítimo pensar que si realmente llegara a pasar algo igual, producto de una inundación, un terremoto o un ciclón, el problema que se desencadenaría sería igual o peor. En Japón, un país que tiene en la naturaleza a su peor enemigo, la información y la educación de su pueblo han sido las herramientas de las que se ha valido el sistema japonés para mitigar los daños que sufre este hermoso país.
Lo correcto es que, después del Katrina, las autoridades panameñas puedan poner en marcha un Plan de Información a la ciudadanía para advertir a sus ciudadanos sobre lo que se debe hacer, hacia dónde dirigirse y cómo ayudarse en caso de catástrofes naturales.
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