El valor de la amistad
Somos seres espirituales encarnados, con una tendencia impresa en el alma a lo trascendente, y por eso queremos comunicarnos con Dios, vivir en Él, gozar de su presencia. Y por eso queremos relacionarnos con todo lo que está vivo, y, sobre todo, con otros seres humanos.
La amistad es una relación espiritual, donde lo material no priva. Queremos dialogar, amar y ser amados, en esa múltiple forma de hacerlo, en la familia, comunidad, asociaciones diversas. Foto: EFE.
Estamos hechos para relacionarnos, para comunicarnos y entrar en comunión y así vivir en comunidad, porque somos imagen y semejanza de Dios. Y Dios es uno y trino, un solo Dios y tres Personas. Es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
No estamos hechos para la soledad, para vivir aislados, solos y sin amar ni ser amados. Cuando esto sucede nos vamos amargando, entristeciendo, frustrando y deprimiendo. Cuánta gente vive así. No se dan cuenta de que lo que hacen es irse matando lentamente.
Van en contra de su propia esencia humana. Esta es una de las causas de infelicidad más frecuente. Una soledad enfermiza.
Otra cosa es la necesidad de entrar en momentos y periodos de soledad. Apartarse del ruido del mundo para entrar en contacto con uno mismo y con el Dios que está en uno. Esto es sano. Ayuda a fomentar el equilibrio personal, la armonía interior.
Cuando eso se hace, la persona se aquieta, escucha una voz interior que lo ilumina, lo pacifica, y puede recuperar energía, esa fortaleza que viene del alma. No darle tiempo al yo interior para que se exprese, para que sea escuchado, es ir matando la posibilidad de adentrarse en el Misterio que sustenta la vida.
No somos solamente materia, somos seres pensantes, espirituales. Lo que realmente mueve la vida no se ve, es invisible, pero es lo más real y verdadero.
Eso no muere. La materia es real, claro que sí, pero mutable, se desgasta, se desintegra, se pulveriza, se hace polvo. No es que deja de ser, nada más que no es siempre la misma porque no tiene consistencia permanente y no es inmortal.
Algún día, este mundo, tal y como está diseñado, se acabará, tendrá su final. Así como nacen y mueren estrellas y planetas, y todo va cambiando, transformándose.
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Somos seres espirituales encarnados, con una tendencia impresa en el alma a lo trascendente, y por eso queremos comunicarnos con Dios, vivir en Él, gozar de su presencia. Y por eso queremos relacionarnos con todo lo que está vivo, y, sobre todo, con otros seres humanos.
Queremos dialogar, amar y ser amados, en esa múltiple forma de hacerlo, en la familia, comunidad, asociaciones diversas, y por supuesto en la relación llamada amistad, donde la gente no tiene otro interés que compartir la vida, escuchar, ser escuchado, vivir una relación sin deseo de poseer, ganar dinero, tener prestigio.
En la amistad se da una pureza de intenciones, porque no hay motivación económica, de fama, placer, de buscar protección. Es una relación espiritual, donde lo material no priva. Y la mejor amistad es con Cristo, el amigo que nunca falla, el que siempre te escucha y está contigo.
Monseñor.