Entre jarrones y flores
Publicado 2005/11/06 00:00:00
- Félix Gabriel Josez
Al elegir o colocar un jarrón, debe tener en cuenta que, desde el punto de vista decorativo, son igual de importantes su forma, su material y su contenido.
Según el material de que están hechos, estos objetos pueden utilizarse exclusivamente para decorar con flores o ramos, o también pueden estar vacíos, como adorno.
Los de cristal transparente, por ejemplo, difícilmente pueden utilizarse exclusivamente como elemento ornamental, sencillamente sin su contenido pierden fuerza. Un jarrón de cristal cambia según el tipo de tallos o flores que alberguen. Hay que colocar cuidadosamente el ramo: no solamente la parte del tallo que sobresale, sino también la que permanece en el agua, ya que, a través del cristal, se puede ver.
Si se trata de un cristal opaco, coloreado o no, la cosa cambia. En estos casos importan la textura, el tono y la forma, así como el contenido, pero pueden ir solos, como puro adorno.
Por ejemplo, los jarrones azules de opalina admiten todas las formas posibles, aunque necesitan una ubicación especial, que logre un efecto de contraste con los colores de alrededor. Conviene que también las flores contrasten con el azul típico de la opalina. Las flores amarillas o rosadas resultan ideales para estos casos.
Los jarrones de cerámica pertenecen a otro mundo. Existen un sinnúmero de subdivisiones y cada una de ellas tiene sus propias características, posibilidades y exigencias. En principio, la cerámica puede ser lisa o decorada, y la decoración puede estar hecha con motivos geométricos o con texturas diversas.
Otra categoría de jarrones de cerámica la constituyen una serie de modelos lisos, brillantes, en general en tonos azul, verde oscuro o mostaza. También los hay de terracota y de bambú.
Los jarrones de muy fina cerámica blanca, son los más aptos para cumplir un exclusivo papel de adorno. Puede colocarlos perfectamente solos, como si fueran una estatuilla, encima de una mesa o una cómoda. A cada tipo de jarrón le conviene una clase determinada de flor o tallo, pero específicamente los blancos deben contener muy pocas flores (blancas de preferencia) y de muy largo tallo.
Los jarrones de boca ancha, que se abre hacia fuera, requieren un ramo ancho, apretado y de tallo corto, mientras que los que tienen la boca más estrecha que el perímetro del jarrón, necesitan unos pocos tallos y siempre largos. Su efecto debe ser elegante y estilizado.
Los modelos simples y cilíndricos de cerámica lisa o decorada con motivos geométricos lucen sensacionales con un muy colorido "bouquet". No hace falta que las flores sean lujosas, pero sí abundantes.
Un apretado ramo de margaritas blancas o amarillas transforman ese vaso modesto y alegran cualquier rincón de la casa. Por su parte, los jarrones de cristal transparente, como lo muestran todo, pueden contener no solamente flores, sino también ramas verdes, colocadas de manera usual o volteadas hacia un lado.
Y si se trata de manchas de cera, rásquelas con cuidado con un cuchillo y pula la zona después con un papel de lija fino. Estas manchas también se pueden recubrir de sal fina y frotarlas con un corcho limpio, ligeramente húmedo. Después habrá que repasarlas con un corcho humedecido con agua limpia para eliminar la sal.
Según el material de que están hechos, estos objetos pueden utilizarse exclusivamente para decorar con flores o ramos, o también pueden estar vacíos, como adorno.
Los de cristal transparente, por ejemplo, difícilmente pueden utilizarse exclusivamente como elemento ornamental, sencillamente sin su contenido pierden fuerza. Un jarrón de cristal cambia según el tipo de tallos o flores que alberguen. Hay que colocar cuidadosamente el ramo: no solamente la parte del tallo que sobresale, sino también la que permanece en el agua, ya que, a través del cristal, se puede ver.
Si se trata de un cristal opaco, coloreado o no, la cosa cambia. En estos casos importan la textura, el tono y la forma, así como el contenido, pero pueden ir solos, como puro adorno.
Por ejemplo, los jarrones azules de opalina admiten todas las formas posibles, aunque necesitan una ubicación especial, que logre un efecto de contraste con los colores de alrededor. Conviene que también las flores contrasten con el azul típico de la opalina. Las flores amarillas o rosadas resultan ideales para estos casos.
Los jarrones de cerámica pertenecen a otro mundo. Existen un sinnúmero de subdivisiones y cada una de ellas tiene sus propias características, posibilidades y exigencias. En principio, la cerámica puede ser lisa o decorada, y la decoración puede estar hecha con motivos geométricos o con texturas diversas.
Otra categoría de jarrones de cerámica la constituyen una serie de modelos lisos, brillantes, en general en tonos azul, verde oscuro o mostaza. También los hay de terracota y de bambú.
Los jarrones de muy fina cerámica blanca, son los más aptos para cumplir un exclusivo papel de adorno. Puede colocarlos perfectamente solos, como si fueran una estatuilla, encima de una mesa o una cómoda. A cada tipo de jarrón le conviene una clase determinada de flor o tallo, pero específicamente los blancos deben contener muy pocas flores (blancas de preferencia) y de muy largo tallo.
Los jarrones de boca ancha, que se abre hacia fuera, requieren un ramo ancho, apretado y de tallo corto, mientras que los que tienen la boca más estrecha que el perímetro del jarrón, necesitan unos pocos tallos y siempre largos. Su efecto debe ser elegante y estilizado.
Los modelos simples y cilíndricos de cerámica lisa o decorada con motivos geométricos lucen sensacionales con un muy colorido "bouquet". No hace falta que las flores sean lujosas, pero sí abundantes.
Un apretado ramo de margaritas blancas o amarillas transforman ese vaso modesto y alegran cualquier rincón de la casa. Por su parte, los jarrones de cristal transparente, como lo muestran todo, pueden contener no solamente flores, sino también ramas verdes, colocadas de manera usual o volteadas hacia un lado.
Y si se trata de manchas de cera, rásquelas con cuidado con un cuchillo y pula la zona después con un papel de lija fino. Estas manchas también se pueden recubrir de sal fina y frotarlas con un corcho limpio, ligeramente húmedo. Después habrá que repasarlas con un corcho humedecido con agua limpia para eliminar la sal.
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