Resurrección: ¿Historia o fraude? (II)
- J. Enrique Cáceres A.
En realidad, no hay prueba absoluta de nada y no precisamente porque no haya verdades absolutas como creen los relativistas, sino por nuestras limitaciones de conocerlo y entenderlo todo. Toca investigar con honestidad intelectual y ver qué argumento se ajusta más y mejor a los hechos; no a prejuicios, presupuestos y resentimientos, pues los criterios y emociones cargados son pésimos consejeros.
La resurrección de Jesús trasciende la razón y el laboratorio y parece colisionar con leyes de las ciencias naturales. De ahí que los fanáticos racionalistas y los cientificistas inventen haber hallado la tumba de Jesús.
Hume postuló antes de la física de la relatividad de Einstein y escribió que “un milagro es la violación de las leyes de la naturaleza”. Según él, la resurrección “jamás ha sido observada en ninguna época o país. Por tanto, la experiencia uniforme está contra todo acontecimiento milagroso, de otra manera dicho suceso no merecería ser llamado así”.
William Lane Craig responde que “la hipótesis de que Dios resucitó a Jesús no es de ninguna manera improbable. En verdad, con base en la evidencia, es la mejor explicación de lo que sucedió”. Lo improbable y extravagante es que Jesús haya resucitado naturalmente. Esto es, sin un poder sobrenatural. Siguiendo a Craig, diríamos que la tesis de que Dios resucitó a Jesús de los muertos no contradice ninguna ciencia natural ni a ningún hecho conocido de la experiencia, como creía Hume. “Solo requiere la hipótesis de que Dios existe y creo que hay buenas razones independientes para creer que sí existe. Mientras la existencia de Dios sea siquiera posible, es posible que haya actuado en la historia resucitando a Jesús de los muertos”, concluye Craig.
Desde hace varios años, la astrofísica, cosmología y otras ciencias naturales apuntan a una mente superdotada en el origen del universo y la vida.
Además, en la física de la relatividad de Einstein ya no hay absolutos, el universo está abierto a todas las posibilidades y todo intento por establecer una ley universal de causalidad está condenado al fracaso. Quien lo pasa por alto es filosófica y científicamente irresponsable.
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