Saqueos del Xtra y de los CODEPADI
Publicado 2004/11/15 00:00:00
- aime A. Chávez Rivera
Se ha comentado que el saqueo del Supermercado Xtra, en la 24 de Diciembre, no se puede comparar con el saqueo de los CODEPADI después de la invasión. Yo creo, sin embargo, que todos los saqueos tienen un denominador común que los identifica. Opino que nadie puede negar que el saqueo de 1989 fue un acto de docencia criminal, de luz verde al robo descarado y público.
De modo que creo que el saqueo del supermercado fue producto de una docencia de corrupción "poética", que data de 1989. He remedado aquello de justicia poética.
Los actos de corrupción ya no conmueven ni inmutan a nadie porque se han convertido en hábitos, apuntalados por la ausencia de ejemplos de parte de los ciudadanos en general, particularmente por aquellos que por razón de las posiciones que ocupan deben ejercer algún tipo de liderazgo público o privado con el ejemplo.
Hay muchas personas que sufren pobreza y hasta miseria en nuestro país, pero no por esta tragedia deben robar ropa y joyas para no verse "andrajosos". No puedo pensar en un ejemplo más vigente. Pero a la vez, es preciso advertir que no se trata de buscar "botones de prueba", sino que se trata de hacer justicia, castigar parejo y dejar que caiga el peso de la ley tanto a ricos como a pobres. Pero, ¿cuánto tiempo ha pasado y no se han tratado la mayoría de los casos delictivos con la ecuanimidad debida?
En días recientes se ha iniciado un debate acerca de las presuntas intenciones del gobierno de militarizar nuestra "civil" policía. A la par leemos incidentes en los cuales los ciudadanos atacan y torturan a algunos miembros de la policía. Es decir, las torturas que los policías aparentemente aplican a ciertos detenidos, los ciudadanos presuntamente las aplican también a la inversa. Mi punto es que mientras no tratemos conscientemente de ser justos, de medir con una misma vara a todos, será muy difícil comenzar a crear confianza en nuestra justicia. Y, sobre todo hacer docencia contra la corrupción. Desafortunadamente, la desconfianza afecta a todos los poderes del Estado.
Muchos comentarios han surgido por la visita del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Rumsfeld, por unas meras 24 horas a Panamá, camino a una conferencia de militares latinoamericanos. Todos estamos muy conscientes de la pequeñez de nuestro querido terruño y, de más está decirlo, de nuestra debilidad bélica, tanto porque no tenemos ejército -gracias a Dios- como porque nuestra Fuerza Pública tiene poco tiempo de prepararse para desempeñar sus funciones con apego estricto a la ley, a la civilidad.
La mayoría de los panameños somos amigos de EU. No obstante, esto no justifica que hagamos todo lo que ellos nos sugieren o dictan ciento por ciento. Nuestro primer deber, no cabe la menor duda, al lidiar con todos los países del mundo, poderosos y débiles, comienza con la defensa de nuestra dignidad, de nuestra libertad, de nuestros derechos como nación soberana. Admito que esto suena a alarde. No lo es. Nos toca ser dignos en todo momento, inclusive en instancias en que, Dios no lo permita, una potencia superior haya invadido nuestro territorio. Los hechos a que he aludido antes me llevan a reiterarle al nuevo gobierno que tiene que dar el ejemplo: rebajarle los salarios a los más altos funcionarios porque el pueblo se está comiendo un cable; evitar derroche de fondos con acrobacias aéreas militares por gusto; medir con una misma vara a los presuntos delincuentes del presente gobierno y de los anteriores, quienes desafortunadamente se encuentran en los tres poderes del Estado y en la empresa privada; y, representar con altura la dignidad del país cuando se converse con el archifamoso Rummy.
En esta columna me he referido a distintas clases de saqueo, corrupción. La lista sería interminable si tratáramos de ser minuciosos y no dejar por fuera ejemplo alguno desde los tiempos de la narcodictadura hasta el presente en el cual, cosa curiosa, el narcoterrorismo ha adquirido una relevancia muy especial. ¡Panamá es inmortal!
De modo que creo que el saqueo del supermercado fue producto de una docencia de corrupción "poética", que data de 1989. He remedado aquello de justicia poética.
Los actos de corrupción ya no conmueven ni inmutan a nadie porque se han convertido en hábitos, apuntalados por la ausencia de ejemplos de parte de los ciudadanos en general, particularmente por aquellos que por razón de las posiciones que ocupan deben ejercer algún tipo de liderazgo público o privado con el ejemplo.
Hay muchas personas que sufren pobreza y hasta miseria en nuestro país, pero no por esta tragedia deben robar ropa y joyas para no verse "andrajosos". No puedo pensar en un ejemplo más vigente. Pero a la vez, es preciso advertir que no se trata de buscar "botones de prueba", sino que se trata de hacer justicia, castigar parejo y dejar que caiga el peso de la ley tanto a ricos como a pobres. Pero, ¿cuánto tiempo ha pasado y no se han tratado la mayoría de los casos delictivos con la ecuanimidad debida?
En días recientes se ha iniciado un debate acerca de las presuntas intenciones del gobierno de militarizar nuestra "civil" policía. A la par leemos incidentes en los cuales los ciudadanos atacan y torturan a algunos miembros de la policía. Es decir, las torturas que los policías aparentemente aplican a ciertos detenidos, los ciudadanos presuntamente las aplican también a la inversa. Mi punto es que mientras no tratemos conscientemente de ser justos, de medir con una misma vara a todos, será muy difícil comenzar a crear confianza en nuestra justicia. Y, sobre todo hacer docencia contra la corrupción. Desafortunadamente, la desconfianza afecta a todos los poderes del Estado.
Muchos comentarios han surgido por la visita del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Rumsfeld, por unas meras 24 horas a Panamá, camino a una conferencia de militares latinoamericanos. Todos estamos muy conscientes de la pequeñez de nuestro querido terruño y, de más está decirlo, de nuestra debilidad bélica, tanto porque no tenemos ejército -gracias a Dios- como porque nuestra Fuerza Pública tiene poco tiempo de prepararse para desempeñar sus funciones con apego estricto a la ley, a la civilidad.
La mayoría de los panameños somos amigos de EU. No obstante, esto no justifica que hagamos todo lo que ellos nos sugieren o dictan ciento por ciento. Nuestro primer deber, no cabe la menor duda, al lidiar con todos los países del mundo, poderosos y débiles, comienza con la defensa de nuestra dignidad, de nuestra libertad, de nuestros derechos como nación soberana. Admito que esto suena a alarde. No lo es. Nos toca ser dignos en todo momento, inclusive en instancias en que, Dios no lo permita, una potencia superior haya invadido nuestro territorio. Los hechos a que he aludido antes me llevan a reiterarle al nuevo gobierno que tiene que dar el ejemplo: rebajarle los salarios a los más altos funcionarios porque el pueblo se está comiendo un cable; evitar derroche de fondos con acrobacias aéreas militares por gusto; medir con una misma vara a los presuntos delincuentes del presente gobierno y de los anteriores, quienes desafortunadamente se encuentran en los tres poderes del Estado y en la empresa privada; y, representar con altura la dignidad del país cuando se converse con el archifamoso Rummy.
En esta columna me he referido a distintas clases de saqueo, corrupción. La lista sería interminable si tratáramos de ser minuciosos y no dejar por fuera ejemplo alguno desde los tiempos de la narcodictadura hasta el presente en el cual, cosa curiosa, el narcoterrorismo ha adquirido una relevancia muy especial. ¡Panamá es inmortal!
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