Panamá
La muerte de dos niñas ahogadas recuerda el abandono de los pueblos indígenas en Panamá
- Cascabel (Panamá) / EFE / @PanamaAmerica
En el poblado de Cascabel, en lo alto de las colinas de la comarca Ngäbe-Buglé, los vecinos se congregaron este viernes para despedir a las dos pequeñas.
Iván Javier Ábrego Montezuma (c), de 37 años y padre de la niña fallecida Melanie Montezuma, llora en el funeral de su hija. Foto: EFE
Personas cargan un féretro en el cementerio del poblado de Cascabel, distrito de Mironó. Foto: EFE
Personas cavan en el cementerio del poblado de Cascabel, distrito de Mironó. Foto: EFE
Personas lloran en un funeral en el cementerio del poblado de Cascabel, distrito de Mironó. Foto: EFE
Las estudiantes Melanie y Kimberlin, de 5 y 8 años, regresaban juntas a sus casas, en una montañosa y remota comarca indígena de Panamá, cuando las arrastró la crecida repentina de un riachuelo o quebrada. Murieron ahogadas. Tras la tragedia, las denuncias se multiplicaron, recordando el abandono de estos pueblos originarios frente al desarrollo del resto del país.
En el poblado de Cascabel, en lo alto de las colinas de la comarca Ngäbe-Buglé, los vecinos se congregaron este viernes para despedir a las dos pequeñas. Los ataúdes blancos sobresalían en un mar de barro, tras días de intensas lluvias por el impacto indirecto del huracán Melissa durante su paso por el Caribe.
El maestro Rodrigo Alfredo Gaitán, subdirector de la escuela a la que acudían las niñas, recuerda a EFE cómo el pasado lunes era un día festivo en el centro educativo, hasta que a primera hora de la tarde les avisaron que "había pasado una tragedia como a unos 40 minutos" y salieron corriendo.
De regreso al poblado, por el empinado camino de tierra, uno de los padres cargaba a hombros a su hija, envuelta en una tela.
"Ya venían cansados porque era filo arriba, (así que) tomé a la más pequeña y la traje en mis hombros hasta la casa de la abuela y ahí reposaron las dos. (...) La quebrada arrastró a cinco, tres niñas y dos niños, pero tres de ellos se salvaron", recuerda con la voz entrecortada.
La niña, continúa, "ya no tenía vida, ya estaba fría, solo sentía el agua en su estómago, y sin ser médico, me atrevería a decir que algunos huesos crujían. Esa imagen se quedará siempre en nuestro corazón y nuestra mente".
El profesor no es de la comarca indígena, sino que proviene de la provincia de Herrera, pero tras cuatro años en el lugar defiende a sus gentes como algo propio, y recuerda, como le decían sus padres, que "todos somos humanos, todos somos hijos de un solo creador", rechazando toda discriminación.
Así Gaitán denuncia el estado en el que se encuentra esa escuela con 400 estudiantes, fundada en 1977, donde "48 años después todavía hay aulas rancho (con tablones de madera por paredes) y pisos de tierra".
"La gran mayoría de las aulas cuando llueve fuerte se inundan y llueve más adentro que afuera", lamenta.
Dos 'Panamás', una para la ciudad y otra para las comarcas
La denuncia del olvido del Gobierno central y resto de autoridades hacia las comunidades indígenas del país se repitió durante toda la jornada de luto, en la que más de un centenar de personas se congregaron para despedir a las niñas.
Entre los asistentes se encontraba Salomé Montezuma, el cacique o líder tradicional del distrito de Mironó, donde se encuentra Cascabel, que advierte que no es el primer suceso de este tipo en la región.
"Estamos bajo el paraguas de la República de Panamá, pero como siempre digo, aquí hay dos 'Panamás': un Panamá para la ciudad, un Panamá para la comarca, y lo de la comarca siempre está olvidado. Ustedes pueden ver lo que es la escuela y mucha necesidad que hay dentro de la comarca", asegura a EFE el líder regional.
Mucha "promesa", dice, pero finalmente nunca llega el "beneficio o esa respuesta" que esperan.
En Panamá el 17,2 % de sus 4,2 millones de habitantes se considera indígena, de acuerdo con el censo de 2023. Hay siete etnias indígenas Emberá, Wounaan, Guna, Ngäbe, Buglé, Naso y Bri-Bri, agrupadas en seis comarcas, emberá-wounaan, guna yala, ngäbe-buglé, madugandí, wargandí y naso.
Las comunidades indígenas registran las mayores tasas de pobreza en el país, con hasta más del 90 % en algunos casos, de acuerdo con datos oficiales, y según un informe de las ONG Fudespa y JuxlaE sobre "ahogamientos infantiles en la comarca Ngäbe Buglé", en los últimos 25 años ha habido decenas de casos.
El presidente panameño, José Raúl Mulino, expresó esta semana sus condolencias a los familiares de las dos pequeñas, y reafirmó que su Administración, que comenzó en julio de 2024, "ejecuta un programa de obras en las comarcas por 85 millones de dólares" y que va "a terminar proyectos que nunca se ejecutaron".
"Los 20 puentes zarzos (peatonales) que hicimos fueron necesarios pero no suficientes, tenemos un déficit y vamos a cubrirlo poco a poco", dijo al anunciar la próxima construcción de estas estructuras en más de 100 puntos del país "para que los panameños vayan más seguros a la escuela o al trabajo".
Acto oficial en español, lamentos en ngäbe
Calzados con botas altas de plástico por el lodazal, los asistentes al funeral acudieron primero a una ceremonia pública en la escuela y después, en procesión, se dirigieron al cementerio. El acto oficial se desarrolló en español, los gritos y lamentos en su lengua, el ngäbe.
El padre de una de las niñas, Iván Ábrego, había mostrado una gran entereza durante todo la mañana, hasta que se derrumbó frente al pequeño ataúd de su hija Melanie, con una ventanita abierta para que los familiares pudieran ver su rostro antes de bajarlas a la fosa y cubrirlas de tierra.
Horas después, cuando se repuso, recordó a EFE todas las solicitudes que habían hecho a las autoridades panameñas para que tragedias como esa nunca ocurrieran, incluso él mismo había presentado una, hasta que sucedió.
"No solamente es mi hija la que cruzaba ese río, sino varios estudiantes, y aquí hay estudiantes viajando (hasta) dos horas a este centro educativo, pero si no se corrige eso, si las autoridades no velan por las oportunidades de aquellos estudiantes, ¿quién lo va a hacer?", se pregunta.
Y es que -asegura- "aquí en Panamá la cosa es muy distinta de la realidad, porque vivimos en dos países: uno que tiene y otro que no tiene, y al que no tiene no le damos nada".



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