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Perdonen mi tardanza
Penny de Henríquez - Publicado:
Por la naturaleza de mi profesión (Imagen, etiqueta y protocolo), tengo como una fijación con la puntualidad, pero hasta ahora lo único que he conseguido con eso es tener que esperar en la mayoría de mis citas.Nuestro país es impuntual por excelencia.El panameño tiene la desfavorable costumbre de llegar tarde a todos lados, y ya esto es aceptado como normal; "la hora panameña" dicen algunos casi con orgullo, al punto que quien llega a los compromisos con puntualidad, es mal visto por los anfitriones atrasados, que a la hora en que deberían recibir a los invitados, están la señora todavía en el baño, el señor sin llegar de la oficina y la mesa sin poner.Todos esperan que los invitados lleguen tarde, y hay que entender que cuando se dice una hora de llegada es para que todos asistan media hora después.Una conocida decía hace poco, hablando de este tema, que ella va tarde a todo para darse importancia, no vayan a creer que no tenía otro lugar a donde ir (?).Un ejemplo muy claro y absurdo para mí es el de los médicos: si su cita con uno de ellos es a las cuatro de la tarde, lo más seguro es que usted llegará antes de la hora, pero él no estará en la clínica y le tocará escuchar a la secretaria cuando lo llama y le deja el ya clásico mensaje: "doctor, tiene paciente".Es más, nunca le darán una excusa, porque para ellos esta es la conducta natural.(Debo aquí rendir un tributo de admiración al Dr.Roderick Esquivel, mi médico de toda la vida, a quien nunca he tenido que esperar, ya que él siempre llega a su clínica primero que sus pacientes)En todas partes juegan con nuestro tiempo y nadie parece advertirlo.Por ejemplo, en las invitaciones a las bodas, siempre ponen la hora de inicio media hora antes, pero todos sabemos que comenzarán una hora después, que la novia llegará tarde y que comenzarán primero con la infortunada sesión de fotos, (¿quién inventó esto, por qué no se busca otra fórmula?), de manera que si ofrecen una cena en el programa, prepárese para recibirla a la medianoche.Hace un tiempo me tocó asistir a una en la que dicha sesión tomó por lo menos una hora, mientras los invitados sudaban copiosamente de pie fuera de la puerta del recinto, la que de vez en cuando abrían para gritar a alguien que nadie sabía dónde estaba, que pasara a tomarse una foto.¿Cómo acabar con la cadena de la impuntualidad? Es difícil, pero no imposible, y podemos hacer el intento.Yo comienzo siempre mis seminarios a la hora prometida, y les aclaro que no puedo castigar a los puntuales para premiar a los impuntuales.Además, no le repito la información a los que van llegando tarde, para no crear un lamentable antecedente en los que sí llegaron a tiempo.Prefiero comenzar con pocos, antes que implantarme una imagen de impuntual.