Ser o no ser: el burro arquitecto
Publicado 2003/04/04 00:00:00
- Silvio Guerra Morales
Relata cierta fábula la historia del burro que decide hacerse arquitecto. Este burro se ausenta de la selva por un período en el que supuestamente estaba dedicado a los estudios de arquitectura. Tal decisión la toma cuando advierte que los otros animales, todos, sin exclusión, tenían un título profesional -abogados, médicos, ingenieros, matemáticos, químicos, físicos, etc.- del cual se sentían muy orgullosos. Al cabo del término se apareció el burro hecho, según él divulgaba, un arquitecto. Elegantemente vestido, de saco y corbata, con espejuelos y un grueso libro bajo las axilas solía pasearse por toda la selva demandando la pleitesía y la atención, dado que ya no era simplemente un burro sino "el burro arquitecto". No dudaron los animales, cualesquiera fuese su género, en llegar a aceptar que efectivamente el burro se había hecho arquitecto, pero quedaba una tarea pendiente, cómo saber o comprobar que lo era. Se construyó un gran castillo en la selva en el que, afanosamente, todos los animales participaron en su edificación; sin embargo, los asaltaba la duda si tal construcción había sido hecha respetando las leyes de la ingeniería, de la arquitectura, de la física, la dinámica, etc. Uno de los animales llegó a proponer que se hiciera un peritaje en el que la responsabilidad del mismo quedara en manos del burro arquitecto. Al ser solicitado éste aceptó, claro, luego de muchos ruegos, fungir como el perito en condición de arquitecto.
Todos contemplaban, durante largos días y semanas, al burro que se paseaba por los pasillos del castillo, subía y bajaba escaleras, tomaba mediciones, usaba el escalímetro, cintas métricas, de vez en cuando se quitaba los lentes dando muestras de profunda reflexión científica y filosófica; las gotas de sudor corrían por su rostro, en posición de ilustre caballero salía a veces del edificio y contemplaba el mismo con movimientos de desaprobación de la construcción, leía y releía los planos, miraba hacia todos lados, pero el informe del perito no se producía. Ya empezaban a dar muestras de gran angustia los restantes animales y tras exigirle diera su veredicto el burro, con gran solemnidad, sentenció: "Esta construcción ha violado las leyes de la arquitectura, pues hay un orificio en la punta de la torre". Al escuchar al burro, todos los animales desmayaron por la gran decepción. El hueco u orificio al que se refería el burro arquitecto no era otra cosa que un tragaluz, propio de las edificaciones medievales y aún de las actuales.
¿A cuántos no afecta, en nuestra sociedad, el hacerse pasar por doctos y sabios dejando la ciencia, el arte o la técnica que dicen titular en muy mala posición, dado que no ostentan ni la especialidad y mucho menos el dominio? ¿Cuántos no sabiendo nada con relación a un tema específico quieren dar opiniones de doctos y expertos? Ya, desde la Antigüedad, los latinos enseñaban que en grave error incurre quien trata de hacer algo que no sabe ni le concierne.
El gobierno actual ha venido incurriendo, constante y permanentemente, en los errores propios del burro arquitecto. En los altos cargos de la Administración Pública, en no pocos de ellos, reina de modo rampante y manifiesto, la incompetencia, la ineficiencia, y sobra la tacha de negligencia en los deberes propios del cargo.
Así, a guisa de ejemplo, son dislocadas del engranaje gubernamental, personas que desde décadas han venido realizando una gran labor en el puesto al que sirven. Sin embargo, el tráfico de la influencia, el nepotismo creciente y evidente, el amiguismo perverso, han venido dando sitio y lugar a quienes no se encuentran en la capacidad ni la idoneidad para ocupara determinadas posiciones.
Otro claro ejemplo, y éste de modo más concreto, tiene que ver con la nueva designación del Cónsul General de Panamá en Washington, en donde una señora de gran experiencia, sin anuncio de falta o cargo alguno expresado en resolución motivada de insubsistencia, acaba de ser destituida para nombrar en su lugar, según se informa, un pariente o cercano allegado de la señora Presidenta de la República. Tenemos, por otra parte, un canciller que no ha dado muestras de competencia ni de idoneidad para llevar adelante nuestras relaciones exteriores, y de allí lo errático de sus intervenciones que causan mucho pesar, dado que quien se resiente es la madre Patria y con ella todos sus verdaderos hijos.
No podemos, amables lectores, seguir los criterios de los burros arquitectos. Debemos ponderar el saber, la idoneidad, el arte, la formación profesional y decirle a los que trafican con la Administración Pública queriendo ocupar cargos para los cuales no son idóneos, "zapatero a tus zapatos".
Quien se resienta por lo dicho y escrito, que esgrima la espada del saber y con ella nos hiera de faltar a la verdad, cosa que será tarea imposible dado que en nombre de ella hemos hablado. Ya es hora que nuestros profesionales, quienes se queman las pestañas en las universidades, quienes han entregado sus mejores años al estudio y han consagrado largas jornadas a la superación, ocupen los sitiales que por derecho propio les corresponde. Todos, claro está, tenemos que participar en el desarrollo del país, pero se le hace mucho daño a la Patria cuando en los cargos que exigen especialidades se nombra a la incompetencia y a la ignorancia como presuntivas idóneas para ejercerlos.
Nota: Este no es un ataque a los empíricos, sino a la incompetencia.
(stekrakri@hotmail.com)
Todos contemplaban, durante largos días y semanas, al burro que se paseaba por los pasillos del castillo, subía y bajaba escaleras, tomaba mediciones, usaba el escalímetro, cintas métricas, de vez en cuando se quitaba los lentes dando muestras de profunda reflexión científica y filosófica; las gotas de sudor corrían por su rostro, en posición de ilustre caballero salía a veces del edificio y contemplaba el mismo con movimientos de desaprobación de la construcción, leía y releía los planos, miraba hacia todos lados, pero el informe del perito no se producía. Ya empezaban a dar muestras de gran angustia los restantes animales y tras exigirle diera su veredicto el burro, con gran solemnidad, sentenció: "Esta construcción ha violado las leyes de la arquitectura, pues hay un orificio en la punta de la torre". Al escuchar al burro, todos los animales desmayaron por la gran decepción. El hueco u orificio al que se refería el burro arquitecto no era otra cosa que un tragaluz, propio de las edificaciones medievales y aún de las actuales.
¿A cuántos no afecta, en nuestra sociedad, el hacerse pasar por doctos y sabios dejando la ciencia, el arte o la técnica que dicen titular en muy mala posición, dado que no ostentan ni la especialidad y mucho menos el dominio? ¿Cuántos no sabiendo nada con relación a un tema específico quieren dar opiniones de doctos y expertos? Ya, desde la Antigüedad, los latinos enseñaban que en grave error incurre quien trata de hacer algo que no sabe ni le concierne.
El gobierno actual ha venido incurriendo, constante y permanentemente, en los errores propios del burro arquitecto. En los altos cargos de la Administración Pública, en no pocos de ellos, reina de modo rampante y manifiesto, la incompetencia, la ineficiencia, y sobra la tacha de negligencia en los deberes propios del cargo.
Así, a guisa de ejemplo, son dislocadas del engranaje gubernamental, personas que desde décadas han venido realizando una gran labor en el puesto al que sirven. Sin embargo, el tráfico de la influencia, el nepotismo creciente y evidente, el amiguismo perverso, han venido dando sitio y lugar a quienes no se encuentran en la capacidad ni la idoneidad para ocupara determinadas posiciones.
Otro claro ejemplo, y éste de modo más concreto, tiene que ver con la nueva designación del Cónsul General de Panamá en Washington, en donde una señora de gran experiencia, sin anuncio de falta o cargo alguno expresado en resolución motivada de insubsistencia, acaba de ser destituida para nombrar en su lugar, según se informa, un pariente o cercano allegado de la señora Presidenta de la República. Tenemos, por otra parte, un canciller que no ha dado muestras de competencia ni de idoneidad para llevar adelante nuestras relaciones exteriores, y de allí lo errático de sus intervenciones que causan mucho pesar, dado que quien se resiente es la madre Patria y con ella todos sus verdaderos hijos.
No podemos, amables lectores, seguir los criterios de los burros arquitectos. Debemos ponderar el saber, la idoneidad, el arte, la formación profesional y decirle a los que trafican con la Administración Pública queriendo ocupar cargos para los cuales no son idóneos, "zapatero a tus zapatos".
Quien se resienta por lo dicho y escrito, que esgrima la espada del saber y con ella nos hiera de faltar a la verdad, cosa que será tarea imposible dado que en nombre de ella hemos hablado. Ya es hora que nuestros profesionales, quienes se queman las pestañas en las universidades, quienes han entregado sus mejores años al estudio y han consagrado largas jornadas a la superación, ocupen los sitiales que por derecho propio les corresponde. Todos, claro está, tenemos que participar en el desarrollo del país, pero se le hace mucho daño a la Patria cuando en los cargos que exigen especialidades se nombra a la incompetencia y a la ignorancia como presuntivas idóneas para ejercerlos.
Nota: Este no es un ataque a los empíricos, sino a la incompetencia.
(stekrakri@hotmail.com)
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