Teatro.Moliére usa la sátira para criticar la condición de sumisión de la mujer en la sociedad machista renacentista.
Ni muñecas ni esclavas, sino pensantes
Para Mingthoy Sanjur esta adaptación de “School for wives” es una crítica social inteligente sobre cómo se percibe el rol de la mujer en el matrimonio. Es su primer trabajo como directora y con él le rinde tributo póstumo a su tío Raúl Javier Giró B. Arnolfo es un hombre orgulloso y soberbio, creyente de que ha descubierto la fórmula para ser feliz en el matrimonio: casarse con una mujer tonta. Moldea a Agnés según su ideal de la esposa perfecta: dócil, servicial y tonta. Ella se enamora de Horacio.
La frase
Según Arnolfo:
- El casamiento, Agnès, no es un juego: una mujer casada tiene deberes austeros... Su sexo existe para ser dependiente; el poder está del lado de las barbas.
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En el Mes de la Mujer, el Teatro Guild de Ancón, se remonta a la Edad Media cuando prevalecía la mentalidad de que la mujer era como una oveja que tenía que obedecer ciegamente a su marido, quien palabras menos o palabras más era una especie de lobo con “Patente de corso”.
A ella, opinar, resistirse, rechistar, le estaba vedado.
Si era bonita, podía quizás aspirar a sentirse tratada como un adorno, posesión del hombre, por supuesto, al cual debía ver casi como a su dios y no faltarle ni con el pensamiento, no importa si era polígamo (fama que arrastran desde hace siglos los adanes, aunque muchas veces sea solo infundada).
Revisen la historia los y las más jóvenes para que lean sobre los cinturones de castidad que le ponían a ellas. ¿Por qué eran tan inseguros ellos? Es que cada lobo (que diga, cada ladrón) juzga por su condición.
Reflexión y ojalá revisión en los patrones de conducta resulten de ir a ver “School for wives”, que es el título de la pieza teatral que está en cartelera en el Teatro Guild hasta el próximo sábado 9 de marzo, que se ha traducido como “La escuela de las mujeres”.
Es de la autoría del afamado dramaturgo francés Jean Baptiste Poquelin, el cual es conocido como Molière, quien se convirtió en una especie de abogado de las del mal llamado sexo “débil”, lo cual le costó ser criticado por sus contemporáneos.
Plena de hilaridad, esta producción de Simón Tejeira, con la asistencia de Melanie Gilpin, lleva al espectador por caminos andados por generaciones de mujeres que tenían que conformarse con ser tratadas commo objetos, sin derecho a voz ni voto. A veces hasta mancilladas por su propia pareja, la cual en muchos casos les fue impuesta por sus padres, repitiendo un ciclo de conductas aprendidas y que ahora que la mujer se ha emancipado en muchos lugares del orbe (porque en otros hay todavía un desbalance entre ambos géneros y lo que le es permitido a él y se le celebra, a ella se le censura y por eso y menos se le castiga, estigmatiza, humilla y segrega, esto sin mencionar que abundan los casos de abuso psicológico, sexual y femicidio, tanto en naciones del tercer mundo como en las “desarrolladas”.
En pleno Siglo XXI, hay actos de barbarie en contra de la mujer, con la complicidad de millones de personas que se hacen de la vista gorda por no inmiscuirse en asuntos de marido y mujer y por gobiernos con endebles leyes e instituciones, así como por falta de amor altruista y por la doble moral, racionalización y estrechez mental que prevalecen en la sociedad que sigue siendo androcéntrica.
Es bueno saber que un hombre, un escritor y dramaturgo, que podía valerse de la valiosa herramienta educativa y concienciadora que es el teatro, cuyo impacto era mayor (directo y al instante) en el Renacimiento cuando no existían los medios masivos de comunicación como la radio, la televisión y el internet, eligió tomar partido por las mujeres y denunciar aunque fuese en broma y en serio actitudes discriminatorias, humillantes e irrespetuosas hacia ellas, propias de los hombres que en la carrera de la vida y de las relaciones entre géneros actuaban como caballos que corren con orejeras.
A Molière, se le criticó y sigue criticando por el que se ha denominado “feminismo ambiguo”. Quizás él también como su personaje Arnolphe (Arnolfo) consideró inferior a la mujer, pero el dejarla elegir en asuntos del amor es un punto a su favor. Es una forma de dar la cara por generaciones de “machos” que cobardemente se aprovechaban de que las reglas del juego habían sido escritas con inequidad, como la ley del embudo “lo ancho para mí y lo angosto para ti”, en detrimento de las féminas.
Celebremos que es la juventud la que pone de relieve en Panamá la vigencia de Molière, con esta comedia. La mayoría del elenco lo conforman talentosos actores y actrices que no superan los 30 años.
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