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Variedades / Demetrio Korsi

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Demetrio Korsi

Publicado 2004/04/27 23:00:00
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En Cumbia (1935) Korsi presenta, por un lado poemas marcados por el ritmo de la música y los bailes de mayor acento africano de nuestro folkore, como lo son: "Cumbia", "Pirulí", ¨Cumbia Chamera". "El Triunfo de Juan Patiño". etc., y, por otro, poemas que encierran quejas de la presencia norteamericana en el Istmo. El aporte más significativo de este libro a la poesía panameña es la incorporación de términos del habla popular de los panameños y escenario urbano popular de Panamá.
Lo nacional y antiimperialista, pues, son los distintivos en este libro, cuyos pormas mantienen el clima de la nueva estética. es más, en 1953, Korsi reedita este libro bajo un nuevo título, Los gringos llegan y la cumbia se va, con algunos poemas nuevos.
Los libros que siguen a Cumbia, El grillo que cantó sobre el Canal, Panamá, 1937;Cumbia y otros poemas panameñistas, Panamá, 1941; El grillo que cantó sobre las hélices, Panamá, 1942; Yo cantaba a la falda de Ancón, Panamá 1943; Pequeña antología, Panamá, 1947; Canciones efímeras, Panamá, 1950; Nocturno en gris, Panamá 1952; El tiempo se perdía y todo era lo mismo, Panamá 1956; son en general reediciones de poemas ya publicados en los que incluye poemas de sus primeras épocas, no publicados, y uno que otro poema nuevo.
Se pueden distinguir cinco tipos de poemas en la obra poética de Korsi. Los poemas que están dentro de la modalidad modernista y mundonovista o posmodernista. Segundo, los poemas creados bajo la influencia de las escuelas de vanguardia. Tercero, los poemas creados a "la manera negra" que popularizan en América Guillén, Ballagas, y otros. Cuarto, los poemas que podríamos llamar de afirmación nacional y de protesta, que mantienen "un clima nuevo". Y un quinto grupo que lo constituyen poemas en los que reflexiona sobre los temas eternos, el amor, la muerte, el tiempo, el recuerdo, escritos en un lenguaje conversacional en donde a veces usa el viejo artificio de la rima.
Vale subrayar que Korsi para ciertos temas escogió formas tradicionales para expresarse, evidentemente, porque se sentía más profundo y comunicativo.

Gringos, gringos, gringos
Negros, negros, negros
Tiendas y almacenes, cien razas
al sol.

Cholitas cuadradas y zafias mulatas.
llenan los zaguanes de prostitución.

Un coche decrépito pasa con turistas.
Soldados, marinos, que vienen y van,
y, empantalonadas, las cabaretistas
que aquí han descubierto la tierra
de Adán.

Panamá la fácil, Panamá la abierta,
Panamá la de esa Avenida Central
que es encrucijada, puente, puerto y puerta
por donde debiera entrarse al Canal.

Movimiento. Tráfico. Todas las cantinas,
todos los borrachos, todos los fox-trots,
y todas las rumbas y todos los grajos
y todos los gringos que nos manda  Dios.

Diez mil extranjeros y mil billeteras…
Aguardiente, música…La guerra es fatal!
Danzan los millones su danza macabra.
Gringos, negros, negros, gringos…

¡Panamá!

("Yo cantaba a la falda del Ancón")


Los gris se vuelve lluvia por la noche,
y esos muertos quisieran un gabán
para arropar sus sueños bajo tierra.
Al otro lado de la calle, un muro
con su verja de hierro, hecha ex profeso
no para que contemplen el mutismo
de tanta cruz anónima sin flores,
sino el parque de mármoles que encierra.

Las dos de la mañana. Insomnio errante,
me empuja a un téte-a-téte con esta esquina
donde como una pústula del vicio
sórdidamente se abre una cantina.
Nueva generación de bebedores,
está de pie…Los otros. ¿dónde están?

Todo igual. Sólo yo no soy el mismo.
Una vez me embriagué en esta cantina.
Cantaba una mujer, bella en su tiempo,
que aún era como un bello anacronismo.

Descuartizaba un tipo en la guitarra
un valse como un clásico jigote.
Los dos ansiaban un pequeño lote,
ambos creyendo que la vida es buena.
Trabajaban los dos, sólo por eso.

Se embriagaban después de la faena;
y ella escupía si él le daba un beso.
Tanta lucha por un pequeño lote
y tanta tierra que hay para los muertos.

Tanto afán de cantar con la guitarra
y nadie al fin se llevará ni un ruido.
Ya nadie canta ¿Para qué, si hay discos?
Son baratos: se tocan por un real.
Toquen, toquen, que pronto habrá silencio.
Lo gris se vuelve lluvia por la noche.

El silencio es de un gris casi mental.
Una vez me embriagué en esta cantina,
hace ya un poco más de de treinta años.

Todo, igual. Sólo yo no soy el mismo.
Cantaba la mujer y se reía.
Triste, fatal, como una rosa trunca.
La noche no se iba, enamorada
también de la mujer. Entre las copas,
aquella noche no acababa nunca,
distante y cerca, como una lejanía…

Triste, fatal mujer, ni tan siquiera
quedan ningún hombre que la nombre.
A veces, la recuerdo, cual si fuera
de juventud. Ni yo me atrevería
a tocarla otra vez, pues me hace falta
el real de juventud de aquella noche.
Entre el silencio de lo gris, está ella.

En lo más gris de su silencio, es barro;
ese barro común, con que a los muertos
cubren con reiterado despilfarro.

No tan alto, sombrío, se alza el muro
con su verja de hierro, hecha exprofeso
no para que contemplen el mutismo
de tanta cruz anónima sin flores,
sino el parque de mármoles que encierra.
Todo igual. Sólo yo no soy el mismo.
Nueva generación de bebedores,
está de pie…Los otros…¿Dónde están?

Lo gris se vuelve lluvia por la noche,
y esos muertos quisieran un gabán
para arropar sus sueños bajo tierra.

(Nocturno en Gris)


La calle de las Damas alzaba la bandera
feroz de la alegría: gran antro del placer
desde -al final del siglo- la chusma de mujer aventurera  sus nas desahogaba con lazos de mujer!…

La calle de las Damas, lúbrica y falsa,
abría  internacionalmente su inmenso lupanar, 
y allá, noche tras noche, la multitud venía  a conjugar tres verbos: jugar, cantar y amar

Negras de Martinica, morenas de Marsella,  sensuales andaluzas, blondas del Canadá
¡quien más plata pagaba, gozaba a la

más bella! Era en el año ochenta y nueve,  en Panamá.

Como un torrente rubio rodaba por las mesas  de juego el oro fácil del pródigo Canal;
toda la economía de las arcas francesas
allí tornose música, licor, o hembra fatal…

Hay quienes todavía recuerdan  esa historia
con sus cocotas célebres y su infeliz  baldón,
porque aunque tuvo páginas donde brilló  la gloria
también tuvo capítulos de sangre y maldición.

A veces yo paseo de noche por la acera
creo que, de ultratumba, en la hoy calle Colón,
desde un zaguán me silba alguna aventurera
o que una mano pálida me llama de un balcón…!

(El grillo que cantó bajo las hélices)


El negrito Chimbimbembe
y la negra Cumbimbamba
bailan la cumbia al son
de sus caderas mulatas…

Sudor fuerte y carnaval,
con aguardiente y con ron
en el patio de los congos
y el barrio del Marañón.

¡Cumbia!, con tambor y vela,
que es alma del arrabal,
canción de sangre, que moja
las esclusas del Canal.

¡¿A dónde voló el cuchillo
con que mataron al gringo
¡Y nadie supo quién fue…!
(La noche borracha es cómplice
y no sabe hablar inglés!)

¡Cumbia!, música que alegra
con aguardiente y con plata;
tu alma es dura, triste y negra,
y tu noche siempre mata.

¡La cumbia se baila al son
de unas caderas mulatas!

1942 (El grillo que cantó bajo las hélices)

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