Panamá
Turismo: Empinando una economía estancada
- Jaime Figueroa Navarro
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En una reciente columna encauzamos nuestro análisis hacia las potencialidades del mercado canadiense, cuyo flujo tradicional de turismo externo se enraizaba históricamente hacia Estados Unidos. Como resultado de los polémicos pronunciamientos y acciones tarifarias de la administración entrante en Washington, el grueso del mercado de turismo exterior canadiense ha sellado el grifo de visitantes hacia su lindante destino, vertiendo su interés en otros mercados, particularmente Europa y América Latina/Caribe.
A inicios de siglo, resultado del mayor auge económico en nuestra historia que resultó con la cristalización del vertiginoso crecimiento inmobiliario, particularmente en Ciudad de Panamá cuyo impresionante brillo en la erección de portentosos rascacielos le elevó al tercer sitial en el continente, solamente detrás de Nueva York y Chicago, con mayor número de torres que cualquier destino en Europa, con la particularidad que nuestros edificios son en conjunto más modernos que sus homólogos estadounidenses, nuestro turismo experimentó un paralelo interés, desarrollando también magnetos de atracción particularmente en la Riviera Pacífica istmeña, Tierras Altas Chiricanas y península de Azuero, singularmente en Pedasí.
Aquella floreciente esperanza incluyó un importante flujo de visitantes y pensionados canadienses, elevando la relación diplomática a tal nivel que Canadá apertura por vez primera una Embajada en nuestro país cuyo primer embajador, José Herrán Lima, casualmente nuestro compañero de escuela preparatoria en Boston, logra no solamente dar a conocer Canadá en el istmo, sino a la inversa. Tras la remodelación del aeropuerto de Río Hato sus más fehacientes clientes fueron líneas aéreas chárter canadienses, encontrando lunares de colonias e inversiones de ese país a lo largo y ancho de nuestra geografía durante la primera década del novel siglo.
Todo aquello se desplomó por una inexcusable ausencia de promoción turística allende, no solamente en Canadá sino también en otros vigorosos mercados que apostaron a destinos regionales, particularmente México, Costa Rica y República Dominicana. Y no solamente se abatió el turismo sino también el impresionante auge inmobiliario.
Resulta paradójico el derrumbe en momento que otras obras monumentales como la ampliación del canal, la construcción del metro más moderno del continente, los puertos aledaños al canal y el corpulento crecimiento del aeropuerto de Tocumen presentaban un fértil cuadro para multiplicar las raquíticas cifras de escuálidos dos millones de visitantes anuales y sobrepasar los 10 millones de turistas anuales, tal cual lograron nuestros vecinos dominicanos.
Ya esta bueno de excusas, que si la pandemia, que si la competencia desleal, que si patatin y patatan. Nos hemos convertido en el país de la excusitis aguda. Cuando impactantes medios como BBC nos ubican en 2025 como uno de los 25 mejores destinos para viajar en el mundo (#10), aquello no se ve reflejado en un burbujeante crecimiento en las cifras de visitantes.
Y es que, a pesar del canal, no nos conocen. Mientras un cuadro de docenas de conferencistas debe tocar puertas y presentar el destino a diestra y siniestra en mercados emergentes de turismo con metas específicas de crecimiento de la industria y no simplemente viajecitos de placer sin metas ni resultados en casos como Canadá, actualmente en búsqueda de destinos que reemplacen a Estados Unidos como el destino primordial de sus turistas. ¿Cuándo fue la ultima vez que alguien presentó nuestro diamante sin pulir turístico en Toronto, Montreal y Vancouver? ¿Cuantos miles de visitantes adicionales generó?
El istmo está estancado, nuestra economía en picada. Resulta inverosímil que no chispeemos arrojos en iniciativas tan sencillas que energícen nuestro empeño en desarrollar a plenitud nuestro ciclopeo potencial turístico. ¡Pilas Panamá!
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