corregimiento de tocumen
Pantanal
Junto a la pista del aeropuerto de Tocumen, un barrio enfrenta lluvia a lluvia el riesgo de sucumbir.

Hacia la entrada del corregimiento de Tocumen, justo a lado de donde a diario despega cada quince minutos un boeing 707, se teje otra historia entre marañas de alambres para conseguir luz y un suelo que luce anegado gran parte del año.
Este es El Pantanal, un lugar que es digno de su nombre y que Plinio Batista conoce a la perfección desde hace cuarenta años, cuando emigró de la provincia de Veraguas al sector sur de Tocumen.
Parado sobre el canal del río Tocumen, que divide El Pantanal de las barriadas más nuevas del sector, Torremolinos y Puerta del Este, Batista señala al horizonte con mucho orgullo que “todo eso era sembradíos”. Estas fueron las tierras que la comunidad de inmigrantes veragüenses tenía como una finca de donde se surtían de alimentos básicos como maíz, guandú, frutas y verduras.
Esa etapa en que los primeros pobladores del sector sur de Tocumen poseían una tierra para sembrar además de sus nuevos terrenos de casas adquiridas por la fuerza también acabó cuando ocurrió la invasión en 1989. Comenzaron a instalarse pequeñas casitas de toda clase de materiales.
Hoy, aunque construidas con cemento, no dejan de verse como en un pozo. Todos en ese reducido espacio lleno de necesidades viven por lo menos de 2 a 3 metros bajo el nivel de la calle y del canal que el Ministerio de Obras Públicas adecuó para encausar el río.
Pero la furia del río Tocumen no es suficiente para demostrar que algo debe cambiar en El Pantanal. Batista dijo que hace cinco años la zona fue declarada inundable y de riesgo para vivir, y a pesar de la orden de desalojo y el pago de indemnizaciones hechas a algunas familias, en El Pantanal lo que sobra -a parte del popular guandú-, es gente, casas grandes, hasta de dos pisos, y niños caminando y jugando por doquier.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.