Reeducar el organismo para adelgazar

Cuando se llega al peso deseado ya no se tiene el aliciente de ver como se van perdiendo gramos ni la atención de las demás personas, y en muchas ocasiones se vuelven a recuperar en poco tiempo los kilos eliminados, al pasar al exceso y el descontrol para resarcirse de la privación y la rigidez que nos impuso la dieta.
A menudo, los culpables del "efecto rebote" no son ni nuestra predisposición genética, alteraciones hormonales o procesos metabólicos, ni las tentaciones a que nos someten nuestro estilo de vida, familia o amigos o la publicidad, ni tampoco la mala formulación del método para adelgazar, sino (EN NEGRITAS) nosotros mismos.
Los responsables de que se vuelva a engordar después de haber seguido una dieta y corregido las alteraciones endócrinas que desencadenan el exceso de peso, son los desequilibrios que ha sufrido el funcionamiento de algunos órganos durante el período en que pesábamos más de lo debido, maleducándolos.
Cuando terminamos un tratamiento de adelgazamiento en que las disfunciones glandulares han quedado corregidas, los malos hábitos suelen instalarse de nuevo y hacen que se vuelva a engordar.
Para reeducar la fisiología del organismo y corregir los malos hábitos mantenidos durante años, y "mantener el peso ideal durante toda la vida", los expertos en dietética y nutrición proponen una serie de métodos prácticos, destinados a los revertir los desajustes del estómago, los riñones, el intestino y el páncreas.
ESTOMAGO: VIENTRE LLENO, BOCA VACIA
Las paredes musculares del estómago tienen receptores de distensión que "avisan" cuándo este órgano está lleno al sistema nervioso central, el cual estimula entonces la desaparición del hambre: lo que se conoce en fisiología como "reflejo de saciedad".
Para que actúe este mecanismo debe darse determinada tensión en las paredes estomacales: si el estómago es muy grande necesitará que entre mucho alimento para llegar a la presión que genera el reflejo de saciedad; si es pequeño con poca comida las paredes sufrirán la suficiente distensión para inducir la saciedad.
Las personas estresadas comen tan rápido que no dan tiempo a que se dispare el reflejo de saciedad y cuando éste se inicia su estómago está a punto de estallar, con la consiguiente hipertrofia de las paredes musculares estomacales, que causarán obesidad.
Para evitar que el estómago se hipertrofie hay que comer despacio, masticar bien, tomar comidas fáciles de digerir, y evitar el estrés y las bebidas gaseosas y los alimentos flatulentos, que agrandan las paredes estomacales.
También conviene comer a las mismas horas y procurar un llenado gástrico regular en las comidas, beber de vez en cuando un líquido fresco, el cual sacia el apetito y hace acortar las fibras musculares de las paredes estomacales, y adecuar la cantidad de alimentos ingeridos al tipo de actividad física desarrollada.
Si el órgano ya está hipertrofiado, el problema es doble: hay que adelgazarlo y reducir la capacidad gástrica. Para reducir el estómago a un tercio de su capacidad en 20 días, se aconseja durante ese lapso no tomar bebidas gaseosas, no comer pan ni féculas, tomar muy poca grasa y beber mucha agua fría, antes, durante y después de las comidas, y cuando se sienta hambre entre comidas hasta totalizar unos 2 a 3 litros diarios.
Durante ese período todo lo que coma deberá ser en forma de purés tibios, no calientes, deberán hacerse 5 minicomidas en vez de las tres grandes habituales, y al menos 2 de estas comidas de puré se sustituirán por zumo de naranja frío o leche o yogur. Al acostarse puede beberse una tila o manzanilla caliente.
La primera vez que se practica el tratamiento debe durar 20 días; si más adelante se detecta que se requieren mayores cantidades para saciarse, bastará con repetir el método sólo una semana.
El proceso puede ser algo sacrificado, pero merece la pena y el resultado es duradero: el mejor anorexígeno es un estómago pequeño que se sacia con poco alimento.
RIÑONES: EVITAR LA RETENCION DE LIQUIDOS
Los riñones se acostumbran a los malos hábitos, los cuales inducen una deficiente eliminación, que supone retenciones de líquidos que acumulan toxinas en los tejidos, las cuales atraen más líquidos, propiciando que los adipositos se expandan. Y el espacio que empieza ocupando el agua al final lo rellena la grasa.
Además de perjudicar la salud, orinar poco predispone y genera obesidad, y beber mucho agua es siempre bueno porque "lava" el organismo, depurándolo de toxinas, según explican los expertos.
El consumo excesivo de sal, que hace retener el agua en el cuerpo, la vida sedentaria, trabajando muchas horas sentado y moviéndose poco, y el estrés, que hace postergar el momento de ir al baño aguantando las ganas de orinar, son otros factores que van maleducando los riñones, hasta inhibir el reflejo de micción.
Para mejorar la eliminación renal, durante 20 días hay que tomar muy poca sal y mucho agua (2-3 litros como mínimo), no aguantar nunca los deseos de excretar, y procurar orinar cada 2-3 horas como mínimo, incluso sin ganas, a partir de la hora en que se levante y orina por primera vez, aconsejan los especialistas.
Durante este lapso no hay que tomar ningún diurético, y en lo sucesivo, una vez reeducados los riñones, la única regla será no aguantar jamás las ganas de orinar ni dejarlo para luego, y acostumbrarse a beber agua en gran cantidad y no excederse con la sal.
INTESTINOS: NORMALIZARLOS PARA NO ENGORDAR
La velocidad de tránsito intestinal es un factor decisivo en la génesis y el mantenimiento de la obesidad ya que, según sea la rapidez con que los alimentos pasan por el intestino delgado, así será la absorción: si es muy lenta, la absorción de los alimentos es muy completa y el aporte calórico de lo ingerido será mayor.
Los especialistas indican que la frecuencia de la defecación es tan importante como la de la micción, ya que el colon tiene cierta capacidad de absorción, y si los desechos de la alimentación digerida permanecen allí más tiempo del debido, se acumulan sustancias tóxicas que producen un malestar general.
El organismo debe habituarse a evacuar regularmente y el momento más propicio para que se produzca esta necesidad es al levantarse, cuando comienzan a activarse los reflejos viscerales.
Cuando este hábito horario se pierde por el tipo de vida, viajes o cambios en las comidas, comienza el estreñimiento, por lo que se recomienda que esté donde esté y lleve la vida que lleve, procure ir al baño a la misma hora para no perder el hábito o recuperarlo.
Al llegar al estómago el primer alimento del día se produce un reflejo visceral que hace que se movilice el contenido intestinal, se agilice el tránsito y se produzca la defecación. Normalmente el estímulo de comer origina la necesidad de evacuar.
Para reeducar el intestino, poniéndolo en forma y evitando subir de peso, se recomienda masticar bien los alimentos, beber de dos a tres litros al día de agua, incorporar a la dieta comidas ricas en fibra (verduras, legumbres) y procurar defecar una vez al día, siempre a la misma hora, preferiblemente al levantarse a la mañana.
También se recomienda efectuar unas 10-15 flexiones abdominales al levantarse, desayunar con un vaso de zumo de naranja (que sea lo primero que llegue al estómago) café, o té, (puede tomarse pan integral como comida sólida), y un día a la semana, efectuar una dieta exclusivamente proteica.
PANCREAS: LA GLUCOSA EN EL "SUBE Y BAJA"
El páncreas, comunicado con el intestino delgado, es una glándula que segrega enzimas que se liberan en el intestino para ayudar a la digestión, así como la insulina, una sustancia fundamental para el metabolismo de los azúcares en el cuerpo.
No es un órgano que pueda ser reeducado: funciona de una manera determinada según las circunstancias de cada jornada o de cada hora. Cuando este órgano se agota por un mal régimen alimenticio a lo largo de mucho tiempo, y no produce insulina suficiente, se origina una diabetes, con sus excesos de glucosa en la sangre y la mayoría de las veces su consiguiente obesidad.
El centro del apetito está en los núcleos laterales del hipotálamo, donde unos receptores especializados en detectar los niveles sanguíneos de glucosa, provocan por vía refleja la sensación de hambre, cuando se produce un gasto rápido de glucosa debido a una intensa actividad física (muscular) o mental (nerviosa).
Se produce entonces una especie de síndrome de abstinencia que origina, además de un deseo desaforado de comer, una serie de síntomas como mareos y jaquecas.
¿Cómo evitar esos bajones de glucosa? Para prevenirlos, los expertos consultados recomiendan hacer un buen desayuno (aunque haya que madrugar) un almuerzo normal y una cena ligera (que además ayuda a dormir mejor) y respetar las horas de las comidas.
También se aconseja, si aún así se produce a media tarde un deseo desmedido de azúcar, tomar a media mañana y a media tarde un café o un té con azúcar, o bien fruta o miel.