¡Sobre la libertad del columnista!
Publicado 2006/04/01 00:00:00
- Paulino Romero C.
"El columnista moderno, liberado de prejuicios, debe poner su mira en el bien común"...
Tanto la columna periodística como el propio columnista de hoy, constituyen una característica normal de la prensa. La situación ha evolucionado considerablemente respecto al pasado. Entonces las columnas estaban determinadas por espacios fijos, limitados, y los columnistas generalmente funcionaban amparados bajo el anonimato. Es por eso, tal vez, que los lectores de aquellas primeras hojas anónimas, probablemente las consideraban frías e impersonales; carecían del calor, el vigor y la personalidad del individuo. Hoy en día todo ha cambiado. El columnista acostumbra a firmar sus escritos y puede expresarse con la mayor libertad, siempre que evite la difamación, la mentira y las expresiones obscenas. Puede, de hecho, sustentar un punto de vista contrario a la línea editorial del mismo periódico en el cual escribe. Y es más, los periódicos de ahora se esfuerzan en escoger columnistas que sostienen puntos de vista diametralmente opuestos a la política editorial, para que el lector juzgue a los medios como imparciales y de amplio criterio.
En efecto, la opinión generalizada hoy día considera el periódico como una institución dedicada al servicio público y un instrumento concebido para combatir la injusticia y conservar las libertades civiles. De allí la aceptación del columnista serio y responsable, porque las opiniones expresadas en su columna reflejan con toda naturalidad sus conocimientos profesionales y, sobre todo, su propio criterio. La lucha por la libertad de expresión ha sido y seguirá siendo constante y tenaz; lo que ha obligado a los mismos directores de medios de comunicación --como la prensa escrita-- a apreciar y aceptar el valor de la divergencia de opiniones. Hoy se reconoce la libertad del columnista para escribir lo que quiera, bajo su nombre, siempre respetando el derecho ajeno.
Es plausible, pues, ver al columnista que ha desarrollado una especialidad y se apega a ella, y cuando escribe sobre un determinado tema que ha estudiado y meditado, lo hace con entereza y determinación. ¡Todo ello conlleva a que su función social marche sobre ruedas! No obstante, algunos columnistas, durante el transcurso del tiempo, se crean dificultades porque llegan a considerarse como especialistas en todo cuanto existe en la tierra, en el espacio y en todo lugar. Entonces ocurre que van inflando su personalidad y dan la impresión de tener rasgos de omnisciencia. Es decir, empiezan a escribir como si fuesen oráculos desde su trípode.
Con frecuencia, el columnista responsable, considera su columna como una pieza de creación literaria que da prestigio al periódico. Es la persona que, privado de la algarabía de los grandes titulares y de la atención que atraen los crímenes, las pasiones políticas, la lujuria y el descarnado conflicto, exhibidos en las páginas de noticias, debe provocar el interés con el tema que trata, las ideas que expone y con su método de presentarlas. Debe seleccionar cuidadosamente sus palabras; pulir su propio estilo con citas pertinentes, tomadas de sus lecturas y dedica el tiempo necesario para revisar cuidadosamente su original. Es así, como resultado de todo ello, que logra con frecuencia escribir prosa o notas sobre temas específicos que son a la vez ágiles, convincentes, bien fundados, docentes y estimulantes.
El columnista moderno de hoy, haciendo gala de su condición de hombre o mujer cultos, debe emprender con entusiasmo y entrega su labor, recurriendo a todo su talento y capacidad de investigación y aprovechándolo libremente y sin ningún temor para combatir la ignorancia, el temor, la hipocresía, el fanatismo, la corrupción en todas sus manifestaciones y la manera nebulosa de pensar.
El columnista moderno, liberado de prejuicios, debe poner su mira en el bien común, en el bienestar de la patria, en todo cuanto beneficie a los menos favorecidos, es decir, a nuestro pueblo. Si procede de esa manera, tendrá asegurado un lugar entre los ciudadanos y ciudadanas honestos y, además, disfrutará mucho de su profesión, de su labor social, mientras la practique con altruísmo y sin temor alguno. ¡Ese tipo de columnista, de periodista, de director de periódico o de cualquier otro medio de comunicación, es el que reclama nuestra sociedad de hoy!
En efecto, la opinión generalizada hoy día considera el periódico como una institución dedicada al servicio público y un instrumento concebido para combatir la injusticia y conservar las libertades civiles. De allí la aceptación del columnista serio y responsable, porque las opiniones expresadas en su columna reflejan con toda naturalidad sus conocimientos profesionales y, sobre todo, su propio criterio. La lucha por la libertad de expresión ha sido y seguirá siendo constante y tenaz; lo que ha obligado a los mismos directores de medios de comunicación --como la prensa escrita-- a apreciar y aceptar el valor de la divergencia de opiniones. Hoy se reconoce la libertad del columnista para escribir lo que quiera, bajo su nombre, siempre respetando el derecho ajeno.
Es plausible, pues, ver al columnista que ha desarrollado una especialidad y se apega a ella, y cuando escribe sobre un determinado tema que ha estudiado y meditado, lo hace con entereza y determinación. ¡Todo ello conlleva a que su función social marche sobre ruedas! No obstante, algunos columnistas, durante el transcurso del tiempo, se crean dificultades porque llegan a considerarse como especialistas en todo cuanto existe en la tierra, en el espacio y en todo lugar. Entonces ocurre que van inflando su personalidad y dan la impresión de tener rasgos de omnisciencia. Es decir, empiezan a escribir como si fuesen oráculos desde su trípode.
Con frecuencia, el columnista responsable, considera su columna como una pieza de creación literaria que da prestigio al periódico. Es la persona que, privado de la algarabía de los grandes titulares y de la atención que atraen los crímenes, las pasiones políticas, la lujuria y el descarnado conflicto, exhibidos en las páginas de noticias, debe provocar el interés con el tema que trata, las ideas que expone y con su método de presentarlas. Debe seleccionar cuidadosamente sus palabras; pulir su propio estilo con citas pertinentes, tomadas de sus lecturas y dedica el tiempo necesario para revisar cuidadosamente su original. Es así, como resultado de todo ello, que logra con frecuencia escribir prosa o notas sobre temas específicos que son a la vez ágiles, convincentes, bien fundados, docentes y estimulantes.
El columnista moderno de hoy, haciendo gala de su condición de hombre o mujer cultos, debe emprender con entusiasmo y entrega su labor, recurriendo a todo su talento y capacidad de investigación y aprovechándolo libremente y sin ningún temor para combatir la ignorancia, el temor, la hipocresía, el fanatismo, la corrupción en todas sus manifestaciones y la manera nebulosa de pensar.
El columnista moderno, liberado de prejuicios, debe poner su mira en el bien común, en el bienestar de la patria, en todo cuanto beneficie a los menos favorecidos, es decir, a nuestro pueblo. Si procede de esa manera, tendrá asegurado un lugar entre los ciudadanos y ciudadanas honestos y, además, disfrutará mucho de su profesión, de su labor social, mientras la practique con altruísmo y sin temor alguno. ¡Ese tipo de columnista, de periodista, de director de periódico o de cualquier otro medio de comunicación, es el que reclama nuestra sociedad de hoy!
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