Sujeto en un bus abandonado le dispara a menor porque lo miró
Publicado 2003/07/27 23:00:00
- Katherine Palacio P.
Colón. “¿Qué me miras, quieres que te mate?”, eso fue lo que dijo el homicida apuntando al menor Juan Antonio Ríos Sánchez, de 13 años, que sólo pasaba frente a un autobús abandonado entre un pasadizo de la Barriada Génesis, en el sector Puerto Escondido en Colón.
El niño asustado, que minutos antes había pedido el permiso a su madre para jugar con sus amigos, le dijo a su desalmado homicida que por favor bajara el arma, “no juegue con eso por favor”, cuando dio la espalda recibió el impacto que le segó la vida.
En las investigaciones se conoció que el criminal que se llama Amhed trabajaba como “mesero” en un bar de la ciudad de Colón, y debió estar drogado”.
El sujeto no ha sido capturado y se mantiene prófugo, pero sí fue aprehendido el dueño del arma que utilizó el matón.
Juancito como todos lo conocían, vivía frente a la Barriada donde se cometió el crimen, en el Residencial 16 de Junio, era el hijo menor y único varón de siete hermanos, de una familia trabajadora, los esposos Maclodia y Juan Ríos, que tienen muchos años de residir en ese sitio.
Nery Ríos, hermana mayor de Juancito recordó con dolor como su hermanito tenía deseos de divertirse en el Decameron, “era un buen niño, estudiaba en el Colegio Episcopal de Cristo, toda su primaria desde kinder hasta VI la hizo en la Academia Santa María”.
No era un niño de problemas, a Juan le gustaba el deporte del fútbol y siempre quería compartir con sus amiguitos, pero debía pedir permiso a su madre para hacerlo.
“Era un hermanito consentido, como el rey por que era el más pequeño”, dijeron todas sus hermanas que lloran su partida forzada por la violencia de ese desalmado asesino.
Juan era un niño con muchos deseos de triunfar, por eso estudiaba para salir adelante, quería aprovechar las vacaciones para divertirse con sus amigos.
El padre del menor, Juan Ríos, quien se dedica al transporte de colegiales desde hace cinco años, comentó que su hijo era un niño de casa, “pero también tenía derecho a jugar con sus amiguitos, y salió fue a eso”.
Pidió a los jóvenes que se aparten de las drogas, por que se dijo que el sujeto que mató a Juancito estaba bajo los efectos de las sustancias ilícitas.
Toda la comunidad de Puerto Escondido que lo vio crecer como un niño sano, exigen que el peso de la ley caiga sobre el inhumano sujeto, plenamente identificado, por que pudo ser otros de los niños que al igual que Juancito pudieron caer.
Sólo deja de asistir a sus clases los días en que se encuentra en alguna crisis de dolor, pero cumple al pie de la letra las indicaciones de su maestra, inclusive hasta sus compañeros, quienes ya han aprendido a aceptar a Larissa tal como es. Juega con sus amigos y hasta desea volver a subir una bicicleta.
Un documento con la firma de las partes, entregado a este medio, detalla que se reconoce mutuamente la importancia de la delimitación de sus tierras.
Los emberá – wounaán de Arimae y Emberá Puru ceden ante la entrega de 45 hectáreas, según el estudio tenencial de la Reserva de Arimae confeccionado por el Departamento de Catastro Rural de la Dirección Nacional de Reforma Agraria, a unas 13 familias.
Opua manifiesta que regresaron tranquilos a sus tambos (casas indígenas hechas de madera y pencas amarradas entre sí). “Estábamos convencidos de que se respetaría la ley y terminarían las invasiones”.
No pasaron muchos días para que se percataran de lo contrario. Es así como, por petición de ellos, se envía nota al viceministro de Gobierno y Justicia, Alejandro Pérez, el 28 de abril, para que se haga cumplir el acuerdo previo.
La carta fue firmada por la directora nacional de Política Indigenista, Marianella Martinelli.
“Solicitamos a usted (viceministro) su firma en la nota adjunta dirigida a la profesora Lesbia Aldeano, gobernadora de la provincia de Darién mediante la cual se le solicita hacer cumplir el acuerdo suscrito entre moradores y campesinos de Arimae, Vista Alegre y Emberá Puru”.
Agrega “el acuerdo señala desalojar a los invasores que no estén incluidos en el mismo e impedir cualquier otra invasión”.
Un mes después, el 23 de mayo, la tónica se mantenía. Esta vez el subdirector Nacional de Política Indigenista encargado, Dorian Ríos, envía una nota al jefe de la Zona de Policía de Santa Fe.
En ella reitera la necesidad de velar por el cumplimiento de lo acordado, al tiempo que añade “hemos tenido conocimiento por las autoridades del área de Pusadrua, que campesinos están invadiendo Arimae y las autoridades locales no están haciendo nada”.
“Pedimos su apoyo para que se desarrolle una inspección”. Todavía esperan que la medida se haga cumplir, afirma Opua.
La situación se agrava con el pasar de los días. Sólo el martes 22 de julio se dio la alerta en Panamá de que cerca de 80 indios habían cerrado la vía a la altura de Arimae en reclamo de tierras a orillas de la carretera que estaban siendo invadidas.
Se armaron con machetes y juraron defender con sus vidas estos territorios que consideran suyos. El incidente exigió la presencia de autoridades locales y de Gobierno y Justicia. Aunque dicho en buen panameño, por los vientos que soplan, el asunto “pica y se extiende”.
El niño asustado, que minutos antes había pedido el permiso a su madre para jugar con sus amigos, le dijo a su desalmado homicida que por favor bajara el arma, “no juegue con eso por favor”, cuando dio la espalda recibió el impacto que le segó la vida.
En las investigaciones se conoció que el criminal que se llama Amhed trabajaba como “mesero” en un bar de la ciudad de Colón, y debió estar drogado”.
El sujeto no ha sido capturado y se mantiene prófugo, pero sí fue aprehendido el dueño del arma que utilizó el matón.
Juancito como todos lo conocían, vivía frente a la Barriada donde se cometió el crimen, en el Residencial 16 de Junio, era el hijo menor y único varón de siete hermanos, de una familia trabajadora, los esposos Maclodia y Juan Ríos, que tienen muchos años de residir en ese sitio.
Nery Ríos, hermana mayor de Juancito recordó con dolor como su hermanito tenía deseos de divertirse en el Decameron, “era un buen niño, estudiaba en el Colegio Episcopal de Cristo, toda su primaria desde kinder hasta VI la hizo en la Academia Santa María”.
No era un niño de problemas, a Juan le gustaba el deporte del fútbol y siempre quería compartir con sus amiguitos, pero debía pedir permiso a su madre para hacerlo.
“Era un hermanito consentido, como el rey por que era el más pequeño”, dijeron todas sus hermanas que lloran su partida forzada por la violencia de ese desalmado asesino.
Juan era un niño con muchos deseos de triunfar, por eso estudiaba para salir adelante, quería aprovechar las vacaciones para divertirse con sus amigos.
El padre del menor, Juan Ríos, quien se dedica al transporte de colegiales desde hace cinco años, comentó que su hijo era un niño de casa, “pero también tenía derecho a jugar con sus amiguitos, y salió fue a eso”.
Pidió a los jóvenes que se aparten de las drogas, por que se dijo que el sujeto que mató a Juancito estaba bajo los efectos de las sustancias ilícitas.
Toda la comunidad de Puerto Escondido que lo vio crecer como un niño sano, exigen que el peso de la ley caiga sobre el inhumano sujeto, plenamente identificado, por que pudo ser otros de los niños que al igual que Juancito pudieron caer.
Sólo deja de asistir a sus clases los días en que se encuentra en alguna crisis de dolor, pero cumple al pie de la letra las indicaciones de su maestra, inclusive hasta sus compañeros, quienes ya han aprendido a aceptar a Larissa tal como es. Juega con sus amigos y hasta desea volver a subir una bicicleta.
Un documento con la firma de las partes, entregado a este medio, detalla que se reconoce mutuamente la importancia de la delimitación de sus tierras.
Los emberá – wounaán de Arimae y Emberá Puru ceden ante la entrega de 45 hectáreas, según el estudio tenencial de la Reserva de Arimae confeccionado por el Departamento de Catastro Rural de la Dirección Nacional de Reforma Agraria, a unas 13 familias.
Opua manifiesta que regresaron tranquilos a sus tambos (casas indígenas hechas de madera y pencas amarradas entre sí). “Estábamos convencidos de que se respetaría la ley y terminarían las invasiones”.
No pasaron muchos días para que se percataran de lo contrario. Es así como, por petición de ellos, se envía nota al viceministro de Gobierno y Justicia, Alejandro Pérez, el 28 de abril, para que se haga cumplir el acuerdo previo.
La carta fue firmada por la directora nacional de Política Indigenista, Marianella Martinelli.
“Solicitamos a usted (viceministro) su firma en la nota adjunta dirigida a la profesora Lesbia Aldeano, gobernadora de la provincia de Darién mediante la cual se le solicita hacer cumplir el acuerdo suscrito entre moradores y campesinos de Arimae, Vista Alegre y Emberá Puru”.
Agrega “el acuerdo señala desalojar a los invasores que no estén incluidos en el mismo e impedir cualquier otra invasión”.
Un mes después, el 23 de mayo, la tónica se mantenía. Esta vez el subdirector Nacional de Política Indigenista encargado, Dorian Ríos, envía una nota al jefe de la Zona de Policía de Santa Fe.
En ella reitera la necesidad de velar por el cumplimiento de lo acordado, al tiempo que añade “hemos tenido conocimiento por las autoridades del área de Pusadrua, que campesinos están invadiendo Arimae y las autoridades locales no están haciendo nada”.
“Pedimos su apoyo para que se desarrolle una inspección”. Todavía esperan que la medida se haga cumplir, afirma Opua.
La situación se agrava con el pasar de los días. Sólo el martes 22 de julio se dio la alerta en Panamá de que cerca de 80 indios habían cerrado la vía a la altura de Arimae en reclamo de tierras a orillas de la carretera que estaban siendo invadidas.
Se armaron con machetes y juraron defender con sus vidas estos territorios que consideran suyos. El incidente exigió la presencia de autoridades locales y de Gobierno y Justicia. Aunque dicho en buen panameño, por los vientos que soplan, el asunto “pica y se extiende”.
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