Análisis
Renacer o morir
- Silvio Guerra Morales
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- opinion@epasa.com
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Las condiciones para los privados de libertad son precarias, miserables. Todo ello sin dejar de mencionar que ya El Renacer ha dejado de ser un centro de efectiva resocialización para convertirse en un centro más de exceso de población penitenciaria y en donde esta ha pasado también a ser una cárcel más del país: malos olores, nauseabundas condiciones, aspecto deplorable, celdas que venden agonías y aflicciones, no tan solo por la privación de la libertad, sino también por sus miserables estados o condiciones físicas, etc.
Nadie puede hablar de cárceles ni de prisiones si no las conoce o al menos las haya visitado, sea en calidad de privado de la libertad o porque ha ido, en alguna ocasión, a visitar a un pariente, familiar o conocido que sí se encuentra en una cárcel o prisión. En mi caso, las conozco por dos razones: la primera por mi condición de abogado penalista que me toca, en no pocas ocasiones, visitar a mis clientes y hablar con ellos respecto al caso y al curso de él, su situación en los tribunales, en fin. La segunda razón, y que ocurrió una sola vez en mi vida, fue por allá en el año 1987, participando en una marcha de la cruzada civilista, al concluir esta, me abordaron los tongos, los milicos, dándome toletazos, andanada de golpes, en todo el cuerpo, y me privaron de la libertad por casi 15 días; me encerraron, me guardaron en una celda de la cárcel pública de La Chorrera.
Fue allí en donde conocí el sagrado valor de la libertad, la libertad de cuerpo, la ambulatoria, de desplazamiento, de moverse a donde uno quiere, sin mayores restricciones que el respeto a la propiedad privada, a los derechos de los demás y a las normas o leyes. En razón de esas dos situaciones, la de ser profesional, abogado penalista, y la de haber vivido, en carne propia, la privación de mi libertad, creo tener alguna autoridad para hablar lo que paso a expresar. Por allá, a inicios de los años 90, cuando asumí la defensa del extinto D. Rigoberto Paredes, con alguna frecuencia, solía ir a la cárcel El Renacer. En las antiguas instalaciones, que habían traspasado a manos panameñas por razón de los tratados Torrijos Carter, a pesar de ser instalaciones viejas, vetustas, aún conservaban sus buenas condiciones. Pero para el día miércoles de esta semana, al visitar al empresario panameño Riccardo Francolini, volví a pisar el centro penitenciario El Renacer.
La impresión que me causó dicha visita fue terrible: instalaciones a punto de desmoronarse –donde se alojan las oficinas administrativas-, grave deterioro de los edificios, cientos de palominos que han hecho de varias instalaciones sus nidos permanentes y con ello también sus depósitos de heces que, como se sabe, causan graves problemas en la salud de las personas; cielorrasos cayéndose a pedazos, tuberías o cañerías en pésimo estado, paredes de madera desmoronándose; en fin, sin poder hablar de cómo están las celdas, pero por conocimiento de algunos detenidos que se me acercaron, la situación es mucho más lamentable o deplorable.
Las condiciones para los privados de libertad son precarias, miserables. Todo ello sin dejar de mencionar que ya El Renacer ha dejado de ser un centro de efectiva resocialización para convertirse en un centro más de exceso de población penitenciaria y en donde esta ha pasado también a ser una cárcel más del país: malos olores, nauseabundas condiciones, aspecto deplorable, celdas que venden agonías y aflicciones, no tan solo por la privación de la libertad, sino también por sus miserables estados o condiciones físicas, etc.
No se advierte inversión del Estado allí en dicho centro. No se ve que haya interés del Estado en hacer de dicho centro un auténtico y legítimo centro de rehabilitación o de resocialización. Por alguna razón, El Renacer me ha recordado a las antiguas mazmorras del medioevo o las antiguas cárceles de la Francia monárquica o de la Inglaterra medieval. Entiendo que a la cárcel no se va a pasear, sin duda alguna, pero quienes van a las cárceles, quede claro, no han perdido ni su condición de seres humanos ni menos la condición de seres dignos que nos connota a todos como seres racionales y privilegiados de inteligencia. La dignidad humana no se puede perder, nunca, con el encierro o la privación de la libertad.
Hacemos un llamado, enérgico y alto, para que las autoridades presten atención, no tan solo a El Renacer, sino a todas las cárceles del país. Quienes están en ellas son nuestros hermanos y también nuestros compatriotas y semejantes. Se requieren también cárceles dignas y no mazmorras.
Abogado
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