ESPAÑA
Simple e inmortal: el poder silencioso de la camiseta blanca
- María Muñoz Rivera
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- EFE Reportajes
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- @PanamaAmerica
Lejos de haber perdido vigencia, se reafirma como símbolo de estilo depurado y elegancia natural.

Diseñadores y famosos han optado por esta prenda centenaria. Cortesía / H Studio
La camiseta blanca no necesita presentación, pero sí merece una explicación. Hay pocas prendas que permanezcan con la misma fuerza a través del tiempo: Desde Marlon Brando a Naomi Campbell y Rosalía.
Combina funcionalidad, longevidad y estética. Es uno de los pocos artículos que puede adquirirse por menos de diez euros o por más de trescientos, sin perder sentido como un básico favorecedor.
De prenda interior a sello de James Dean
La historia de la camiseta blanca tiene orígenes militares e industriales. En el siglo XIX, formaba parte del uniforme interior del ejército estadounidense. Era funcional, barata y fácil de lavar, lo que favoreció su implantación entre trabajadores y soldados.
En 1904, la firma Cooper Underwear Company (hoy Fruit of the Loom) la comercializó como "camiseta sin botones" dirigida a hombres solteros que no sabían coser. A partir de ese momento, su uso se expandió como prenda interior estándar.
Su salto a la esfera pública llegó en los años 40 y 50 gracias al cine. Marlon Brando en "Un tranvía llamado deseo" (1951) y James Dean en "Rebelde sin causa" (1955) marcaron una ruptura visual: por primera vez, la camiseta blanca se mostraba en pantalla como prenda principal, no como ropa interior.
El resultado fue inmediato: encarnaba rebeldía, masculinidad contenida y una nueva idea de juventud urbana que pronto calaría en las calles y también en el armario femenino como un básico indispensable.
De Brigitte Bardot en la Costa azul a Kate Moss
Aunque nació en el vestuario masculino, la camiseta blanca encontró en las mujeres un vehículo de sofisticación inesperado. Audrey Hepburn la combinaba con pantalones entallados y mocasines. Marilyn Monroe la lucía con vaqueros Levi's y pelo suelto mientras que Brigitte Bardot la convertía en uniforme estival en la Costa Azul.
Ya en los años 80 y 90, las supermodelos consolidaron su estatus. Linda Evangelista, Christy Turlington, Naomi Campbell o Claudia Schiffer la llevaron en editoriales y campañas que subrayaban su minimalismo y versatilidad, y Calvin Klein la convirtió en emblema publicitario al vestirla sobre Kate Moss o Mark Wahlberg.
Reinterpretaciones sobre la pasarela
En la alta costura y el "prêt-à-porter", la camiseta blanca ha sido objeto de repetidas reinterpretaciones. Yohji Yamamoto la descompuso en patrones asimétricos; Margiela la deconstruyó hasta el concepto; Phoebe Philo, durante su etapa en Céline, la convirtió en pilar del armario contemporáneo femenino.
Más allá de estas propuestas conceptuales, fue Giorgio Armani quien impulsó su aceptación en el entorno profesional. En los años 80, Armani animó a sustituir la camisa por la camiseta blanca bajo americanas desestructuradas, generando una nueva silueta para la oficina y eliminando rigideces.
Más recientemente, Raf Simons, The Row, Lemaire y Jil Sander han reivindicado su pureza como base de sus colecciones. También firmas como COS o Uniqlo han construido parte de su narrativa minimalista alrededor de esta prenda esencial, combinando calidad textil y diseño depurado.
En pleno auge del "normcore", la camiseta blanca ha recuperado una visibilidad notable. Jennifer Aniston, Zendaya, Hailey Bieber o Sofia Richie la incluyen en sus estilismos más replicados: combinada con vaqueros rectos, con faldas de satén o con pantalones de pinzas. El mensaje es claro: sobriedad como sinónimo de sofisticación.
En el ámbito masculino, actores como Timothée Chalamet, Paul Mescal o Jacob Elordi han incorporado la camiseta blanca en eventos informales, desmarcándose del exceso y apostando por el gesto sobrio. Su capacidad de adaptación a cualquier contexto le permite habitar tanto alfombras rojas como en el día a día.
La camiseta blanca en las pasarelas actuales
En las últimas temporadas, marcas como Loewe, Prada o Miu Miu han incluido camisetas blancas en sus propuestas, a menudo como contrapunto al exceso o como declaración de intención.
En la colección primavera-verano 2023 de Bottega Veneta, bajo la dirección de Matthieu Blazy, la camiseta blanca abría el desfile. Lo llamativo no era su forma, sino su confección: algodón que simulaba cuero y un patronaje absolutamente perfecto. El lujo, en este caso, era la técnica.
También en la línea masculina, Dries Van Noten y Ami Paris han apostado por camisetas blancas de corte amplio, cuello redondo y tejidos gruesos, como base para estilismos de inspiración urbana o utilitaria. La camiseta blanca deja así de ser fondo para convertirse en forma.
Su aparente neutralidad es, en realidad, una elección cargada de sentido. La camiseta blanca comunica autenticidad, sencillez y confianza en lo esencial. No necesita adornos. En un tiempo marcado por la saturación estética, donde las marcas compiten por atención visual, permanece como un acto de contención y claridad.
Además, su género es fluido, su talla es ambigua y su uso, transversal. Puede ser masculina, femenina o unisex. Puede encontrarse en Zara, en Hermès o en una tienda de segunda mano. No distingue edades, cuerpos ni clases sociales. Su valor está en su permanencia.
El futuro de lo sencillo
Diseñadores jóvenes también están apostando por revalorizarla. Marine Serre ha lanzado versiones recicladas a partir de camisetas antiguas. Wales Bonner y Telfar exploran su vínculo con la identidad cultural. Incluso en colaboraciones deportivas o cápsulas de lujo, la camiseta blanca permanece como el elemento que conecta pasado y presente, calle y pasarela.
Con tendencias en constante rotación y redes sociales que generan micromodas cada semana, pocas cosas permanecen con la vigencia de una camiseta blanca bien cortada. Su poder reside en su humildad. No reclama atención, pero siempre está presente.
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