Análisis
Sostenibilidad débil versus sostenibilidad fuerte
- Juan Jované
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- opinion@epasa.com
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No es posible, por ejemplo, evitar el creciente sobrecalentamiento global sin reducir la emisión de los gases invernaderos. La idea de la llamada geo-ingeniería, es decir la de reinyectar el carbono en la piedra basáltica no resulta una verdadera solución.
Nuestro planeta vive una profunda crisis ecológica. Ahora nos encontramos en una nueva época geológica conocida como el antropoceno, que reemplazó a la época del holoceno, con sus condiciones ambientales que permitieron el florecimiento de la civilización humana. Lo que caracteriza a la nueva situación es, entre otras cosas, que la fuerza principal que determina la situación climática global es la acción humana, la cual amenaza con generar condiciones que hacen peligrar la existencia de la humanidad.
En estas circunstancia es preciso establecer con rigor las acciones necesarias para evitar el colapso civilizatorio. La respuesta de los economistas tradicionales es la llamada sostenibilidad débil. Esta permitiría salvar la situación sin generar cambios profundos en el actual sistema económico – social. De acuerdo con esta forma de ver las cosas, que tiene su más alta representación en el pensamiento de Robert Solow, la solución estaría en la idea de que es posible sustituir los recursos naturales por capital hecho por los humanos, por lo que solo haría falta el suficiente ahorro para reponer por medio de inversiones los recursos naturales desgastados por la actividad económica, manteniendo así el potencial productivo que aseguraría el bienestar de las futuras generaciones. De acuerdo con Solow también se debería hacer el suficiente ahorro e inversión para reponer los daños al medio ambiente generados por contaminación. Todo esto estaría sostenido por la inversión en nuevas tecnologías capaces de resolver los problemas ambientales, lo que permitiría la continuidad del crecimiento económico mundial.
La visión de la sostenibilidad fuerte ha criticado la posición anterior señalando que el capital hecho por el hombre y los recursos naturales son factores complementarios y no sustitutos. Tal como alega Herman Daly, no se pueden hacer pasteles más grandes solo con hornos y utensilios de cocina más grandes, se necesita también más harina (más materia de origen natural) y más energía. Además, construir hornos más grandes también necesita de mayor extracción de recursos naturales. La economía no puede, entonces, tener una dimensión infinita en un mundo finito.
Más aún existen recursos naturales críticos no sustituibles, que generan servicios ambientales fundamentales para la vida. No es posible, por ejemplo, evitar el creciente sobrecalentamiento global sin reducir la emisión de los gases invernaderos. La idea de la llamada geo-ingeniería, es decir la de reinyectar el carbono en la piedra basáltica no resulta una verdadera solución. Recientemente John B. Foster ha señalado que un proyecto global de este tipo utilizaría 70 veces más naturaleza (transumo) que el manejo y explotación de todos los pozos de petróleo del mundo.
La solución, sin negar el papel complementario que puede jugar la tecnología, pasa por un cambio civilizatorio guiado por la solidaridad, que nos permita vivir en un mundo que es definitivamente finito. Esto significa que en la sociedad sostenible el sistema económico – social no podrá estar guiado por la búsqueda de un incremento incesante de las ganancias y su creciente acumulación, ya que el mismo tiende permanentemente a chocar con los límites biofísicos y a poner en peligro todas las formas de vida, incluyendo la humana.
Economista
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