Ser exigentes: lo bueno, lo malo y lo feo
Publicado 2002/12/13 00:00:00
- Yessika Valdés
Ser exigente es bueno, pero es un arma de doble filo, porque cuando se es demasiado exigentes ya sea consigo mismo o con los demás y ni uno ni ellos llenan las expectativas suele pasar que lo que es una virtud se convierta en un defecto, según los planteamientos de la psicoterapeuta Lizeica Villamil.
Ella ha podido comprobar en su experiencia profesional que cuando una persona es demasiado exigente consigo misma un rasgo de su personalidad a menudo es un estado constante de descontento, porque al no aceptar las diferencias se va dar cuenta que no todo el mundo se va a conformar a sus parámetros.
Sobre el mismo punto enfatizó: "uno puede ser exigente consigo mismo siempre y cuando uno sepa que no todo mundo trabaja igual: es necesario ver las fortalezas y debilidades de las personas para bien del grupo, ya se trate de la familia, empresa o la comunidad".
Llamó la atención sobre otro hecho: "las personas muy exigentes piensan que todo lo hacen bien y no aprenden o no les gusta delegar funciones/responsabilidades porque creen que nadie les va a igualar en la calidad de trabajo y no toman en cuenta que somos interdependientes y como seres humanos nos complementamos, por cuanto cualquier proyecto que dependa solamente de una persona es un proyecto que está listo para el fracaso".
Dijo que este tipo de personas, por el contrario, piensan que son en cierta forma imprenscindibles y que cuando falten aquello por lo cual lucharon y se esforzaron tanto morirá.
Según analizó la fuente, las personas muy exigentes tienen doble opción: influir en el resto y tratar de que marchen a su ritmo y llenen sus parámetros, es decir inspirarlos para que se contagien de su afán por conducirse en "X" o "Y" forma, o ceder un poco y amoldarse a cada uno/a y exigirle según las circunstancias y posibilidades individuales y no generalizar.
Asimismo, añadió que , "sino se cuidan pueden llegar a deprimirse finalmente, porque se dicen a sí mismas: "trabajo y trabajo y nadie aprecia lo que yo hago". Deben tener cuidado de no centrarse tanto en ellas mismas y pensar que son lo mejor que hay".
"El peligro más grande es que las personas que son demasiado exigentes se cansen, porque la impaciencia es una de sus debilidades y sean como la mayoría", puntualizó y dijo que lo ideal es que sin perder lo bueno de ser exigente tiene, pero sin irse a los extremos, estas personas, para evitar frustrarse, sepan que no pueden cambiar a los demás si ellos no quieren cambiar y que no deben forjarse expectativas más allá de la realidad, pero, que si tienen buenas relaciones humanas y saben cómo "vender" las ventajas de autoexigirse, paulatinamente otras personas podrían copiar los patrones.
Ella ha podido comprobar en su experiencia profesional que cuando una persona es demasiado exigente consigo misma un rasgo de su personalidad a menudo es un estado constante de descontento, porque al no aceptar las diferencias se va dar cuenta que no todo el mundo se va a conformar a sus parámetros.
Sobre el mismo punto enfatizó: "uno puede ser exigente consigo mismo siempre y cuando uno sepa que no todo mundo trabaja igual: es necesario ver las fortalezas y debilidades de las personas para bien del grupo, ya se trate de la familia, empresa o la comunidad".
Llamó la atención sobre otro hecho: "las personas muy exigentes piensan que todo lo hacen bien y no aprenden o no les gusta delegar funciones/responsabilidades porque creen que nadie les va a igualar en la calidad de trabajo y no toman en cuenta que somos interdependientes y como seres humanos nos complementamos, por cuanto cualquier proyecto que dependa solamente de una persona es un proyecto que está listo para el fracaso".
Dijo que este tipo de personas, por el contrario, piensan que son en cierta forma imprenscindibles y que cuando falten aquello por lo cual lucharon y se esforzaron tanto morirá.
Según analizó la fuente, las personas muy exigentes tienen doble opción: influir en el resto y tratar de que marchen a su ritmo y llenen sus parámetros, es decir inspirarlos para que se contagien de su afán por conducirse en "X" o "Y" forma, o ceder un poco y amoldarse a cada uno/a y exigirle según las circunstancias y posibilidades individuales y no generalizar.
Asimismo, añadió que , "sino se cuidan pueden llegar a deprimirse finalmente, porque se dicen a sí mismas: "trabajo y trabajo y nadie aprecia lo que yo hago". Deben tener cuidado de no centrarse tanto en ellas mismas y pensar que son lo mejor que hay".
"El peligro más grande es que las personas que son demasiado exigentes se cansen, porque la impaciencia es una de sus debilidades y sean como la mayoría", puntualizó y dijo que lo ideal es que sin perder lo bueno de ser exigente tiene, pero sin irse a los extremos, estas personas, para evitar frustrarse, sepan que no pueden cambiar a los demás si ellos no quieren cambiar y que no deben forjarse expectativas más allá de la realidad, pero, que si tienen buenas relaciones humanas y saben cómo "vender" las ventajas de autoexigirse, paulatinamente otras personas podrían copiar los patrones.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.