Actos y pensamientos
Una explicación de lo que es conducta
A pesar de los esfuerzos de algunos denodados autores, cada vez más el esotérico lenguaje de las técnicas especializadas aleja al gran público de los secretos arrancados
A pesar de los esfuerzos de algunos denodados autores, cada vez más el esotérico lenguaje de las técnicas especializadas aleja al gran público de los secretos arrancados por la investigación científica a la Naturaleza. Esto es también válido en el campo de la Psicología, en la que ni siquiera existe un acuerdo entre sus cultores para emplear con acepción clara y unívoca sus términos verbales. Por ello se pierde una gran parte del beneficio que podría derivarse del enorme esfuerzo realizado en lo que va del siglo XX y del actual para evidenciar los resortes que movilizan y regulan la conducta humana y tornar más comprensibles y fáciles las relaciones interpersonales.
Existe un concepto popular en boga de lo que es conducta. Generalmente se limita el término al comportamiento visible. Los padres y hasta los maestros, se refieren a la conducta del niño o la niña para indicar las actitudes y acciones visibles de su comportamiento. Pero es casi innecesario señalar que el comportamiento visible es solo un aspecto de la actividad humana. Conducta es todo lo que pensamos, hacemos y sentimos.
Por ejemplo, al nacer el bebé no es moral ni inmoral. Es un ser amoral en el sentido de que su conducta no se rige por códigos morales. La moralidad es algo que se aprende con los años. Gradualmente el niño adquiere los conceptos y las normas que el grupo social ha encontrado útiles o valiosos. La verdadera educación moral aspira a desarrollar en el individuo la actitud, el deseo y la voluntad de hacer aquello que es aceptable desde el punto de vista de la moral colectiva.
Una persona ha aprendido a ser moral en la medida en que se comporte consistentemente de acuerdo con las normas prevalecientes en el grupo, y en la medida en que sus impulsos lo conduzcan a una conducta socialmente aceptable. El objetivo de la educación moral es conseguir que el individuo asimile la exigencia de la sociedad y la convierta en una obligación íntima.
Nuestra conducta se manifiesta de distinta manera: cuando nos sentamos, cuando miramos en alguna dirección.
Expresamos nuestra forma de ser cuando forjamos una idea, cuando hacemos mentalmente un plan, cuando nos imaginamos algo. Nos expresamos cuando experimentamos miedo, cuando nos emociona un paisaje, cuando nos embarga la tristeza. La conducta tiene una fase objetiva: aquella que los demás pueden percibir. Ejemplos: el niño que juega con un objeto, la persona que enrojece de ira, dos individuos que conversan. Pero también hay conducta subjetiva: aquella que solo la persona que la experimenta puede revelar. Ejemplos: la niña que siente celos de su hermano o hermana, pero no lo manifiesta externamente para evitar la desaprobación de sus padres; “ver” en la imaginación un lugar cuando estamos lejos de él; pensar en otra cosa mientras aparentamos estar atentos a lo que dice una persona, etcétera.
No hay conducta sin causa. Existe una explicación para toda forma de conducirse. La dinámica humana explica nuestra conducta: incluye los resortes que estimulan o impulsan al hombre y la mujer a todos sus actos, pensamientos y sentimientos. Es un término que incluye las fuerzas internas (necesidades, deseos, impulsos, valores, intereses, motivos), que obligan a la persona a conducirse en una forma u otra.
La conducta puede tener una motivación consciente o inconsciente: cuando un individuo come puede decirse que lo hace porque siente hambre. Sin embargo, no siempre somos capaces de explicar nuestra conducta. A menudo la provocan fuerzas que desconocemos.
En estos casos, generalmente ignoramos cuáles son las presiones que determinan nuestra manera de proceder. Ejemplo: un día alguien nos presenta a una persona que jamás habíamos visto antes. Esa persona estimula inmediatamente en nosotros una impresión de antipatía. ¿Por qué? No podemos explicar nuestra reacción de desagrado. Tal vez alguien en el pasado dejó una impresión desagradable en nosotros que esta persona recién conocida nos recuerda en algo: un gesto, un rasgo físico, una palabra empleada.
¡He ahí el porqué la educación moral y la psicología nos ayudan a conocer nuestro mundo interno y cómo repercute en nuestra conducta!
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