El ñajú busca su tierra
Publicado 1999/12/31 00:00:00
- REDACCION
A una hora de la ciudad de Panamá está la comunidad de El Ñajú, en el corregimiento de Chilibre, compuesta por unos 100 adultos aproximadamente y un promedio de tres niños por familia. Es una comunidad rural enclavada en la parte alta de lo que oficialmente se denomina "Las Sabanitas de Chilibrre", muy cerca al aeropuerto de Calzada Larga.
El Ñajú, fue constituido por los años de 1923 como un asentamiento espontáneo en extensos terrenos privados, por personas provenientes de la provincia de Veraguas y Herrera mayormente, aunque también los hay procedentes de Coclé, Colón, Panamá y hasta de Chiriquí. El nombre del pueblito se deriva de una quebrada cerca del mismo nombre, además el ñajú es conocido como un vegetal utilizado para la cocina, sembrado por los jamaiquinos; se dice que también era un grano que se utilizaba para hacer café.
Como toda comunidad surgida de forma irregular, las necesidades son muchas, aunque algunas se han ido resolviendo por el esfuerzo de las familias del lugar: agua potable, luz eléctrica, carreteras, transporte público, centros de salud, escuelas, iglesia y uno de los más importantes, la legalización de la tierra. Con el crecimiento de la población, y ante la necesidad de contar con una escuela en el propio lugar, los moradores se reunieron y lograron apoyo oficial y privado para la construcción de la Escuela de El Ñajú, lo cual hicieron en un período de quince días. Fue un trabajo de unidad y mucha cooperación entre los habitantes de la región. La misma cuenta con seis niveles, de primer grado hasta sexto, y sólo dos maestras para atender todos los grados de una escuela primaria completa, aunque carente de mejores facilidades.
Esta escuela cuenta con tres salones y un comedor para los estudiantes, el cual no es utilizado por falta de recursos para comprar productos para hacer merienda para los niños. Según miembros de esta comunidad, la escuela tiene algunas necesidades, entre ellas, la falta de un gimnasio o área para hacer deportes, un comedor estudiantil de mayor capacidad y por supuesto más educadores que puedan atender debidamente a los niños y estimular a los padres a que envíen a sus hijos a la escuela.
Otra de las necesidades que ha sido resuelta por esfuerzo de la propia comunidad es la construcción de la capilla que fue levantada alrededor del año de 1996, para llenar las necesidades religiosas de la población, católica en su mayoría, aunque requieren que un sacerdote los visite con más frecuencia y los niños puedan formarse para recibir los diferentes sacramentos, así como los adultos. En opinión de algunas padres de familia, esto ayudaría a evitar que los problemas que se vislumbran entre los jóvenes se profundicen.
La carretera es de reciente construcción. La misma fue el producto de insistentes solicitudes de grupos de moradores al Ministerio de Obras Públicas, a través de políticos del área, ya que ésta es una región muy lluviosa y se dificultaba la salida de productos y la movilidad de personas hacia sus trabajos en Panamá. Esto ha permitido la existencia de un sistema de transporte público, un poco precario, pero que los moviliza desde El Ñajú hasta Buenos Aires en Chilibre, donde deben tomar otro transporte público para dirigirse hacia la ciudad de Panamá o Colón.
La construcción de un Centro de Salud más cercano, para casos de emergencia, es prioritaria para esta comunidad que va creciendo rápidamente, debido al alto índice de madres jóvenes. En la actualidad tienen que recurrir a la comunidad de Buenos Aires, bastante distante de El Ñajú para poder recibir los primeros auxilios, lo cual es muy difícil especialmente en horas de la noche, por la falta de transporte.
Pese a que cuentan con alumbrado eléctrico, dicen que la luz que utilizan está conecta a los postes de la calle, y en algunas ocasiones se sobrecarga debido a la cantidad de personas que hacen uso de ella. Además necesitan más iluminación para la comunidad en general y señales de tránsito en las carreteras, ya que los niños de la población por no tener dónde jugar se dirigen a las calles, algunas veces después que se oculta el sol. El agua en los inicios de la comunidad era extraída de un río cercano, pero en la actualidad cuentan con agua potable, aunque muchas veces es escasa.
La creciente comunidad de El Ñajú, espera la pronta solución a uno de los problemas más serio como es la pronta titulación de los terrenos, ya que viven con el temor de ser sacados de sus humildes viviendas, la cual habitan, en algunos casos, por más de 30 años. A este respecto conocimos que el Ministerio de la Vivienda está gestionando con los propietarios la compra y legalización de los terrenos, pero es un proceso un poco largo, especialmente cuando no se cuenta con la anuencia total de los mismos.
Pese a lo rural de la comunidad, una buena parte de sus habitantes trabajan en la ciudad de Panamá en labores domésticas, jardinería, guardias de seguridad, en oficina, en industrias, y otra, tal vez los adultos mayores trabajan la agricultura, utilizando extensiones de terrenos privadas pero que están el desuso, en los alrededor de El Ñajú. Inicialmente la mayoría de los hombres trabajaban en la cantera cercana, pero el trabajo allí ha escaseado y ahora tienen que buscar otras alternativas que les obliga a trasladarse a la ciudad de Panamá.
Un vistazo rápido nos confirma la precariedad de las condiciones de vida de la comunidad. En ese marco socio económico nos encontramos a la niña Ana Victoria Díaz de 6 años de edad, con un severo problema de malformación ósea en sus piernas, que le impide caminar normalmente. Debido a esta situación su madre tuvo que retirarla de la escuela. En la actualidad está siendo atendida en el Hospital del Niño, pero sus citas son muy esporádicas, pese a que todo parece indicar que por estar en período de crecimiento las posibilidades de mejorar son buenas.
Para El Ñajú la radio es un medio de comunicación importante por cuanto les mantiene informados de los acontecimientos nacionales e internacionales. Por su condición de precariedad es el medio más accesible a toda la población, aunque hay algunos televisores en las humildes viviendas.
(Nota:Reportaje realizado por estudiantes de comunicación social de la USMA: Lovenia Sánchez, Naara Espino, Doris de Los Ríos, Jocelyn Gebert y Marissa Surgeon.)
El Ñajú, fue constituido por los años de 1923 como un asentamiento espontáneo en extensos terrenos privados, por personas provenientes de la provincia de Veraguas y Herrera mayormente, aunque también los hay procedentes de Coclé, Colón, Panamá y hasta de Chiriquí. El nombre del pueblito se deriva de una quebrada cerca del mismo nombre, además el ñajú es conocido como un vegetal utilizado para la cocina, sembrado por los jamaiquinos; se dice que también era un grano que se utilizaba para hacer café.
Como toda comunidad surgida de forma irregular, las necesidades son muchas, aunque algunas se han ido resolviendo por el esfuerzo de las familias del lugar: agua potable, luz eléctrica, carreteras, transporte público, centros de salud, escuelas, iglesia y uno de los más importantes, la legalización de la tierra. Con el crecimiento de la población, y ante la necesidad de contar con una escuela en el propio lugar, los moradores se reunieron y lograron apoyo oficial y privado para la construcción de la Escuela de El Ñajú, lo cual hicieron en un período de quince días. Fue un trabajo de unidad y mucha cooperación entre los habitantes de la región. La misma cuenta con seis niveles, de primer grado hasta sexto, y sólo dos maestras para atender todos los grados de una escuela primaria completa, aunque carente de mejores facilidades.
Esta escuela cuenta con tres salones y un comedor para los estudiantes, el cual no es utilizado por falta de recursos para comprar productos para hacer merienda para los niños. Según miembros de esta comunidad, la escuela tiene algunas necesidades, entre ellas, la falta de un gimnasio o área para hacer deportes, un comedor estudiantil de mayor capacidad y por supuesto más educadores que puedan atender debidamente a los niños y estimular a los padres a que envíen a sus hijos a la escuela.
Otra de las necesidades que ha sido resuelta por esfuerzo de la propia comunidad es la construcción de la capilla que fue levantada alrededor del año de 1996, para llenar las necesidades religiosas de la población, católica en su mayoría, aunque requieren que un sacerdote los visite con más frecuencia y los niños puedan formarse para recibir los diferentes sacramentos, así como los adultos. En opinión de algunas padres de familia, esto ayudaría a evitar que los problemas que se vislumbran entre los jóvenes se profundicen.
La carretera es de reciente construcción. La misma fue el producto de insistentes solicitudes de grupos de moradores al Ministerio de Obras Públicas, a través de políticos del área, ya que ésta es una región muy lluviosa y se dificultaba la salida de productos y la movilidad de personas hacia sus trabajos en Panamá. Esto ha permitido la existencia de un sistema de transporte público, un poco precario, pero que los moviliza desde El Ñajú hasta Buenos Aires en Chilibre, donde deben tomar otro transporte público para dirigirse hacia la ciudad de Panamá o Colón.
La construcción de un Centro de Salud más cercano, para casos de emergencia, es prioritaria para esta comunidad que va creciendo rápidamente, debido al alto índice de madres jóvenes. En la actualidad tienen que recurrir a la comunidad de Buenos Aires, bastante distante de El Ñajú para poder recibir los primeros auxilios, lo cual es muy difícil especialmente en horas de la noche, por la falta de transporte.
Pese a que cuentan con alumbrado eléctrico, dicen que la luz que utilizan está conecta a los postes de la calle, y en algunas ocasiones se sobrecarga debido a la cantidad de personas que hacen uso de ella. Además necesitan más iluminación para la comunidad en general y señales de tránsito en las carreteras, ya que los niños de la población por no tener dónde jugar se dirigen a las calles, algunas veces después que se oculta el sol. El agua en los inicios de la comunidad era extraída de un río cercano, pero en la actualidad cuentan con agua potable, aunque muchas veces es escasa.
La creciente comunidad de El Ñajú, espera la pronta solución a uno de los problemas más serio como es la pronta titulación de los terrenos, ya que viven con el temor de ser sacados de sus humildes viviendas, la cual habitan, en algunos casos, por más de 30 años. A este respecto conocimos que el Ministerio de la Vivienda está gestionando con los propietarios la compra y legalización de los terrenos, pero es un proceso un poco largo, especialmente cuando no se cuenta con la anuencia total de los mismos.
Pese a lo rural de la comunidad, una buena parte de sus habitantes trabajan en la ciudad de Panamá en labores domésticas, jardinería, guardias de seguridad, en oficina, en industrias, y otra, tal vez los adultos mayores trabajan la agricultura, utilizando extensiones de terrenos privadas pero que están el desuso, en los alrededor de El Ñajú. Inicialmente la mayoría de los hombres trabajaban en la cantera cercana, pero el trabajo allí ha escaseado y ahora tienen que buscar otras alternativas que les obliga a trasladarse a la ciudad de Panamá.
Un vistazo rápido nos confirma la precariedad de las condiciones de vida de la comunidad. En ese marco socio económico nos encontramos a la niña Ana Victoria Díaz de 6 años de edad, con un severo problema de malformación ósea en sus piernas, que le impide caminar normalmente. Debido a esta situación su madre tuvo que retirarla de la escuela. En la actualidad está siendo atendida en el Hospital del Niño, pero sus citas son muy esporádicas, pese a que todo parece indicar que por estar en período de crecimiento las posibilidades de mejorar son buenas.
Para El Ñajú la radio es un medio de comunicación importante por cuanto les mantiene informados de los acontecimientos nacionales e internacionales. Por su condición de precariedad es el medio más accesible a toda la población, aunque hay algunos televisores en las humildes viviendas.
(Nota:Reportaje realizado por estudiantes de comunicación social de la USMA: Lovenia Sánchez, Naara Espino, Doris de Los Ríos, Jocelyn Gebert y Marissa Surgeon.)
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