Revolución en el azúcar
Publicado 2007/03/13 23:00:00
No es tanto el aspecto político de su vista a Latinoamérica, en el contexto de su abierta confrontación con su homólogo venezolano Hugo Chávez, sino el aspecto económico lo más relevante a destacar de la reciente visita del presidente norteamericano George Bush hijo a Brasil y otras naciones de la región, en términos de lo que podríamos llamar "revolución en el azúcar".
¿Por qué revolución? Porque Estados Unidos ha adoptado la estrategia energética de Brasil que hace 40 años -enfrentando la hilaridad universal-, cuando el precio del barril no lo justificaba, se embarcó en un ambicioso programa de reemplazo de gasolina y diesel por etanol, el cual ahora le rinde jugosos frutos.
Hoy el único que ríe, y a carcajadas, es el presidente Lula. El 76% se sus automóviles se mueve con alcohol. El año pasado anunció con arrogancia su "independencia energética", de la mano de sus hidroeléctricas, el etanol y su propia producción petrolera, y llegó a exportara 800 millones de litros de etanol, convirtiéndose en líder mundial del rubro; y en el presente, espera exportar 2,000 millones. Pero Brasil no se dará abasto para suplir la demanda de una sedienta industria mundial dependiente de los hidrocarburos, cuyos productores sacan partido para emplearlos como formidable vara de poder político y económico y, a veces, de puro y descarado abuso y chantaje.
Para Panamá, al igual que para todos los países azucareros, incluyendo al resto del Istmo centroamericano, República Dominicana y Cuba, la demanda mundial de etanol, va a provocar grandes cambios políticos, económicos y sociales. La inversión en el rubro va a venir a raudales y la geografía se nos va a cambiar por vastos sembradíos y gigantescos ingenios.
Si viven de esa industria unos 15 mil trabajadores y colonos del campo, a la vuelta de 10 años podrán ser 50 mil o más. Por otra parte, el precio de la hectárea se elevará por los cielos, empezando la semana pasada, tras el tremebundo anuncio del mandatario estadounidense, que su país se propone reemplazar por etanol el 20% de su consumo de petróleo, para antes de llegar el primer cuarto de siglo. Y lo dice en serio. De hecho, ya tiene a México sin tortillas, a causa de las masivas importaciones del grano, dado que su propia producción de alcohol de maíz y remolacha es insuficiente.
La revolución en el azúcar ha empezado y, en los años próximos, los precios del petróleo acusarán el golpe.
¿Por qué revolución? Porque Estados Unidos ha adoptado la estrategia energética de Brasil que hace 40 años -enfrentando la hilaridad universal-, cuando el precio del barril no lo justificaba, se embarcó en un ambicioso programa de reemplazo de gasolina y diesel por etanol, el cual ahora le rinde jugosos frutos.
Hoy el único que ríe, y a carcajadas, es el presidente Lula. El 76% se sus automóviles se mueve con alcohol. El año pasado anunció con arrogancia su "independencia energética", de la mano de sus hidroeléctricas, el etanol y su propia producción petrolera, y llegó a exportara 800 millones de litros de etanol, convirtiéndose en líder mundial del rubro; y en el presente, espera exportar 2,000 millones. Pero Brasil no se dará abasto para suplir la demanda de una sedienta industria mundial dependiente de los hidrocarburos, cuyos productores sacan partido para emplearlos como formidable vara de poder político y económico y, a veces, de puro y descarado abuso y chantaje.
Para Panamá, al igual que para todos los países azucareros, incluyendo al resto del Istmo centroamericano, República Dominicana y Cuba, la demanda mundial de etanol, va a provocar grandes cambios políticos, económicos y sociales. La inversión en el rubro va a venir a raudales y la geografía se nos va a cambiar por vastos sembradíos y gigantescos ingenios.
Si viven de esa industria unos 15 mil trabajadores y colonos del campo, a la vuelta de 10 años podrán ser 50 mil o más. Por otra parte, el precio de la hectárea se elevará por los cielos, empezando la semana pasada, tras el tremebundo anuncio del mandatario estadounidense, que su país se propone reemplazar por etanol el 20% de su consumo de petróleo, para antes de llegar el primer cuarto de siglo. Y lo dice en serio. De hecho, ya tiene a México sin tortillas, a causa de las masivas importaciones del grano, dado que su propia producción de alcohol de maíz y remolacha es insuficiente.
La revolución en el azúcar ha empezado y, en los años próximos, los precios del petróleo acusarán el golpe.
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