La Reina Madre 100 años al servicio de la monarquía
Publicado 2000/07/12 23:00:00
El tiempo parece no contar para la reina madre Isabel, cuyo centenario empezó a celebrarse este martes y que, a punto de cumplir un siglo, simboliza más que nadie para los británicos una cierta idea de la monarquía.
La anciana a quien la prensa conservadora llama tiernamente "Queen Mum" (reina mamá) mantiene con inalterable constancia un modelo de profesionalismo real, en el que pareciera se ha inspirado solamente su hija Isabel II.
En realidad muy poco mamá, pero muy reina siempre, Lady Elizabeth Angela Marguerite BowesLyon nació el 4 de agosto de 1900 en Londres en una familia escocesa de sangre real.
En 1923, aceptó los insistentes pedidos matrimoniales del duque Jorge Alberto de York, a quien se apodaba Bertie, hombre tímido y levemente tartamudo.
Tuvo de él dos hijas, Isabel, nacida en 1926, y Margarita, en 1930, a las cuales dio una educación conforme con la tradición aristocrática de maneras distantes que sólo vendrían a romper más tarde Diana de Gales o Sarah Ferguson. El accidente histórico de su ascenso al trono fue, según varios de sus biógrafos, un verdadero drama personal.
En diciembre de 1936, su cuñado, el rey Eduardo VIII abdicó por amor a una norteamericana divorciada, Wallis Simpson.
Ese imprevisto cambio en la línea de sucesión propulsó la tranquila familia de York al trono, en el que Bertie, convertido en Jorge VI, contó con la firmeza de su esposa y de su madre, la reina María, para apoyarlo.
Convertida en reina, Isabel desempeñó sin dificultades aparentes el papel de soberana según un modelo que parece prácticamente haber desaparecido con ella.
Manteniendo a distancia sentimientos y toda controversia privada, era a sus súbditos a quienes transmitía la imagen de figura materna y heroica, confirmada por su actitud durante el bombardeo de Londres en 1940, cuando rehusó exiliarse en Canadá.
"Mis hijas no se van sin mí, y yo no me voy sin el rey", dijo entonces. Y las imágenes de su visita a las ruinas todavía humeantes de los bombardeados barrios populares del East End mantienen hasta ahora su aura de reina que personificó la resistencia británica a los nazis.
Cuando Buckingham fue bombardeado, la leyenda le atribuye esta frase: "Ahora puedo mirar a los ojos a la gente del East End".
Portegida por el secreto de Estado, la verdad sobre su papel político en las primeras horas de la guerra seguirá sin saberse mientras ella viva. No obstante, algunos historiadores señalan sus afinidades con el primer ministro Neville Chamberlain y con el ministro de Relaciones Exteriores Lord Halifax, partidarios de una política de apaciguamiento con respecto a Hitler.
El papel de reina que había asumido con tanto ahínco le fue retirado prematuramente, a los 51 años, cuando su esposo Jorge VI murió de cáncer, en 1952.
Empezó entonces el más largo papel de su carrera, el de reina madre vestida de muselina de colores pastel que inaugura exposiciones de rosas marchando hasta hace muy poco con paso decidido, sostenida se dice por su afición por el gintonic.
La reina madre goza de excelente salud, que sólo se alteró apenas a partir de su 94 cumpleaños. En público, las pocas grabaciones existentes de sus conversaciones la muestran charlando animadamente, con la mirada vivaz bajo el velito del sombrero.
La ola creciente de indiferencia de la joven generación hacia la monarquía, que señalan los sondeos, se detiene sin duda en las puertas de su residencia de Clarence House y, en todo caso, no perturba su eterna sonrisa.
La anciana a quien la prensa conservadora llama tiernamente "Queen Mum" (reina mamá) mantiene con inalterable constancia un modelo de profesionalismo real, en el que pareciera se ha inspirado solamente su hija Isabel II.
En realidad muy poco mamá, pero muy reina siempre, Lady Elizabeth Angela Marguerite BowesLyon nació el 4 de agosto de 1900 en Londres en una familia escocesa de sangre real.
En 1923, aceptó los insistentes pedidos matrimoniales del duque Jorge Alberto de York, a quien se apodaba Bertie, hombre tímido y levemente tartamudo.
Tuvo de él dos hijas, Isabel, nacida en 1926, y Margarita, en 1930, a las cuales dio una educación conforme con la tradición aristocrática de maneras distantes que sólo vendrían a romper más tarde Diana de Gales o Sarah Ferguson. El accidente histórico de su ascenso al trono fue, según varios de sus biógrafos, un verdadero drama personal.
En diciembre de 1936, su cuñado, el rey Eduardo VIII abdicó por amor a una norteamericana divorciada, Wallis Simpson.
Ese imprevisto cambio en la línea de sucesión propulsó la tranquila familia de York al trono, en el que Bertie, convertido en Jorge VI, contó con la firmeza de su esposa y de su madre, la reina María, para apoyarlo.
Convertida en reina, Isabel desempeñó sin dificultades aparentes el papel de soberana según un modelo que parece prácticamente haber desaparecido con ella.
Manteniendo a distancia sentimientos y toda controversia privada, era a sus súbditos a quienes transmitía la imagen de figura materna y heroica, confirmada por su actitud durante el bombardeo de Londres en 1940, cuando rehusó exiliarse en Canadá.
"Mis hijas no se van sin mí, y yo no me voy sin el rey", dijo entonces. Y las imágenes de su visita a las ruinas todavía humeantes de los bombardeados barrios populares del East End mantienen hasta ahora su aura de reina que personificó la resistencia británica a los nazis.
Cuando Buckingham fue bombardeado, la leyenda le atribuye esta frase: "Ahora puedo mirar a los ojos a la gente del East End".
Portegida por el secreto de Estado, la verdad sobre su papel político en las primeras horas de la guerra seguirá sin saberse mientras ella viva. No obstante, algunos historiadores señalan sus afinidades con el primer ministro Neville Chamberlain y con el ministro de Relaciones Exteriores Lord Halifax, partidarios de una política de apaciguamiento con respecto a Hitler.
El papel de reina que había asumido con tanto ahínco le fue retirado prematuramente, a los 51 años, cuando su esposo Jorge VI murió de cáncer, en 1952.
Empezó entonces el más largo papel de su carrera, el de reina madre vestida de muselina de colores pastel que inaugura exposiciones de rosas marchando hasta hace muy poco con paso decidido, sostenida se dice por su afición por el gintonic.
La reina madre goza de excelente salud, que sólo se alteró apenas a partir de su 94 cumpleaños. En público, las pocas grabaciones existentes de sus conversaciones la muestran charlando animadamente, con la mirada vivaz bajo el velito del sombrero.
La ola creciente de indiferencia de la joven generación hacia la monarquía, que señalan los sondeos, se detiene sin duda en las puertas de su residencia de Clarence House y, en todo caso, no perturba su eterna sonrisa.
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